Nora Ephron, menos es más
Acaba de publicarse ‘No me acuerdo de nada’, donde la escritora norteamericana lo recuerda todo. Cada una de sus palabras vale su peso oro, pulida a mano y lentamente
Pertenezco a los devotos del minimalismo. Aquellos que defienden el menos es más en lo que dicen, en lo que hacen y, si me apuran, en cómo lo hacen. Se equivocan quienes creen que esta ‘sobriedad’ es aburrida, sosa, carente de brillantez. Les voy a explicar la fórmula: para llegar al grano antes se ha trillado mucha paja, se ha desbrozado el bosque (si es preciso, a machetazos)… En este minimalismo hay más magia, más fiesta y sentido del humor que en todas las alharacas de aquellos que quieren demostrar a fuerza de parafernalia no se sabe muy bien el qué. Ustedes se preguntarán por qué me ha dado a mí por esta causa. Se lo aclaro sin más preámbulos y para no caer en la trampa de dar vueltas a la peonza y marear la perdiz, cláusulas mayores de aquellos no tan afines a esta selección natural.
Libros del Asteroide acaba de publicar una suerte de escritos de última hora de Nora Ephron (murió de cáncer a los setenta y un años) con el título de ‘No me acuerdo de nada’. No podía arrancar mejor. Recuerden aquel refrán tan español de ‘uno vale más por lo que calla que por lo que habla’. Cada palabra de Nora Ephron vale su peso oro, pulida a mano y lentamente; escogida como aguja en el pajar.
Ella fue una periodista -pionera en reivindicar a las mujeres en esta profesión cuando era solo cosa de hombres, y aquí lo cuenta-, guionista y directora de cine. Para no abundar en referencias, quédense con una de sus películas, ‘Cuando Harry encontró a Sally’, y con una de sus escenas (ya míticas en la historia cinematográfica), la de Meg Ryan simulando un orgasmo delante de Billy Cristal en una cafetería. Entre las mejores de todos los tiempos.
Nora Ephron repasa su vida, y todos sus asuntos, en ‘No me acuerdo de nada’. En ese olvido lo recuerda todo, con la elegancia de una narración tan esencial que se ríe (sonríe) de todo, de todos y, sobre todo, de ella misma. Para este ejercicio hacen falta unas alforjas bien llenas de sabiduría y de saber estar en la vida.