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«No estaba preparada»: Louise Glück sobre poesía, envejecimiento y un sorprendente premio Nobel

«Parecía extremadamente improbable que tuviera que lidiar con este evento en particular en mi vida.»

«Soy una persona muy sociable. El hecho de que no me gusten las entrevistas no significa que sea una reclusa», afirmó la poetisa Louise Glück al principio de nuestra entrevista.

 

 

Glück ha sido colocada en un lugar incómodo. El jueves 8 de octubre por la mañana, ganó el Premio Nobel de Literatura. Los periodistas hacían cola en la calle frente a su casa en Cambridge, Massachusetts. Su teléfono no había dejado de sonar desde las 7 a.m., una arremetida de atención que ella describió como «una pesadilla».

A estas alturas, Glück debería estar acostumbrada a la fama. En una trayectoria que ha durado más de cinco décadas ha publicado una docena de volúmenes de poesía y ha recibido prácticamente todos los premios literarios prestigiosos: El Premio Nacional del Libro, el Premio Pulitzer, el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros y la Medalla Nacional de Humanidades, entre otros.

Es venerada, tanto por los críticos literarios como por sus colegas, por sus versos sobrios, directos y confesionales.

«Su obra es como una conversación interna. Tal vez está hablando consigo misma, tal vez está hablando con nosotros. Hay una especie de ironía en ello», dijo su viejo amigo y editor, Jonathan Galassi, presidente de la editorial Farrar, Straus & Giroux (FSG). «Una cosa que es muy constante en sus escritos es esa voz interior. Siempre está evaluando la experiencia contra algún ideal que nunca se ajusta.»

Los últimos meses han sido difíciles para Glück, que está divorciada y vive sola, y estaba acostumbrada, antes de la pandemia, a cenar con amigos seis noches a la semana. Durante varios meses, en la primavera, luchó por escribir. Luego, a finales de este verano, comenzó a escribir poemas de nuevo, y terminó una nueva colección, titulada «Recetas de Invierno del Colectivo», que la FSG planea lanzar el próximo año.

«La esperanza es que si lo superas, habrá arte al final«, dijo.

Glück habló con The New York Times unas horas después de que se conociera la noticia de su Premio Nobel. A continuación, extractos editados de la conversación.

***

 

Louise Glück

 

¿Cómo se enteró de la noticia?

Esta mañana recibí una llamada como a las siete menos cuarto. Estaba despierta. Un hombre que se presentó como secretario de la Academia Sueca, dijo: «Llamo para decirle que ha ganado el Premio Nobel». No puedo recordar lo que dije, pero sí que sonaba sospechosa.

Pienso que no estaba preparada.

 

¿Cómo se sintió una vez que absorbió el hecho de que era real?

Completamente asombrada de que eligieran a una poeta lírica norteamericana blanca. No tiene sentido. Ahora mi calle está cubierta de periodistas. La gente sigue diciéndome lo humilde que soy. No soy humilde. Pero pensé, vengo de un país que hoy no es visto con cariño, y soy blanca, y hemos ganado todos los premios. Así que parecía extremadamente improbable que tuviera que lidiar con este evento en particular en mi vida.

 

¿Cómo ha sido su vida durante estos meses intensos y aislados durante la pandemia? ¿Has sido capaz de escribir?

Escribo muy erráticamente de todos modos, así que no es una disciplina constante. Había estado trabajando en un libro durante unos cuatro años, lo que me atormentaba. Luego, a finales de julio y agosto, inesperadamente escribí algunos nuevos poemas, y de repente vi cómo podía dar forma a este manuscrito y terminarlo. Fue un milagro. Los habituales sentimientos de euforia y alivio se vieron comprometidos por la existencia del COVID, ya que tenía que luchar con mi terror diario y las inevitables limitaciones en mi vida cotidiana.

 

¿De qué se trata la nueva colección?

Del desintegrarse. Hay mucho luto en el libro. Aunque también hay mucha comedia en el libro, y los poemas son muy surrealistas.

He escrito sobre la muerte desde el día uno. Literalmente cuando tenía 10 años ya escribía sobre la muerte; eso sí, aclaro que yo era una chica muy animada. Envejecer es más complicado. No es simplemente el hecho de que te acercas más a la muerte, es que las facultades con las que contabas – la gracia física, la fuerza y la agilidad mental – están siendo afectadas o amenazadas. Ha sido muy interesante pensar y escribir sobre ello.

 

Gran parte de su trabajo se basa en la mitología clásica y entreteje arquetipos míticos con versos contemporáneos más íntimos sobre los lazos y relaciones familiares. ¿Qué le atrae de esas figuras míticas, y cómo esas historias realzan lo que intenta explorar y comunicar a través de su poesía?

Todos los que escriben sacan sustento y combustible de los primeros recuerdos, y de las cosas que te cambiaron, te tocaron o te emocionaron en tu infancia. Mis padres, que eran unos visionarios, me leían los mitos griegos, y cuando pude hacerlo por mi cuenta, seguí leyéndolos. Las figuras de los dioses y los héroes eran más vívidas para mí que los otros niños de la cuadra, en Long Island. No era como si me estuviera inspirando sobre algo adquirido tarde en la vida para dar a mi trabajo algún tipo de barniz de erudición. Eran mis cuentos para dormir. Y ciertas historias se identificaban particularmente conmigo, especialmente Perséfone; he estado escribiendo sobre ella de vez en cuando durante 50 años.  Creo que estaba muy absorbida en una pugna con mi madre, como las chicas ambiciosas lo están a menudo. Pienso que ese mito en particular le dio un nuevo aspecto a esos conflictos. No quiero decir que fuera útil en mi vida diaria. Cuando escribía, en lugar de quejarme de mi madre, podía quejarme de Deméter.

 

Algunos han comparado su trabajo con Sylvia Plath y han descrito sus versos como confesionales e íntimos. ¿Hasta qué punto ha basado su obra en su experiencia personal y hasta qué punto está explorando temas humanos universales?

Uno siempre se basa en su propia experiencia porque es el material de su vida, empezando por la infancia. Pero yo busco la experiencia arquetípica, y asumo que mis luchas y alegrías no son únicas. Se sienten únicas a medida que las experimentas, pero no me interesa hacer que el foco de atención caiga sobre mí y mi vida particular, sino sobre las luchas y alegrías de los humanos, que nacen y luego se ven obligados a irse de este mundo. Creo que escribo sobre la mortalidad porque fue un terrible shock para mí descubrir en la infancia que uno no vive para siempre.

 

Ha experimentado con diferentes formas poéticas en el curso de su obra, aunque su voz ha permanecido inconfundible. ¿Ha sido un esfuerzo deliberado y consciente de obligarse a sí misma, intentando formas diversas?

Sí, todo el tiempo. Uno escribe para ser un aventurero. Quiero que me lleven a un lugar del que no sé nada. Quiero ser un extraño en un territorio. Una de las pocas cosas buenas que se pueden decir de la vejez es que se tiene una nueva experiencia. La merma que se siente no es la alegría más esperada por todos, pero esta situación trae consigo novedades. Y eso, para un poeta o escritor, es invaluable. Creo que siempre hay que sorprenderse y ser, en cierto modo, un principiante de nuevo, de lo contrario me aburriría hasta las lágrimas. Y ha habido momentos en los que he pensado,  «tú ya escribiste ese poema. Es un poema muy bonito, pero ya lo has escrito».

 

¿De qué manera siente que el envejecimiento le ha llevado a explorar un nuevo territorio como poeta?

Notas que has perdido un sustantivo aquí y allá, que tus frases desarrollan estas vastas lagunas en el medio, y tienes que reestructurar la frase o abandonarla. Pero el punto es que lo ves, y nunca antes había sucedido. Y aunque es sombrío y desagradable y es un mal presagio, sigue siendo, desde el punto de vista del artista, excitante y nuevo.

 

Su estilo ha sido descrito a menudo como sobrio y corto. ¿Es la voz que le llega naturalmente cuando escribe, o es algo que ha desarrollado y pulido?

Corto a veces, sí. A veces escribo en forma de conversación. No trabajas con una voz. La frase encuentra una manera de hablar por sí misma. Esto suena tan Délfico. Es algo difícil de discutir, una voz. Creo que me fascina la sintaxis y siempre sentí su poder, y los poemas que más me han conmovido no fueron los más opulentos verbalmente. Eran poetas como Blake y Milton, cuya sintaxis era asombrosa, por la forma en que el énfasis se desplegaba.

 

Enseña en Yale y ha mencionado cómo la enseñanza le ha ayudado a superar las dificultades al escribir. ¿Cómo le ha moldeado la enseñanza como escritora?

Constantemente te bañas en lo inesperado y lo nuevo. Uno tiene que reorganizar sus ideas para poder extraer de los estudiantes lo que les excita. Mis estudiantes me sorprenden, me deslumbran. Aunque no siempre he podido escribir, siempre he podido leer lo que escriben los demás.

 

Muchas gracias por su tiempo. ¿Hay algo más que quiera añadir?

Si consideras el hecho de que empecé esta entrevista sin ganas de decir algo, y luego hablé hasta la saciedad, no, no se me ocurre nada más. La mayor parte de lo que tengo que decir con verdadera urgencia sale en los poemas, y el resto es sólo entretenimiento.

 

Alexandra Alter escribe sobre el mundo editorial y literario. Antes de unirse a The New York Times en 2014, cubrió libros y cultura para The Wall Street Journal. Antes de eso, informaba sobre religión, y el ocasional huracán, para The Miami Herald.  @xanalter

 

Traducción: Marcos Villasmil

 

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NOTA ORIGINAL:

The New York Times

‘I Was Unprepared’: Louise Glück on Poetry, Aging and a Surprise Nobel Prize

 

Alexandra Alter –

“It seemed to be extremely unlikely that I would ever have this particular event to deal with in my life.”

 

“I’m a very sociable person. The fact that I dislike interviews doesn’t mean I’m a recluse,” the poet Louise Glück said early on in our interview.

Glück had been put in an uncomfortable spot. On Thursday morning, she won the Nobel Prize in Literature. Journalists were lining the street outside her home in Cambridge, Mass. Her phone hadn’t stopped ringing since 7 a.m., an onslaught of attention she described as “nightmarish.”

By now, Glück should be accustomed to acclaim. In a career that has lasted more than five decades, she has published a dozen volumes of poetry and received virtually every prestigious literary prize: The National Book Award, the Pulitzer Prize, the National Book Critics Circle Award and the National Humanities Medal, among others.

She’s revered by literary critics and her peers for her spare, direct and confessional verses.

“Her work is like an inner conversation. Maybe she’s talking to herself, maybe she’s talking to us. There’s a kind of irony to it,” said her longtime friend and editor, Jonathan Galassi, the president of Farrar, Straus & Giroux. “One thing that’s very constant in her work is that inner voice. She’s always evaluating experience against some ideal that it never matches.”

The past few months have been trying for Glück, who is divorced and lives alone, and was accustomed to dining out with friends six nights a week before the pandemic. For several months in the spring, she struggled to write. Then, late this summer, she started writing poems again, and finished a new collection, titled “Winter Recipes From the Collective,” which FSG plans to release next year.

“The hope is that if you live through it, there will be art on the other side,” she said.

Glück spoke to The Times a few hours after the news of her Nobel Prize broke. Below are edited excerpts from the conversation.

 

How did you first hear the news?

This morning I got a phone call at something like quarter to seven. I was just awake. A man who introduced himself as the secretary of the Swedish Academy, he said, “I’m calling to tell you you’ve won the Nobel Prize.” I can’t remember what I said, but it had some suspicion in it.

I think I was unprepared.

How did you feel once you absorbed that it was real?

Completely flabbergasted that they would choose a white American lyric poet. It doesn’t make sense. Now my street is covered with journalists. People keep telling me how humble I am. I’m not humble. But I thought, I come from a country that is not thought fondly of now, and I’m white, and we’ve had all the prizes. So it seemed to be extremely unlikely that I would ever have this particular event to deal with in my life.

What has your life been like during these intense and isolating months during the pandemic? Have you been able to write?

I write very erratically anyway, so it’s not a steady discipline. I’ve been working on a book for about four years that tormented me. Then in late July and August, I unexpectedly wrote some new poems, and suddenly saw how I could shape this manuscript and finish it. It was a miracle. The usual feelings of euphoria and relief were compromised by Covid, because I had to do battle with my daily terror and the necessary limitations on my daily life.

What is the new collection about?

Falling apart. There’s a lot of mourning in the book. There’s also a lot of comedy in the book, and the poems are very surreal.

I’ve written about death since I could write. Literally when I was 10, I was writing about death. Yeah, well, I was a lively girl. Aging is more complicated. It isn’t simply the fact that you’re drawn closer to your death, it’s that faculties that you counted on — physical grace and strength and mental agility — these things are being compromised or threatened. It’s been very interesting to think about and write about.

A lot of your work draws on classical mythology and weaves together mythic archetypes with more intimate contemporary verses about family bonds and relationships. What draws you to those mythic figures, and how do those stories enhance what you are trying to explore and communicate through your poetry?

Everybody who writes draws sustenance and fuel from earliest memories, and the things that changed you or touched you or thrilled you in your childhood. I was read the Greek myths by my visionary parents, and when I could read on my own, I continued to read them. The figures of the gods and heroes were more vivid to me than the other little children on the block in Long Island. It wasn’t as though I was drawing on something acquired late in life to give my work some kind of varnish of learning. These were my bedtime stories. And certain stories particularly resonated with me, especially Persephone, and I’ve been writing about her on and off for 50 years. And I think I was as much caught up in a struggle with my mother, as ambitious girls often are. I think that particular myth gave a new aspect to those struggles. I don’t mean it was useful in my daily life. When I wrote, instead of complaining about my mother, I could complain about Demeter.

Some have compared your work to Sylvia Plath and described your verses as confessional and intimate. To what extent have you drawn on your own experience in your work, and to what extent are you exploring universal human themes?

You always draw on your own experience because it’s the material of your life, starting with your childhood. But I look for archetypal experience, and I assume that my struggles and joys are not unique. They feel unique as you experience them, but I’m not interested in making the spotlight fall on myself and my particular life, but instead on the struggles and joys of humans, who are born and then forced to exit. I think I write about mortality because it was a terrible shock to me to discover in childhood that you don’t get this forever.

You’ve experimented with different poetic forms in the course of your career, though your voice has remained distinct. Has that been a deliberate, conscious effort to push yourself by trying different forms?

Yes, all the time. You’re writing to be an adventurer. I want to be taken somewhere I know nothing about. I want to be a stranger to a territory. One of the few good things to say about old age is that you have a new experience. Diminishment is not everybody’s most anticipated joy, but there is news in this situation. And that, for a poet or writer, is invaluable. I think you have always to be surprised and to be, in a way, a beginner again, otherwise I would bore myself to tears. And there have been times when I have, when I’ve thought, you know, you wrote that poem. It’s a very nice poem, but you already wrote it.

In what ways do you feel aging has led you to explore new territory as a poet?

You find yourself losing a noun here and there, and your sentences develop these vast lacunae in the middle, and you either have to restructure the sentence or abandon it. But the point is, you see this, and it has never happened before. And though it’s grim and unpleasant and bodes ill, it’s still, from the point of view of the artist, exciting and new.

Your style has often been described as spare and pared down. Is that the voice that comes to you naturally when you write, or is it something that you’ve developed and polished?

Pared down sometimes, yeah. Sometimes I write conversationally. You don’t work on a voice. The sentence finds a way to speak itself. This sounds so Delphic. It’s a hard thing to discuss, a voice. I think I am fascinated by syntax and always felt its power, and the poems that moved me most greatly were not the most verbally opulent. They were the poets like Blake and Milton, whose syntax was astonishing, the way emphasis would be deployed.

You teach at Yale and have spoken about how teaching has helped you through difficulties you’ve confronted in your own writing. How has teaching shaped you as a writer?

You’re constantly being bathed in the unexpected and the new. You have to rearrange your ideas so that you can draw out of your students what excites them. My students amaze me; they dazzle me. Though I couldn’t always write, I could always read other people’s writing.

Thank you so much for your time. Is there anything else that you’d like to add?

If you consider the fact that I started out by wanting to mention nothing, and then I talked my head off, no, I can’t think of anything. Most of what I have to say of any real urgency comes out in poems, and the rest is just entertainment.

 

Alexandra Alter writes about publishing and the literary world. Before joining The Times in 2014, she covered books and culture for The Wall Street Journal. Prior to that, she reported on religion, and the occasional hurricane, for The Miami Herald. @xanalter

 

 

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