No es no
Han pasado tres años y la situación es exactamente la misma pero al revés: el PSOE ha ganado las elecciones, pero no tiene una mayoría suficiente para superar la investidura
En el año 2016, tras la repetición electoral, en el PSOE se produjo uno de los debates más intensos y trascendentales de su historia reciente: apoyar o no a la fuerza más votada, el PP. Tras la imposibilidad de los socialistas de formar un gobierno alternativo, y tras una repetición electoral sin precedentes, en el PSOE empezaron a oírse voces que abogaban por no repetir las elecciones por tercera vez y permitir al PP gobernar en minoría. La presión de la gobernabilidad se tornó insoportable, pero no para el Partido Popular, que supuestamente tenía la responsabilidad de llegar a acuerdos y alcanzar la mayoría suficiente -más síes que noes en segunda votación-; se tornó insoportable para el PSOE, sobre quien recaía la responsabilidad de dejar gobernar a quien había ganado las elecciones. A pesar de las voces internas y las presiones mediáticas y fácticas, el por entonces secretario general del PSOE se negó a asumir la carga de dejar gobernar a quien venía a derrotar, considerando que a su izquierda le había salido un duro competidor, Podemos, que había hecho fortuna electoral asimilando al PP y PSOE como un mismo mal para el país. Así pues, Pedro Sánchez tomó la decisión de no apoyar al PP, popularizando la expresión “no es no”.
Tras tres años, la situación es exactamente la misma, pero al revés. El PSOE ha ganado las elecciones, pero no tiene una mayoría suficiente que le permita superar la investidura. Tiene en su mano formalizar acuerdos y pactos para alcanzar más síes que noes, pero transcurrido mes y medio de las elecciones generales, todavía no ha puesto en marcha ningún tipo de comisión negociadora. A duras penas, se inicia hoy la primera ronda de contactos tras el encargo del Jefe del Estado. El tiempo pasa, y el PSOE parece estar cómodo en una situación de pasividad y silencio que pretende poner el foco en la responsabilidad y sentido de Estado del PP. En esta situación, solo cabía esperar las primeras voces internas que respondieran a la llamada silente del PSOE. A nivel público, ha sido Esperanza Aguirre la primera en romper el fuego: “A mí no me parece nada mal que el PP se abstuviera en la votación (…) el PSOE se abstuvo para que gobernara Rajoy”. Declaraciones del pasado sábado noche convertidas en el punto de apoyo que necesitaban los socialistas para activar la palanca de la presión.
Casado en 2016: ‘Si el PSOE le sacara 52 escaños y 2,5 millones de votos al PP, no se entendería que bloqueáramos la investidura del líder socialista’
Un punto de apoyo que se hizo mayor con unas manifestaciones similares de la candidata popular al Gobierno de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, aunque luego ella misma matizara sus palabras, en una técnica de autoregate que empieza a ser abusiva. Una vez roto el tabú de la abstención popular, los socialistas pretenden volcar toda la responsabilidad de una posible repetición electoral sobre el PP. Solo tendrán que tirar de hemeroteca, sin ir más lejos, el 27 de julio del 2016, cuando el mismo Casado aseguraba en la televisión pública que el PP se abstendría llegado justo este momento: “Si la situación fuera la inversa, y el PP hubiera sido la segunda fuerza política y el PSOE le sacara cincuenta y dos escaños y dos millones y medio de votos, no se entendería que el PP bloqueara la investidura del líder socialista. (…) Espero, confío y tengo la esperanza de que Pedro Sánchez va a ser responsable». Voilà, escenarios que se hacen realidad.
Seguramente la única diferencia entre la situación de Pedro Sánchez en el 2016 y la de Pablo Casado en 2019 es la hemeroteca. El resto es exactamente igual. Ambos sufrieron la derrota histórica de sus partidos, pero pudieron consolidar la jefatura de la oposición. Ambos tienen una nueva y dura competencia en sus bloques ideológicos. Ambos pueden recuperar poder a pesar de los bajos resultados, negociando con otros en municipios y autonomías. Y ambos acaban de llegar al liderazgo de su partido legitimados por unas primarias bien competidas, pero mal resueltas internamente. El Partido Socialista finalmente se abstuvo para que Mariano Rajoy fuera investido presidente del Gobierno, pero no Pedro Sánchez, quien dimitió de esa responsabilidad. En los próximos meses vamos a ver cómo Pablo Casado escribe las primeras páginas de su manual de resistencia.