Nuevo boom de los autos soviéticos en Cuba
Aquellos vehículos (Ladas, Moskvitch…) que llegaron a costar menos de 6 mil dólares hace apenas diez años, han vuelto a cobrar valor en Cuba
LA HABANA, Cuba. – Los autos soviéticos de los años 80, aquellos que llegaron a costar menos de 6 mil dólares hace apenas diez años, han vuelto a cobrar valor en Cuba, quizás como resultado de la poca demanda de los llamados “almendrones” que, a pesar de haber sido fabricados la mayoría entre las décadas de los años 40 y 50 del pasado siglo, antes de la ofensiva del gobierno contra los llamados “boteros” (taxistas privados), alcanzaron precios de venta sobre los 15 mil dólares, en tanto autos como los Fiat polacos (llamados popularmente “polaquitos” o “polquis”) llegaron a costar entre 800 y 2 mil, cuando no estaba permitido el traspaso de propiedad de los automóviles, una de las tantas prohibiciones absurdas que, entre otras cosas, buscaban mantener concentrados los “privilegios” (entiéndase por estos el comprar una casa, un auto o viajar al extranjero) en un grupo de ciudadanos “ejemplares”, casi siempre miembros del Partido Comunista.
Por un Plymouth o un Chevrolet de los años 50, remotorizados y sin conservar sus partes originales, hoy pocos pagan más de 12 mil dólares, una suma demasiado alta no solo porque el auto ya sobrepasó su tiempo de explotación (y en cualquier otro país sería considerado chatarra) sino por el contexto económico cubano en crisis donde los ingresos mensuales de una familia de trabajadores profesionales apenas rebasan los 100 dólares, cuando se es bien afortunada.
Mientras el gran negocio de hace un par de años atrás fue invertir en un auto viejo “americano”, en estos momentos la tendencia es a deshacerse de tales artefactos o cambiarlos, incluso con “un vuelto por encima” (el auto más una suma compensatoria) por otra “reliquia” soviética pero de esas que han sido restauradas con partes nuevas traídas directamente desde Moscú o ya desde Panamá, un negocio floreciente en tanto aumentan el llamado “turismo de compras” y las “mulas”, ahora especializadas en esto de los recambios, al tener en cuenta el número de automóviles de la era soviética que aún conforman el parque automotor en la isla.
Aunque casi todos los carros con más de diez años de explotación que circulan en nuestras carreteras, ya soviéticos, europeos, asiáticos o estadounidenses, son verdaderos Frankensteins que en el exterior son una cosa y el interior varias más, incluso hasta más allá de los límites del surrealismo, con el llamado “experimento” en el transporte de pasajeros, la malintencionada oleada de inspecciones técnicas que sacaron de circulación a más de la mitad de los “almendrones” más la ampliación de las cooperativas de taxis ruteros, han sido los “almendrones” los únicos “condenados a muerte”, primero por ser declarados principales culpables del robo de combustible que se ha vuelto una epidemia en la isla y, segundo, como castigo ejemplarizante por haber protagonizado sus dueños una de las más sonadas huelgas “silenciosas” o de “brazos cruzados” cuando el gobierno, mediante el acorralamiento legal, intentara hacerse con una parte del negocio, algo que finalmente logró con la creación de las cooperativas de ruteros y el acaparamiento de la totalidad de las rutas que anteriormente cubrían los privados.
Dicho experimento, reconocido como “fallido” por el propio Ministerio del Transporte, que aun así no prevé la “rectificación”, pudo haber sido no más que una estrategia de reestructuración del mercado negro de piezas y combustible, a juzgar por el hecho evidente de que el robo de hidrocarburos continúa creciendo, el tráfico de piezas y partes se ha ido desplazando hacia las cooperativas, así como el precio por una plaza de chofer en estos lugares ha aumentado hasta los 1000 dólares, incluso más.
Por otra parte, la comercialización “clandestina” de recambios para autos soviéticos vuelve a tomar auge sin que a los dueños de estos se les señale como eslabón evidente en la extensa cadena de robo de combustible, quizás porque la compra-venta de motores, llantas, parabrisas, faroles, pizarras y neumáticos, en opinión de algunos conocedores de este “universo” muy particular, sobre todo de choferes y mecánicos, estuviera beneficiando a algún que otro funcionario o grupo con capacidad para establecer las reglas del juego, incluso más allá de las fronteras, en el mismo punto de origen, ya en la Zona Libre de Colón o en Rusia.
Lo cierto es que hoy, mientras un almendrón se ha convertido para algunos en una papa caliente entre sus manos, un auto Moskvitch de 1987, de acuerdo con la lista de clasificados de Revolico.com ‒un sitio digital muy útil para quien desee conocer cómo se mueven los precios y el mercado negro en la isla‒, se vende por 17 mil dólares, mientras que otro de la misma marca pero de 1988 y con mecánica de Toyota asciende a los 25 mil.
Por otra parte, un Fiat polaco ronda entre los 8 mil y los 12 mil, mucho más de lo que costaría fuera de Cuba cualquier automóvil de línea económica nuevo o con apenas dos o tres años de explotación. Mientras que hoy en Cuba, por un Lada cualquier dueño pide la exagerada cifra de 32 mil dólares.
Sin dudas, con el característico paso de conga de su economía, Cuba experimenta una vuelta al boom de los autos soviéticos, una racha poco casual al coincidir con una nueva fase en las relaciones con Rusia y con un retorno a ese discurso de atrincheramiento ideológico de aquellos años de agudo “sovietismo” en que Lada, Moskvich y Polski distinguían a una clase social privilegiada, mientras que Chevrolet, Ford y demás almendrones resultaban muy molestos como imagen en la “construcción del socialismo”, quizás por ser símbolos de una Cuba que en el pasado fue próspera y que, en honor a lo que fue, se resiste a ser aniquilada.