Mitt Romney: Debemos prepararnos para las peores armas de Putin
Credit…Russian Defense Ministry Press Service, via Associated Press
Mitt Romney es senador por Utah y fue el candidato republicano a la presidencia en 2012.
El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia y su embajador en Estados Unidos han señalado que la debacle de Rusia en Ucrania podría conducir a un ataque nuclear. Al afirmar que Rusia está preparando sus armas, al advertir de un «grave» riesgo de escalada nuclear y al declarar que «quedan pocas reglas por considerar«, hicieron sonar a propósito el sable definitivo. El propio Vladimir Putin ha señalado que tiene armas que sus oponentes no tienen y que «las usará, si es necesario«. Incluso el director de la C.I.A., William Burns, ha advertido de la posibilidad de que Putin pueda utilizar un arma nuclear táctica, aunque ahora mismo no haya «pruebas prácticas» que sugieran su inminencia. Sin embargo, debemos estar preparados; el ex secretario de Estado Henry Kissinger ha argumentado que la amenaza debe ser tomada en cuenta.
Deberíamos imaginar lo inimaginable, concretamente cómo responderíamos militar y económicamente a un cambio tan sísmico en el terreno geopolítico mundial.
El presidente Biden tiene razón al no haber elevado nuestro nivel de DEFCON nuclear. Tampoco la retórica de la administración se ha rebajado y caído en el cebo del presidente ruso. En 2012, señalé que Rusia era el mayor adversario geopolítico de Estados Unidos, y es evidente que sigue siendo una fuente de gran preocupación tanto para los republicanos como para los demócratas. Dada la magnitud de las consecuencias de un ataque nuclear, nuestras posibles opciones merecen una reflexión, tanto por parte de nuestros líderes como de los ciudadanos estadounidenses.
Al invadir Ucrania, el Sr. Putin ya ha demostrado que es capaz de tomar decisiones ilógicas y contraproducentes. Si pierde en Ucrania, no sólo habrá fracasado en su ambición vital de revertir lo que él considera la «mayor catástrofe geopolítica» del siglo XX -el colapso de la Unión Soviética-, sino que también habrá disminuido permanentemente a Rusia como gran potencia y al mismo tiempo reforzado a sus adversarios. Es posible que Putin se enfrente a importantes desafíos internos a su liderazgo. En tal circunstancia, podría convencerse de que Estados Unidos y Occidente son la razón por la que invadió Ucrania y que la propaganda que ha desplegado para justificar esta invasión inmoral era cierta desde el principio.
Algunos llegarán a la conclusión de que para no provocar a Rusia -y evitar así la perspectiva de un posible ataque nuclear ruso- deberíamos impedir preventivamente que Ucrania derrote al ejército ruso. Podríamos limitar las armas que enviamos, contener la inteligencia y presionar al presidente Volodymyr Zelensky para que llegue a un arreglo. No estoy de acuerdo; las naciones libres deben seguir apoyando la valiente y necesaria defensa de su país por parte de los ucranianos. No seguir apoyando a Ucrania sería como pagar al caníbal para que nos coma de últimos. Si Rusia, o cualquier otra potencia nuclear, puede invadir y subyugar con casi impunidad, entonces Ucrania sería sólo la primera de esas conquistas. Inevitablemente, nuestros amigos y aliados serían devorados por potencias nucleares descaradas y autoritarias, y las implicaciones derivadas alterarían drásticamente el orden mundial.
La respuesta correcta es seguir dando a Ucrania todo el apoyo que necesita para defenderse y ganar. Sus éxitos militares podrían obligar al Putin a salir de Ucrania o a acordar un alto el fuego aceptable para el pueblo ucraniano. Tal vez su control de los medios de comunicación rusos le permita convertir una derrota en una narrativa para salvar las apariencias en casa. Estos son los resultados que sería inteligente que asumiera. Pero si un acorralado y delirante Putin utilizara en cambio un arma nuclear -ya sea mediante un ataque táctico o usando para ello una de las centrales nucleares de Ucrania- tendríamos varias opciones.
Hay quienes abogan por una respuesta nuclear. Pero hay una amplia gama de opciones, y no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Por ejemplo, la OTAN podría intervenir en Ucrania, probablemente destruyendo al disminuido ejército ruso. Además, podríamos confrontar a China y a cualquier otra nación con una opción muy parecida a la que George W. Bush dio al mundo tras el 11 de septiembre: o están con nosotros o están con Rusia, no podéis estar con ambos.
El uso de un arma nuclear por parte de Rusia supondría, sin duda, un acontecimiento geopolítico que redefiniría y reorientaría la situación mundial. Cualquier nación que decidiera mantener sus lazos con Rusia después de semejante atropello se convertiría también en un paria planetario. Una parte o la totalidad de su economía se separaría de la de Estados Unidos y nuestros aliados. En la actualidad, Occidente representa más de la mitad del PIB mundial. Separar a cualquier nación de nuestras economías combinadas podría devastarla. El impacto en las economías occidentales podría ser significativo, pero el impacto en las economías de Rusia y sus compañeros de viaje sería mucho peor. En última instancia, podría ser el Armagedón económico, pero eso es mucho más preferible que el Armagedón nuclear.
Junto con nuestros principales aliados de la OTAN, deberíamos desarrollar y evaluar una amplia gama de opciones. Supongo que el presidente y la administración ya están inmersos en este proceso. Las posibles respuestas a un acto tan atroz y geopolíticamente desorientador como un ataque nuclear deben estar óptimamente diseñadas y contar con el apoyo de nuestros aliados de la OTAN. Vladimir Putin y sus amigos no deberían tener ninguna duda de que nuestra respuesta a semejante depravación sería devastadora.
Traducción: Marcos Villasmil
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NOTA ORIGINAL:
The New York Times
We Must Prepare for Putin’s Worst Weapons
Mitt Romney
Mr. Romney is a senator from Utah and was the Republican nominee for president in 2012.
Russia’s foreign minister and its ambassador to the United States have both signaled that Russia’s debacle in Ukraine could lead to a nuclear strike. By claiming that Russia is readying its weapons, by warning of a “serious” risk of nuclear escalation and by declaring “there are few rules left,” they purposefully rattled the ultimate saber. Vladimir Putin himself has noted that he has weapons his opponents do not and that he will “use them, if needed.” Even the C.I.A. director, William Burns, has warned of the possibility that Mr. Putin could use a tactical nuclear weapon, even if there is no “practical evidence” right now to suggest it is imminent. Nevertheless, we should be prepared; the former secretary of state Henry Kissinger has argued that we should give the threat consideration.
We should imagine the unimaginable, specifically how we would respond militarily and economically to such a seismic shift in the global geopolitical terrain.
President Biden is right not to have elevated our nuclear DEFCON level. Nor has the administration’s rhetoric stooped to Mr. Putin’s bait. In 2012, I noted that Russia was the biggest geopolitical adversary to the United States, and it clearly remains a source of great concern to both Republicans and Democrats. Given the magnitude of consequence of a nuclear strike, our potential options merit thought, by our leaders and by American citizens alike.
By invading Ukraine, Mr. Putin has already proved that he is capable of illogical and self-defeating decisions. If he loses in Ukraine, he not only will have failed to achieve his life’s ambition to reverse what he sees as the “greatest geopolitical catastrophe” of the 20th century — the collapse of the Soviet Union — but he will also have permanently diminished Russia as a great power and reinvigorated its adversaries. It is possible that Mr. Putin could face significant internal challenges to his leadership. In such a circumstance, he may be able to convince himself that the United States and the West are the reason he invaded Ukraine and that the propaganda he has deployed to justify this immoral invasion was true from the beginning.
Some will conclude that to avoid provoking Russia — and thus avoid the prospect of a possible Russian nuclear strike — we should pre-emptively restrain Ukraine from routing the Russian military. We could limit the weapons we send, hold back on intelligence and pressure President Volodymyr Zelensky to settle. I disagree; free nations must continue to support Ukrainians’ brave and necessary defense of their country. Failing to continue to support Ukraine would be like paying the cannibal to eat us last. If Mr. Putin, or any other nuclear power, can invade and subjugate with near impunity, then Ukraine would be only the first of such conquests. Inevitably, our friends and allies would be devoured by brazen, authoritarian nuclear powers, the implications of which would drastically alter the world order.
The right answer is to continue to give Ukraine all the support it needs to defend itself and to win. Its military successes may force Mr. Putin to exit Ukraine or to agree to a cease-fire acceptable to the Ukrainian people. Perhaps his control of Russian media would enable him to spin a loss into a face-saving narrative at home. These are the outcomes he would be smart to take. But if a cornered and delusional Mr. Putin were to instead use a nuclear weapon — whether via a tactical strike or by weaponizing one of Ukraine’s nuclear power plants — we would have several options.
There are some who would argue for a nuclear response. But there is a wide range of options, and they need not be mutually exclusive. For example, NATO could engage in Ukraine, potentially obliterating Russia’s struggling military. Further, we could confront China and every other nation with a choice much like that George W. Bush gave the world after Sept. 11: You are either with us, or you are with Russia — you cannot be with both.
Russia’s use of a nuclear weapon would unarguably be a redefining, reorienting geopolitical event. Any nation that chose to retain ties with Russia after such an outrage would itself also become a global pariah. Some or all of its economy would be severed from that of the United States and our allies. Today, the West represents over half of the global G.D.P. Separating any nation from our combined economies could devastate it. The impact on Western economies could be significant, but the impact on the economies of Russia and its fellow travelers would be much worse. It could ultimately be economic Armageddon, but that is far preferable to nuclear Armageddon.
Together with our key NATO allies, we should develop and evaluate a broad range of options. I presume the president and the administration are already engaged in such a process. The potential responses to an act so heinous and geopolitically disorienting as a nuclear strike must be optimally designed and have the support of our NATO allies. Mr. Putin and his enablers should have no doubt that our answer to such depravity would be devastating.
Mitt Romney (@MittRomney) is a senator from Utah and was the Republican nominee for president in 2012.