No lo decimos nosotros: lo dicen ellos
"Queremos hacer un recuento de las opiniones de algunas de las personas que conocen a Trump de cerca, y que han trabajado junto a él en estos últimos cuatro años (...) que no son precisamente 'comunistas'".
Mientras más se acerca el día de las elecciones estadounidenses, más venezolanos – dentro y fuera de los Estados Unidos – han decidido apoyar públicamente la candidatura de Joe Biden. Este simple hecho – declarar abiertamente la propia preferencia política – ha puesto en marcha otra de esas escaladas de odio que son ya el plato típico de Twitterzuela. Uno de los casos más populares fue el de las declaraciones de Érika De La Vega en el programa de televisión de Cala, burdamente manipuladas y sacadas de contexto por más de un blog – de esos que, desde lejos, huelen a laboratorio – y, para más inri, por las hermanas Morillo.
El resultado es también ya un clásico: a De La Vega, como a todo aquel que no apoye la candidatura republicana, se le acusa de “comunista,” sea lo que sea que eso signifique en ese sector del imaginario criollo. La respuesta de De La Vega fue, en nuestra opinión, magistral. Edgar Ramírez – nuestro Edgar, lo más cercano a la realeza que tenemos los venezolanos – en una sesuda entrevista concedida a GQ México, explicó que Trump “utiliza la democracia para desmantelar la democracia”. Curiosamente, en más de una ocasión, el chavismo ha sido descrito como una “dictadura constitucional”. La respuesta de Twitterzuela fue automática, instintiva diríamos, y el tachirense más grande de Hollywood pasó a ser otro comunista del montón.
Una cosa parece ser clara: para el twitterzolano trumpista – esa subespecie digital del magazolano estadounidense – no importa cuán bien argumentada esté la posición política de sus compatriotas demócratas, ni si viven o no en este lado del Río Grande, ni si en Estados Unidos es aún relativamente viable – cada vez menos, eso sí – apoyar abiertamente a un candidato y no a otro. El resultado va a ser siempre el mismo: “¡Comunista, comunista!”.
Es así como decidimos entonces no ocuparnos de argumento alguno – por preclaro que sea – que haya salido de una boca venezolana. En cambio, queremos hacer un recuento de las opiniones de algunas de las personas que conocen a Trump de cerca, y que han trabajado junto a él en estos últimos cuatro años. Es posible que algunos paladares encuentren esta aproximación al asunto un tanto más comestible.
El General John Kelly fue, durante casi dos años, el Chief of Staff de Donald Trump. Este cargo – Jefe del despacho – es quizá la posición más importante en la Casa Blanca después de la del propio presidente. Es la persona que funciona como filtro e interlocutor entre el presidente y el resto del mundo político.
Es, por la naturaleza propia de su trabajo, la persona que pasa más tiempo junto al presidente. Fue el General John Kelly, no Érika De La Vega, quien recientemente dijo, refiriéndose a Donald Trump: “ La profundidad de su deshonestidad me sorprende. La deshonestidad, la naturaleza transaccional de cada relación, es lo más patético de todo. Es la persona más defectuosa que he conocido en mi vida”.
John Bolton fue el asesor de seguridad nacional de Donald Trump. No es cualquier cosa. Se trata de uno de los cargos más importante del gabinete. Basta recordar a Condoleeza Rice o a Colin Powell, quienes han ocupado ese cargo en administraciones previas, para entender de qué estamos hablando. Bolton fue, además, quizá el personaje más interesado e involucrado en el tema Venezuela de toda la administración de Trump. Y es él quien explicó que la razón del fracaso de la política estadounidense a propósito del asunto es responsabilidad del propio Trump, quien sólo entiende la política exterior en términos transaccionales, para beneficio propio, como garantía de reelección. Es Bolton quien señala, además, que después de una llamada con Putin, Trump dijo que Guaidó era “débil,” y que Maduro era un tipo “inteligente y duro”.
Parece claro que la fascinación de Trump con los “líderes supremos,” los tipos duros de la política mundial (Xi Jinping, Vladimir Putin, Kim Jong Un) no es cosa casual. No debería sorprender a nadie que, de ser reelecto – es decir, una vez que Florida pierda importancia – Trump hiciera con Maduro lo mismo que ha hecho con otros dictadores: reunirse con ellos con algún pretexto y terminar dándoles una bocanada de legitimidad. Bolton ha dicho que Trump es un hombre “ errático y terriblemente desinformado,” de modo que un cambio de timón no es para nada improbable, especialmente en un segundo período, que causaría un daño – de nuevo, en palabras de Bolton – “ mucho más profundo”. De nuevo, estas son palabras de un funcionario escogido a dedo por Donald Trump.
Otros exfuncionarios de la administración Trump – que no son precisamente ni venezolanos ni comunistas – tienen opiniones similares. Rex Tillerson, quien fuera el primer Secretario de Estado de Trump, terminó diciendo que el presidente es “ un idiota” que “ carece de disciplina, no le gusta leer, y trata siempre de actuar al margen de la ley”.
Olivia Troye, quien fue asesora del vicepresidente Pence, dijo que el presidente ya sabía en febrero el tremendo impacto que la pandemia de covid-19 podría llegar a tener en el país, pero que “ no quería escuchar nada al respecto, porque su única preocupación era la reelección”. Esto fue más que suficiente para que una funcionara republicana de carrera – no una venezolana “comunista” – terminara declarando públicamente su apoyo a la candidatura de Joe Biden.
Miles Taylor, el anterior Chief of Staff del departamento de seguridad nacional de la administración, es hoy uno de los más arduos críticos de Trump. Refiriéndose a sí mismo y a otros de sus colegas que ya no trabajan en esta administración, declaró: “Estuvimos en la misma oficina, con él. Vimos todo lo que ocurrió. Y creemos que el carácter y la conducta del presidente lo hacen inadecuado para el cargo”.
Pero de todos los comentarios de los antiguos asesores de Trump, el que resulta más preocupante es del anterior Ministro de Defensa de Donald Trump, el General Jim Mattis. Mattis renunció a su cargo en el 2018, a modo de protesta ante la irresponsable política de Trump a propósito de Siria al traicionar a los kurdos, aliados históricos estadounidenses en la guerra contra del terrorismo. El General Mattis no duda en llamar a Trump “una amenaza a la constitución americana” diciendo, literalmente, que “ Donald Trump es el primer presidente en mi vida que no intenta unir al pueblo estadounidense. Ni siquiera pretende intentarlo. En cambio, trata de dividirnos”.
Estos comentarios del exministro de defensa van de la mano con las declaraciones del General Mike Mullen, quien fue Chairman del Joint Chief of Staff – esto es, jefe del ejército americano – hasta finales del 2019. En su carta abierta titulada “ no puedo mantener mi silencio ,” lanza una dura crítica a Donald Trump por politizar al ejército, al ordenarlos a disolver una protesta pacífica para que el presidente pueda tomarse una foto, biblia (volteada) en mano, frente a una iglesia (a la que nunca ha entrado).
Trump es, sin duda, un fenómeno único en la política estadounidense, pero dista de ser una novedad en el panorama mundial. Lo novedoso es que prácticamente todos los funcionarios de alto cargo que han abandonado sus puestos en esta administración – bien porque renunciaron, bien porque fueron despedidos – han dado declaraciones semejantes, en el mismo tono, señalando los mismos problemas. Donald Trump, está claro, no es un presidente normal. Las instituciones democráticas estadounidenses se han debilitado notablemente durante su presidencia, y es ingenuo suponer que un segundo período tendría un efecto diferente. No lo decimos nosotros, los “comunistas:” lo dicen ellos.