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Municipios e instituciones suecas rompen con China

Protestan contra las amenazas al Gobierno y a la prensa

En mayo de 1950, Suecia fue el primer país occidental en establecer relaciones diplomáticas oficiales con la República Popular China de Mao Zedong. En el 2010, los dos países conmemoraron con orgullo el 60.º aniversario de la efeméride. Diez años después, Suecia y China se encuentran sumidas en una crisis diplomática que hace tambalear sus relaciones bilaterales en todos los ámbitos. En las últimas semanas, varios ayuntamientos y otras instituciones han roto los acuerdos de colaboración que mantenían con ciudades chinas como protesta ante la creciente presión ejercida por la embajada china en Estocolmo sobre el Gobierno y los medios de comu­nicación suecos en un intento de acallar las críticas al régimen ­comunista.

Todos los problemas convergen en un nombre propio: Gui Minhai, un editor de origen chino con nacionalidad sueca que ha publicado libros con información personal sobre la élite gobernante de China, incluido el presidente Xi Jinping. La de­gradación de las relaciones ­entre los dos países empezó en el 2015, cuando Gui, residente en Hong Kong, desapareció misteriosamente estando de vacaciones en Tailandia y resurgió semanas después en China, detenido supuestamente por un delito de tráfico cometido una década atrás.

Estocolmo exige la liberación del editor Gui Minhai, de nacionalidad sueca y condenado a 10 años

A esta primera detención le han seguido más de cuatro años de confusión –sin poder salir de China y con varios periodos en prisión–, hasta que el martes pasado se hizo pública una sentencia de un tribunal chino que lo condena a diez años de cárcel por haber filtrado secretos de Estado a países extranjeros, lo que ha acabado de encender la indignación en Suecia. La mi­nistra de Exteriores, Ann Linde, que aseguró que ni siquiera tenían información en el Gobierno sobre un juicio contra Gui, volvió a pedir su liberación y añadió que Suecia está utilizando todos los canales diplomáticos disponibles para reunirse con él y brindarle apoyo consular. El martes, el secretario de Estado sueco convocó al embajador chino para hacerle llegar la protesta oficial.

Sin embargo, la respuesta por parte de China ha sido tajante: “Gui Minhai restableció su nacionalidad china en el 2018 después de solicitarlo a las autoridades competentes de este país y por iniciativa propia, por lo que su caso ha sido eliminado del archivo de casos consulares entre China y Suecia”. Esto es lo que sostiene la embajada china en Estocolmo en un comunicado, en el que subraya que el país asiático no reconoce la doble nacionalidad de sus ciudadanos.

Suecia, que ha pedido repe­tidamente la liberación del editor y librero, ha recibido ame­nazas en varias ocasiones, es­pecialmente desde la llegada en el 2017 del actual embajador, Gui Congyou, que ha mantenido una postura beligerante contra quienes critican las carencias democráticas de la República Popular.

Las tensiones escalaron a un nivel superior a finales del año pasado, cuando el embajador amenazó tanto al Gobierno sueco –por haber participado en la entrega simbólica de un premio a Gui Minhai en defensa de la ­libertad de expresión– como a los medios de comunicación. Fue la gota que colmó el vaso para muchos de los ayuntamientos que hasta el momento habían ­fomentado la colaboración con otras instituciones chinas.

Luleå y Vasterås son dos ejemplos de ciudades que en las últimas semanas han roto sus convenios: la Universidad de Luleå ha cancelado un proyecto de cooperación con el Instituto Confucio, una institución del Ministerio de Educación chino que tiene como objetivo pro­mover la lengua y la cultura del país asiático, mientras que Vasterås ha dado por terminado su hermanamiento con la ciudad de Jinan.

“La situación en China ha cambiado, la represión ahora es mayor”, argumentó el alcalde de Vasterås, Anders Teljebäck. Al menos cuatro municipios más han finiquitado sus acuerdos de cooperación con China, y ahora la atención se centra en Gö­teborg, ciudad hermanada con Shanghai desde los años ochenta. Varios partidos han pedido también romper cualquier relación institucional con China, ­pero la decisión se ha pospuesto hasta la primavera.

El trasfondo allí es mucho más delicado. Göteborg cuenta con un poderoso puerto industrial y alberga, además, la sede de ­Volvo, cuya filial de turismos es propiedad de la empresa china Geely desde hace diez años. En una entrevista en el periódico local Göteborgs-Posten , el embajador chino avisó de que terminar el acuerdo entre las dos ciudades “tendría consecuencias” y recomendó a los representantes políticos “pensarlo bien tres veces antes de actuar”.

 

 

 

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