Cine y TeatroCultura y ArtesObituarios

Muere Jeanne Moreau, la gran musa del cine europeo

Moreau, con Orson Welles, en ‘Campanadas a medianoche’. 

Actriz de François Truffaut, Louis Malle, Jacques Demy, Luis Buñuel, Michelangelo Antonioni, Joseph Losey, Orson Welles, Tony Richardson, Marguerite Duras y Rainer Werner Fassbinder. Ahí es nada. Estrella luminosa del mejor cine europeo de los años 60 y primera mitad de los 70, repitió en varias ocasiones con algunos de estos cineastas. La complicidad fue extrema con ellos y ellas. La modernidad de ese cine no sería lo mismo sin presencias tan atrevidas, cultas e inteligentes como la de Jeanne Moreau.

Este lunes nos dejó, a los 89 años. Fue encontrada muerta en su apartamento parisino. Welles, con quien trabajó en tres películas –’El proceso’ (1962), ‘Campanadas a medianoche’ (1965) y ‘Una historia inmortal’ (1968)– y una de las que el director dejó incompletas –’The deep’–, dijo de ella que era «la mejor actriz del mundo». Palabras mayores viniendo del ciudadano Kane. Tanto aprendió de sus directores que acabó dirigiendo ella misma un buen filme, ‘Lumière’ (1976), sentida relación entre dos amigas mecida por la música de Astor Piazzolla.

Nacida en París, en 1928, debutó en el cine en 1949, tras haberse curtido muy joven en los escenarios teatrales. Ya antes de explotar como una de las musas de la Nouvelle Vague, estuvo presente en ‘Touchez pas au grisbi’ (1954), una de las mejores películas de Jacques Becker, precisamente de los pocos directores franceses de posguerra reivindicados por las huestes de la Nueva Ola. Malle le daría cartas de nobleza con ‘Los amantes’ (1958); repetiría con el director en ‘Ascensor para el cadalso’ (1958), ‘Fuego fatuo’ (1963) y ‘¡Viva María!’ (1965).

Pero su primer verdadero éxito llegó de la mano de Truffaut con ‘Jules y Jim’ (1961). Ese mismo año, Antonioni dirigió a Moreau y Marcello Mastroianni en ‘La noche’, historia de una pareja en crisis que es un título fundamental de la modernidad cinematográfica de los 60. Un año después era la Eva del filme homónimo de Losey, con quien volvería a trabajar en ‘El otro señor Klein’ (1976) y ‘La truite’ (1982). Y en 1964, Buñuel la elegía para ‘Diario de una camarera’. Desde entonces, y hasta su trabajo póstumo en el 2015, ‘Le talent de mes amis’, una trayectoria impecable.

También cantó y grabó discos: la actriz-cantante en el cine francés es toda una tradición (añadamos a Brigitte Bardot, Anna Karina, Catherine Deneuve, Jane Birkin, Isabelle Adjani, Agnès Jaoui, Jeanne Balibar, Isabelle Huppert, Sophie Marceau, Julie Delpy, Chiara Mastroianni, Charlotte Gainsbourg y Emmanuelle Seigner). Su primer hito musical fue ‘Le tourbillon’, entonada en la banda sonora de ‘Jules y Jim’. Registró varios álbumes, entre ellos ‘Le comdamné à mort’ (2010), mano a mano con Etienne Daho y basado en textos de Jean Genet. En 1997 publicó el libro ‘Las plus belles chansons d’amour’, antología de sus canciones preferidas.

 

 

Su voz grave resultaba tan insinuante y desafiante como su gestualidad en la pantalla. Sin ser una belleza canónica, poseía un erotismo tamizado, una mirada  dulce o airada, un rostro que era un enigma: mujeres liberadas, burguesas en crisis existencial, heroínas románticas y mujeres fatales como la de ‘Eva’, uno de sus mejores trabajos. Es imposible olvidar su presencia con el cabello teñido de platino en ‘La bahía de los ángeles’ (1963) de Demy. No es extraño que en 1995 la revista ‘Empire’ la eligiera una de las 100 actrices más sexis de la historia del cine.

Tan dilatada (145 títulos entre cine y televisión) y estupenda carrera no se vería recompensada del todo: tan solo los premios a la mejor actriz en Berlín y Cannes por ‘Los amantes’ y ‘Moderato Cantabile’ (1960), de Peter Brook, respectivamente. Pero muchos para valorar su obra global: el León de Oro a toda su carrera en Venecia (1992), el Oso de Oro honorífico en Berlín (2000), la Palma de Honor en Cannes (2003) y el Premio Donostia en San Sebastián (1997).

Entre 1949 y 1951 estuvo casada con el guionista Jean-Louis Richard. De 1977 a 1979, con William Friedkin, aunque no llegaron a trabajar juntos; extraña relación, sin duda, pero conviene recordar que el director de ‘El exorcista’ siempre fue muy fan del cine europeo de autor. Se le reconocieron igualmente relaciones con Malle, Pierre Cardin y Tony Richardson.

Interés por el Holocausto

Moreau repitió como directora en dos ocasiones más: ‘L’adolescente’ (1979), un pequeño drama cuya acción transcurre en 1939, sobre el despertar sexual y los rumores de la guerra; y ‘Lillian Gish’ (1983), acercamiento documental a una de las estrellas femeninas del cine mudo estadounidense. También escribió el guión de ‘La sombra del pasado’ (2003), en torno a una joven francesa de origen judío que sobrevivió al Holocausto. El filme fue realizado por Marceline Loridan Ivens, superviviente de Auschwitz.

El Holocausto fue un tema recurrente en la obra de Moreau como demuestra su relevante presencia en ‘El otro señor Klein’, la película de Losey sobre el París ocupado y las primeras detenciones de judíos para ser enviados a los campos de exterminio.

Jeanne Moreau, en el Park Güell de Barcelona, en el 2003 /JULIO CARBÓ

Probó, como todas las actrices europeas de prestigio en aquellas décadas, la aventura en Hollywood: ‘El tren’ (1964), relato de ambiente bélico realizado por John Frankenheimer; el wéstern crepuscular ‘Monte Walsh’ (1970) de William Fraker, o ‘El último magnate’ (1976) de Elia Kazan, versión de la novela inacabada de Francis Scott Fitzgerald sobre un magnate hollywoodiense. Tampoco fue reacia del todo a trabajar en películas de género: ahí está su pequeño pero decisivo papel en ‘Nikita, dura de matar’ (1990), de Luc Besson.

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba