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Muere Lucía Bosé a los 89 años de coronavirus

La actriz, musa del neorrealismo italiano y español, ex esposa de Luis Miguel Dominguín y madre de una saga de artistas, muere en Segovia

En una de las última entrevistas concedidas por Lucía Bosé, hay una declaración que, leída desde ahora mismo, hasta impresiona. Decía la actriz del cabello azul a la revista ‘Vanity Fair‘ que la última vez que renovó el DNI, el hombre de la comisaría bromeó a su modo: «Como usted es inmortal, ¿qué fecha de caducidad quiere que le ponga?». Y ella respondió también a su manera: «Me puso el 1 de enero de 9999… Así que soy inmortal, oficialmente». Y ahí lo dejaba. Y, pese a todo, no le faltaba razón.

Este lunes la Sociedad de gestión de actores de la que era socia con número 2.265 confirmó que Lucía Bosé ha muerto en Segovia a causa del coronavirus, según confirma el Diario de Castilla y León. La actriz que debutara con Dino Risi y que junto a Michelangelo Antonioni viviera sus mejores y primerizos momentos en la profesión tenía 89 años. Ingresó en estado muy grave en el complejo hospitalario de Segovia el pasado jueves y, ante el empeoramiento de su estado de salud, fue sedada en la noche del domingo y fallecía en la mañana de este lunes, acompañada de algunos familiares, según dichas fuentes.

Madre de Miguel Bosé y Paola Dominguín, se casó con el torero Luis Miguel Dominguín en 1955. En España, además de por lo evidente de su matrimonio, fue conocida y reconocida por sus trabajos con Juan Antonio Bardem en ‘Muerte de un ciclista‘, y con Luis Buñuel en ‘Así es la Aurora’.

Hay otro entrecomillado que asusta y que viene justo a continuación. Es un comentario irónico, divertido… pero, ahora mismo, hasta tétrico. «¡Odio el beso español! ¡Lo detesto! Todo el mundo te besa y te achucha. En verano es incómodo porque te mueres de calor. En invierno es peligroso porque te pueden contagiar la gripe. De esto me di cuenta al llegar a España con el torero. Nosotros nunca nos besábamos. Yo era una mujer bastante fría, pero él lo era todavía más. Los hombres son poco cariñosos y los toreros aún menos». Y ahí, de nuevo, lo dejaba. El que la muerte sea precisamente por coronavirus da a la frase inocente un nuevo significado. Mucho más triste. Y cruel.

Repasar su filmografía se parece bastante a recorrer todo el nuevo cine italiano y parte de cualquier otro en su más amplia extensión. Y, sin embargo, siempre que tenía ocasión se declaraba y confesaba de paso. Nada iba con ella. Y de ahí, quizá, las largas pausas alejada de las cámaras pese a todo, pese al reconocimiento, pese a la fama, pese a la misma gloria.

El hecho de que su primer papel de importancia fuera de la mano del debut de Michelangelo Antonioni la marcó. Si, la filmografía del italiano de la pausa y el vacío corre de la mano de Monica Vitti, pero sólo a ella le correspondió el privilegio de encarnar a la primera de sus heroínas descarnadas, al límite de todos los abismos, en ‘Crónica de un amor’ (1950). Cuando más tarde diera vida a Clara Manni en ‘La señora sin camelias’, bien se podría decir que su suerte estaba echada. Algo había de ella en cada gesto de esa mujer desengañada profundamente del mundo del cine que le ha dado todo y nada le basta.

En 1955, año clave donde los haya, todo volvió a cambiar para la dependienta de una pastelería que un día de 1947 fuera Miss Italia. Entonces conoce España como nadie pudo nunca conocerla. Se casa con el torero de moda, Luis Miguel Dominguín, y lo hace primero en Las Vegas y luego en el altar. En el otro altar. Y es entonces cuando del nuevo cine de allí pasa a protagonizar el nuevo de aquí. Su papel en ‘Muerte de un ciclista‘ la convierte de pronto en musa de todo lo distinto, de todo lo por venir. Eso a la vez que es ella la que da la bendición, digámoslo así, a un Luis Buñuel recién aterrizado en Francia tras su ‘exilio’ mexicano. ‘Así es la aurora’ es la película y, apurando, la enésima consagración.

Y todo ello, mientras su vida empezaba a ser centro de casi todo. Miguel Bosé (como ella) y sus hijas Lucía y Paola Dominguín son el principio de la saga que vendría justo a continuación. Y tras ellos, diez nietos más entre los que se cuenta la modelo y tan musa como ella misma Bimba Bosé, fallecida en 2017.

Sea por lo que sea, tardó en regresar al cine. Pero cuando lo hizo no se privó de absolutamente nada. Ni de Fellini, con el que colaboraría en ‘Satiricón‘ (1969), ni de los hermanos Taviani (con ellos haría ‘Bajo el signo del escorpión’) ni de lo más acelerada y agriamente moderno de la siempre críptica y siempre revolucionaria Escuela de Barcelona. »Nocturno 29′, de Pere Portabella, es directamente el precipicio de todos los precipicios, la señal de autenticidad y riesgo que precisa un intérprete para convertirse en algo más: en puro mito con el pelo azul. De esta época, son papeles como los ofrecidos a Liliana Cavani en ‘L’ospite’ y a Margueritte Duras en ‘Nathalie Granger’. A ellas y a Basilo Martín Patino en ‘Del amor y otras soledades’. Todos ellos son trabajos poderosos, introspectivos y siempre al límite. El feminismo de la mano de los anteriores y de su papel en, por qué no, ‘La señora García se confiesa‘, de Adolfo Marsillach, bien podría ser esto. Esto mismo o ella misma.

Cuenta la innumerable crónica, la rosa y la azul, que vendría después que se refugió en el pueblo segoviano de Brieva y que allí se ha encontrado con los ángeles. En sentido figurado y perfectamente real (los coleccionaba). Y allí, sin duda y por la lírica, se puso de acuerdo con la eternidad. Y en eso, pese a pandemias y DNIs, sigue.

 

 

 

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