Ni Hugo, ni Maduro: ¡Washington!
Permítaseme el empirismo de describir a Venezuela como un petroestado: un estado cuyo ingreso principal, desde hace casi 100 años, es aquel derivado de la venta de petróleo. Venezuela es miembro fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y ha sido, históricamente, uno de los mayores productores de petróleo del hemisferio occidental. Se dice que cuenta con las mayores reservas del mundo, y su economía ha estado sujeta a los vaivenes relacionados con el precio del petróleo.
Los gobiernos anteriores al chavismo básicamente buscaron maximizar el ingreso. Primeramente, a través de políticas de inversión y fiscales favorables a empresas extranjeras, a lo cual le siguió la nacionalización de la industria petrolera en los años 70, y la apertura a principios de los 90. El objetivo siempre fue aumentar la producción, con lo cual incrementarían, en teoría, los ingresos. La estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) era una de las mayores y más productivas empresas del mundo. Una red de refinerías en el Caribe, EEUU y Europa permitió integrar verticalmente el negocio. Todo ello llevó a la Venezuela prechavista a obtener, de facto, un tratado de libre comercio con EEUU, históricamente su principal socio comercial. El abundante y aparentemente inagotable ingreso petrolero transformó a Venezuela en un petroestado, cuya clase política ha estado caracterizada por su galopante populismo.
Cuando Hugo Chávez llegó a la presidencia, el barril de petróleo estaba en menos de 10 dólares. Hugo entendió el poder asociado al rol de ser amo y señor de un petroestado. Por ello acabó pronto con la tradicional separación que existía entre clase política y petrolera. Los tecnócratas que fundaron, desarrollaron, y convirtieron a PDVSA en la joya de la corona fueron despedidos y suplantados en la empresa por leguleyos a quienes Hugo utilizó a su conveniencia. El aumento de los precios, cuya causa algunos apólogos quieren atribuir a Chávez, indudablemente le permitió incrementar el gasto público como nunca se había visto en Venezuela, y convertirse en el líder que el mundo conoció. El carisma y la retórica anti-yanqui, aunados a un chorro de petrodólares manejados irresponsablemente con absoluta discrecionalidad, le ganaron aliados a Hugo a nivel mundial.
Los precios del petróleo están cayendo. Ello se debe a una serie de factores, conocidos en la industria como fundamentals. Cualquier persona medianamente informada en el tema sabe que las economías de los mayores consumidores afectan la demanda. La oferta se ve afectada por otros factores, tales como nivel de producción de países productores, geopolítica, etc. Así, el ralentí de las economías china, brasileña y alemana, el virus del ébola, el avance del terrorismo en Siria e Iraq, la reactivación de producción y puertos en Libia, la explosión de la producción de esquistos en EE UU, el descuento de precios implementados por Arabia Saudita, los niveles de producción en Rusia, las políticas de la OPEP, el fortalecimiento del dólar, el aumento del nivel de reservas estratégicas, las posiciones de los fondos de inversión en el mercado… son algunos de los factores cuyo impacto se refleja en el precio del petróleo. Huelga decir que el presidente de un petroestado debe —por lo menos— estar al tanto de dicha dinámica. Pero no parece ser el caso de Nicolás Maduro, quien declaró hace poco que Washington —la administración de Obama es de suponer— era el culpable del descenso de los precios.
No hace falta ser un genio para saber que ni siquiera Obama tiene el poder de afectar, por ejemplo, los niveles de producción en Rusia. ¿Hemos de suponer que George W. Bush convenció a Chávez de despedir a miles de trabajadores de PDVSA para que terminasen emigrando a Canadá y Colombia a contribuir significativamente con el incremento de producción en esos países, lo cual efectivamente roba mercado a Venezuela? Los llamados urgentes a recortar la producción hechos por Venezuela, responsables del incremento de los precios a principios de la pasada década según los chavistas, no cuentan ya con la atención y apoyo de sus aliados en la OPEP. Agreguemos los miles de millones de dólares anuales (12.500 millones de dólares según ex-director de PDVSA) que el régimen venezolano malgasta en el subsidio a la gasolina —la más barata del mundo—, y el llamado bachaqueo (exportación ilícita de gasolina venezolana a Brasil, Colombia e islas del Caribe por mafias que cuentan con la venia y participación de militares venezolanos). ¿Es eso culpa de Washington también?
No le bastó a Hugo el haber recibido un ingreso mayor al combinado de todos los gobiernos de Venezuela del siglo XX. Por ello el régimen de su sucesor se encuentra en la preocupante situación de tener que hacer frente al pago de miles de millones de dólares por concepto de deuda adquirida en emisión de bonos. En lugar de implementar un programa de austeridad fiscal y ponerle coto a la corrupción, Maduro prefiere, por ejemplo, aumentar el salario mínimo en 15% y el sueldo a los militares en un 45%. ¿Por presiones de Washington, hemos de suponer?