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Muertes oportunas

Así quedó el auto en el que viajaban Oswaldo Payá y su compañero de lucha Harold Cepero tras el accidente de tránsito en el que ambos perdieron la vida. (Archivo)
Así quedó el auto en el que viajaban Oswaldo Payá y su compañero de lucha Harold Cepero tras el accidente de tránsito en el que ambos perdieron la vida. (Archivo)

 

 

La muerte del mercenario mayor de estos tiempos, Yevgueni Prigozhin, ex jefe del Grupo Wagner, y su lugarteniente Dmitri Utkin, quienes sirvieran fielmente al ex coronel Vladímir Putin en muchas de sus tropelías hasta que quisieron morder al amo, sitúa en primer plano a los numerosos rivales del antiguo oficial de la KGB cuyas defunciones están envueltas en el misterio, tal y como ha pasado en otros países donde reina el despotismo, como Cuba.

Estas muertes hacen recordar a los muchos opositores de Putin que han perecido en raras circunstancias: Alexander Litvinenko, ex oficial del servicio de inteligencia ruso; Anna Politkovskaya, reportera que denunció crímenes de guerra cometidos por el ejército ruso en Chechenia; Boris Berezovsky, oligarca cercano a Putin, encontrado ahorcado en el baño, aunque los expertos determinaron que las heridas en su cuello eran compatibles con las de un asesinato.

El nuevo zar también tiene enemigos descuidados que caen por las ventanas, como Scot Young –socio de Berezovsky–, Pavel Antov, diputado de la Duma Estatal, y el presidente de la firma energética Lukoil, Ravil Magnanov, que murieron después de que declararon contra la invasión a Ucrania.

Estas muertes hacen recordar a los muchos opositores de Putin que han perecido en raras circunstancias

Por supuesto que el mandante ruso no es infalible. El agente Sergei Skripal fue encontrado envenenado en Londres junto con su hija. Alexei Navalny, su principal opositor en prisión, sobrevivió a dos intentos de envenenamiento que lo enviaron al hospital.

No es Putin el único favorecido por muertes inesperadas. En estos días, conversando con el profesor Roberto de Miranda, presidente del Colegio Independiente de Pedagogos de Cuba y ex prisionero político exiliado, comentó el número notable de presos políticos de la causa de los 75, durante la llamada Primavera Negra, que han muerto sin haber padecido enfermedades previas.

Miranda, quien goza de excelente memoria, dice que el primero que falleció fue Miguel Valdés Tamayo, que estaba con licencia extrapenal. Afirma que no padecía ninguna enfermedad y su muerte fue repentina. Antonio Villarreal murió solo en su casa de Miami, tras haber compartido con varios compañeros y, por su parte, José Luis López Tanquero fue encontrado muerto una mañana en el camión que trabajaba.

El más reciente de todos fue Nelson Molinet, encontrado muerto en un automóvil, sin antecedentes negativos de salud, y que fue un activista que se destacó por su firme actitud contra el totalitarismo insular y colaboró fuertemente en la organización de la Asamblea de la Sociedad Civil, que gestara la ex prisionera política, también de los 75, Martha Beatriz Roque Cabello.

Miranda sitúa la súbita muerte del médico Darcy Ferrer, notable luchador por la democracia y ex prisionero político, como otro suceso que favoreció al totalitarismo insular. Ferrer fue encontrado muerto una mañana en los estudios de un canal de televisión que estaba desarrollando.

Miranda sitúa la súbita muerte del médico Darcy Ferrer, notable luchador por la democracia y ex prisionero político, como otro suceso que favoreció al totalitarismo insular

Asevera el profesor Miranda que el premio Sajarov Oswaldo Payá y su compañero de lucha Harold Cepero sobrevivieron a su accidente pero llegaron muertos al hospital. Su defunción se suma al inexplicable fallecimiento de Laura Pollán, fundadora y líder hasta su muerte de las Damas de Blanco, dice Miranda. Agrega que a su propia esposa, Soledad Rivera Verdecía, también Dama de Blanco, le entregaron en Cuba un balón de oxígeno contaminado que le causó un paro cardíaco. Otros presos salieron de la cárcel con hepatitis C, muriendo en el exilio, como fue el caso de José Gabriel Ramón Cantillo.

Estas muertes convenientes se remontan a la década de los 50 del siglo pasado. Luis González Lalondri, en su libro Al borde de la muerte, acusa a Vilma Espín, dirigente castrista, de haber denunciado a Frank País a la policía del régimen de Fulgencio Batista. El más notable de estos sucesos fue la oportuna desaparición de uno de los sujetos que más contribuyó a la farsa castrista, Camilo Cienfuegos, quien según el comandante Jaime Costa, expedicionario del Granma y atacante del Moncada, fue asesinado por los Castro y Ernesto Guevara.

Tengamos presente que Ricardo Bofill siempre dijo que el esbirro mayor de Castro, José Abrahantes, fue asesinado en su celda, tal como aconteció con el prisionero político Rafael del Pino, compañero de Fidel en el Bogotazo en 1948, quien después de largos años de cárcel se ahorcó días antes de ser excarcelado. Y, por último, la muerte de dos notables figuras del exilio, Manuel Artime y Jorge Mas Canosa, dos líderes que murieron a mitad de sus vidas.

 

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