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Notas sobre la crisis actual de Venezuela

La crisis venezolana: el dolor de cabeza de Latinoamérica | Caleidoscopio Humano

 

Los que están siempre de vuelta de todo, son los que no han ido nunca a ninguna parte

Antonio Machado 

 

 ¿Qué será de nosotros me interrogaba con angustia una colega abogada? ¿Qué va a pasar con este forcejeo que se viene desarrollando entre el presidente Trump y quienes gobiernan el país? ¿Hasta cuándo va a subir el dólar frente al bolívar, me preguntó un amigo que vive en los Valles del Tuy? Y agregó, entre pasaje y comida tengo que escoger y a menudo tengo las ollas boca abajo y no sé qué hacer. 

Hemos escrito antes denunciando que vivimos la crisis perfecta por decir que la disfunción que conocemos los conciudadanos es sistémica y omnipresente. No hay ningún escenario en la rutina vivencial de los coterráneos que no esté sumida en una perlesía o, en un barrial, un atolladero en el que estamos pegados, apenas podemos gesticular y, lo que es peor, no se vislumbran soluciones. 

Empero, si bien la precarización se torna existencial, no es en ella donde obra la peor cara de esta crisis en la que moramos. Mas bien cabe acudir a Bachelard y a Morin para encontrarla y, se trata de la más completa incertidumbre. 

La noción de crisis puede verse como un momento de ruptura o como un hito que detona un cambio de paradigmas y desemboca en otra construcción de la realidad y de la normalidad. No obstante, ese ínterin a veces largo, pleno de indecisión, insatisfacción, negación en lo que hay y la indisponibilidad de un instrumental sustitutivo en paralelo, quizá puede derivar en una orientación negativa o positiva si apunta y fragua una creación. Al respecto, recordé a Gramsci, releí a Paul Ricoeur, pero cabe agregar, toda crisis se acompaña de complejidad. 

¿Cuánta complejidad nos fagocita, nos disuelve en una y otra situación que no atinamos a controlar y en ocasiones, ni siquiera a comprender? 

¿Podemos acaso adelantar un criterio, predecir, asumir desde la normalidad lo que se espera, se tiene, se quiere? ¿Normalidad, qué es normalidad ahora? 

Mas allá de lo materialmente evidente dentro de la problemática en que habitamos, la penuria, los servicios de agua, luz, gas, gasolina, insumos hospitalarios, la inseguridad, el miedo, la desesperanza y la fragilidad de cualquier ejercicio o ensayo de concebir una perspectiva racional, obra un velo que nos opaca la mente y el corazón. Ni siquiera la verdad es enteramente convincente porque se conoce entre fracturas, espejismos y quebrantamientos de la fenomenología que al mismo receptor que somos, se le hace esquiva, aporética, eventualmente absurda. 

Volviendo a Morin, El pensamiento complejo nos ayuda a afrontar el error, la ilusión, la incertidumbre y el riesgo”. Para decirlo en palabras sencillas, hay que abrirnos y atrevernos a captar entre lo que concluimos por el ejercicio de la razón y recurrir a una búsqueda mayor que abarque más de lo que inferimos y deducimos y convoque nuestras intuiciones y la holística de nuestra imaginación venga a apoyarnos.  

Nuestra crisis se nutre de nuestra incapacidad para superar la perplejidad en que ser y tiempo están sumidos. ¿Dónde estamos y que somos ahora?  El Dasein de Heidegger. 

Mario Briceño Iragorri, en ese importante texto, “Mensajes sin destino”, señala que los venezolanos asumimos nuestra existencia señalando cada coyuntura como una crisis y hacemos y creo parafrasearlo, uso y abuso del vocablo y de su significación. Empero, ahora más que nunca afirmo yo, modestamente convencido de que sí estamos ante una crisis de complejidades críticas.  

Urge despuntar con otra narrativa, diferente a la que ha prevalecido y dictada por el liderazgo del régimen. Gran carencia esta para aquellos que yacen en una única visión, sin moverse, postrados, sin impulso. Vienen a mi memoria las Memorias de Ultratumba, de Chateaubriand que ya cité en otra oportunidad pero que cabe nuevamente evocar: “Se pretende hoy que los sistemas están agotados, que en política damos vuelta en torno a nosotros mismos, que los caracteres se desdibujan y los espíritus están cansados.  

Que no hay nada que hacer, nada que encontrar, que ningún camino se abre, que el espacio está cerrado. 

Sin duda, cuando se permanece en el mismo lugar, es el mismo circulo de horizonte que gravita sobre la tierra, pero avancen, atrévanse a desgarrar el velo que los cubre y miren, si no tienen miedo y no prefieren cerrar los ojos…”  

El drama cubano consiste precisamente en esa parálisis. Algunos se hicieron viejos a medida que la revolución envejecía y se secaron con ella entre lágrimas. Otros intentaron una salida permaneciendo sin embargo adentro, tratando de aprovechar los atajos y espacios que la fatuidad de los anuncios y marquesinas de la revolución, dejaban sin acometer realmente, como lagos inocuos, falaces, tristes y también, hubo y habrá los que a diario sobreviven, esperan, sienten que la implosión es inevitable y ocurrirá, más tarde o más temprano. 

Allá, a esa deletérea latitud nos está llevando la revolución chavomaduristamilitaristacastristaideologista, con el legado de todos sus fracasos y el avío del miedo, por supuesto. Exhausta de pensamiento, palabras y obras. Con la fuerza que obliga, sin embargo, manu militari en esencia porque, ya saben que no persuaden ni convencen; entonces desfiguran y suprimen el ser ciudadano, al interlocutor, al otro, en suma, sin admitir ningún ademán que suponga empatía. 

Como dijimos antes, no obstante, las crisis pueden ser fecundas, productivas, creadoras y la faena que nos toca frente al burel es lidiarlo, sin fruslerías, con inteligencia, carácter, paciencia y coraje. ¡De eso se trata!  

 

Nelson Chitty La Roche, @nchittylaroche, nchittylaroche@gmail.com 

 

 

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