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Navegar es difícil

Latinoamérica y la transición internacional

El mundo se encuentra en transición hacia un nuevo orden internacional, cuyas características no terminan de per larse. La incertidumbre y la amenaza de crecientes tensiones que afecten la estabilidad del sistema internacional impulsan la búsqueda de marcos interpretativos y de narrativas que, generalmente, abrevan en las experiencias del pasado y dejan en segundo plano amenazas y procesos contemporáneos más complejos, como la pandemia de covid-19, el cambio climático y los derroteros posibles de la globalización. La transición ocurre en un entorno internacional cambiante en el que la globalización ha introducido nuevos actores y ha engendrado nuevas narrativas para promover y legitimar sus intereses. Junto al desplazamiento del centro geoeconómico mundial del Atlántico a Asia-Pacífico, avanza una reconfiguración mundial de las relaciones y los equilibrios de poder, en la que se retoma la geopolítica como marco interpretativo. Se reactivan, en consecuencia, las visiones que combinan la geopolítica y la geoeconomía, y se renueva la importancia de las regiones como zonas de influencia de algunos de los principales protagonistas.

En este contexto, una visión esquemática pero aparentemente funcional para explicar los alcances de la disputa geoestratégica actual entre Estados Unidos y la República Popular China consiste en asimilarla a un concepto familiar, aunque obsoleto: la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Pese a las características distintivas de la disputa sino-estadounidense en términos de comercio, tecnología, capacidad militar y proyección internacional en un mundo globalizado, que contrastan con la confrontación eminentemente ideológica y militar entre el bloque soviético y Occidente en la segunda mitad del siglo xx, el tema de una “nueva guerra fría” ha dado pie a un extenso debate y a una abundante bibliografía. En esencia, las discusiones se centran en el grado en que la bipolaridad que impone la situación actual constituye un eje articulador de un nuevo orden internacional que condicionará la dinámica mundial de los próximos años.

Sin embargo, el debate entre académicos, formuladores de políticas públicas y funcionarios, con sus implicaciones en la política internacional —y los alcances de la disputa—, no se limita al ámbito de los dos principales protagonistas, sino que alcanza a otras regiones que, pese a su limitada relevancia estratégica en el sistema internacional, son proclives a narrativas e interpretaciones nostálgicas y limitadas para comprender y ubicarse en un complejo mundo en transformación. Latinoamérica es una de ellas.

ADIÓS WASHINGTON, HOLA BEIJING

Las repercusiones de la Guerra Fría en Latinoamérica dejaron una huella indeleble, y más en una coyuntura en la que aún se sentía el peso de la Doctrina Monroe y la región era vista como el “patio trasero” de Estados Unidos. A más de 30 años del colapso de la Unión Soviética y del fin de la Guerra Fría, en Latinoamérica —al igual que en ciertos sectores estadounidenses— perdura el recurso de imponer una etiqueta fácil a fenómenos complejos, y muchos analistas y formuladores de políticas públicas se inscriben rápidamente en el debate acerca de una “nueva guerra fría” entre China y Estados Unidos para explicar las reverberaciones de las tensiones y disputas en un mundo en transición. A partir de una idea predominantemente bipolar de este mundo y de percibir la competencia entre estas dos potencias como una transición hegemónica, se tiende a situar la región en medio de la disputa sino-estadounidense como eje ordenador de su futuro, sin analizar las nuevas complejidades del sistema internacional. De allí la proliferación de debates y posiciones referidas a equidistancias, no alineamientos y grados de autonomía —estratégica o no tanto— de los países latinoamericanos. Indudablemente, el auge y la creciente presencia de China en la región en las últimas 2 décadas contrastan con la ausencia y los vacíos geopolíticos que ha dejado Estados Unidos en el hemisferio a partir de la reorientación de sus prioridades estratégicas comenzada en septiembre de 2001.

La “negligencia estratégica” de Estados Unidos en la región se acentuó luego del fracaso del Área de Libre Comercio de las Américas en 2005, al priorizar la lucha contra el terrorismo en el Medio Oriente a costa de su presencia en el hemisferio, con la probable salvedad de su zona más cercana (México, Centroamérica y el Caribe), que mantuvo cierta importancia para Washington, especialmente en relación con los temas migratorios y el control del narcotráfico. Pero los vacíos que Washington fue dejando en Latinoamérica, tanto en términos de interés estratégico como de temas económicos, fueron ocupados progresivamente por la expansión china, sobre todo en Sudamérica, donde Beijing desplazó a Estados Unidos como principal socio comercial e inversionista, y como influyente actor en el ámbito diplomático con una sostenida estrategia de poder blando y una gradual marginación de la presencia diplomática de Taiwán.

China no solo ha fortalecido su proyección e influencia en Sudamérica, sino que también ha desplegado recientemente una creciente presencia en Centroamérica (desde Costa Rica y Panamá hasta Nicaragua, El Salvador y eventualmente Honduras), el “patio” más cercano de Estados Unidos. El Foro China-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda como una extensión “natural” y vertical de la proyección china en un principio centrada en Eurasia, junto con un intercambio comercial en aumento y abundantes inversiones y préstamos, han dado pie a que veinte países de la región se hayan adherido a la Iniciativa, ocho hayan solicitado su ingreso al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y las economías mayores hayan optado por asociarse estratégicamente con China. Cuando Joseph R. Biden llegó a la presidencia de Estados Unidos, prometió acrecentar la presencia de su país en la región, pero lo cierto es que apenas se ha impulsado una estrategia de asistencia y de inversión para contrarrestar la influencia china y recién comienza a tomar vuelo en el Congreso estadounidense la aprobación de la Ley de Oportunidades para Promover la Excelencia en Tecnología, Educación y Ciencia.

¿MÁS OPCIONES?

Pese a la irrelevancia estratégica de Latinoamérica, parecería que el impacto de la bipolaridad establecida por la disputa sino-estadounidense organiza también las opciones que se le presentan respecto de sus vinculaciones externas —incluyendo el campo tecnológico—, especialmente por el deterioro de su economía y los retrocesos en los procesos de integración regional y subregional durante y después de la pandemia. En este sentido, en una reciente revisión bibliográfica del periodo 2010-2020 realizada en un proyecto conjunto del Centro de Estudios Latinos y Latinoamericanos de la Universidad Americana y del grupo de expertos de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, se observa una tendencia a subrayar en los análisis la relación triangular Latinoamérica-China-Estados Unidos y, en algunos casos, a plantear, por una serie de razones estructurales, un desplazamiento de la dependencia económica y eventualmente geopolítica de la región hacia un más marcado vínculo centro-periferia con China.

Sin embargo, como explico junto con Wolf Grabendor en Actores extrarregionales y el (re)descubrimiento de América Latina (Icaria Editorial-Ediciones cries, 2021), son muchos los actores extrarregionales que “redescubren” la región, lo que amplía el campo de oportunidades para los países latinoamericanos y caribeños pero encubre procesos más complejos y diversificados. La interrogante clave es si en la transición del orden internacional nos enfrentamos a un mundo bipolar o multipolar o a una compleja combinación.

Rusia está de retorno en la región, particularmente en Cuba y Venezuela —lo que se ha hecho visible durante la crisis de Ucrania—, no solo desde un punto de vista geoestratégico, sino también como posible inversionista y socio comercial, como en el caso de Brasil (independientemente de su afiliación política, el presidente Jair Bolsonaro se ha mantenido en el grupo brics [Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica] y su agenda incluye una visita a Moscú) y de Argentina, cuyo Presidente visitó Moscú y Beijing recientemente, y luego de lograr el apoyo de Washington para una renegociación de su deuda con el Fondo Monetario Internacional se adhirió a la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda.

Algunos países de la Unión Europea (que está dedicada a alcanzar una “autonomía estratégica”) siguen siendo socios importantes de la región, pese a las rémoras y las reticencias mutuas que estorban el avance de un acuerdo entre la Unión y el Mercado Común del Sur. Con menos estridencia, Japón continúa siendo uno de los inversionistas más importantes en Sudamérica, y la India se suma como un socio comercial de creciente volumen en toda Latinoamérica. Todavía hay que mencionar a Irán, cuya presencia y participación en Nicaragua y Venezuela ha provocado un sin- número de reacciones, particularmente por los atentados contra la embajada de Israel y la Asociación Mutual Israelita Argentina y el asesinato del fiscal Alberto Nisman en Argentina.

CALIBRAR LA BRÚJULA

La presencia de estos actores a diferentes niveles y en distintas dimensiones en las relaciones internacionales y su vinculación con la dinámica geoeconómica y geopolítica de Latinoamérica ofrece un amplio espectro de oportunidades económicas, diplomáticas y tecnológicas en un mundo multipolar que va más allá de las opciones binarias.

La exacerbación y profundización de la disputa estratégica entre China y Estados Unidos forzará alineamientos y compromisos en la región, pero en el marco de una compleja transición del orden internacional y de la globalización se abren nuevas posibilidades para equilibrar y diversificar las relaciones de Latinoamérica, pese a su actual fragmentación y a su momentánea incapacidad de actuar colectivamente en un entorno internacional policéntrico y cambiante. Navegar en estas aguas requerirá una brújula que oriente en múltiples direcciones, sin tomar como únicos puntos cardinales a los protagonistas de una aparente “nueva guerra fría”.

 

ANDRÉS SERBIN es Presidente de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (cries) y autor de Eurasia y América Latina en un mundo multipolar (Icaria Editorial-Ediciones cries, 2019), de reciente publicación en ruso. Sígalo en Twitter en @andresserbin.

 

 

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