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Obama consagra a Merkel como su aliado más importante en Europa

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Merkel pidió hace meses un último favor personal a Obama antes de dejar la Casa Blanca, que apareciese con ella en la Feria Tecnológica de Hannover. Él no disponía de agenda pero la canciller alemana repitió hasta tres veces la petición y, al comprobar lo importante que era para ella, Washington organizó en torno al evento un viaje presidencial y un improvisado «G7 menos dos», la reunión que ambos mantendrán mañana en Hannover con Cameron, Hollande y Renzi. Tras hacer un repaso a todas las crisis globales, en una reunión que duró media hora más de lo previsto, el presidente saliente de EE.UU. reflexionó ayer en voz alta sobre la naturaleza de esta relación bilateral y apuntó al eje germano-norteamericano, que ha ido constituyéndose durante los últimos ocho años como uno de los más importantes resortes de la geopolítica de principios de siglo. Un eje que ya rivaliza con el histórico británico-norteamericano cada día más sometido a altibajos.

«Angela es posiblemente el socio más importante con el que he trabajado», dijo, recordando el apoyo insustituible alemán en cuestiones como Afganistán, la lucha contra Daesh, Siria, Ucrania… «Sin Alemania no hubiera sido posible». «Esta relación es una de las más importantes de mi presidencia», insistió, ruborizando incluso a la canciller al reconocer que «también en lo personal me ha sorprendido por su gran sentido del humor» y mencionando hasta cuatro veces su «zuverläsigkeit», término que se puede traducir como fiable, concienzudo y cumplidor.

Ayuda económica a Irak

 En el contexto de esta cooperación, Obama adelantó que el G7 está preparando un paquete de asistencia económica para Irak, con el objetivo de contribuir a su estabilización. «Hemos abordado los desafíos en materia de seguridad» que afronta Irak, dijo, y en la reunión de Japón se dará un «paso adicional» de ayuda económica. Otro ejemplo del punto de palanca en que el gobierno alemán se ha convertido para el equilibrio global son los esfuerzos para lograr una solución «pacífica y duradera» para Ucrania, recordó el presidente de EE.UU., que reiteró que las sanciones a Rusia «sólo pueden levantarse y sólo se levantarán» si cumple completamente con todos los compromisos acordados en Minsk.

Merkel, alérgica a cualquier muestra de sentimentalismo, evitó hacer balance y se limitó a recordar los pasos históricos que el ejército alemán ha dado en apoyo de Obama en la OTAN, y adelantó: «Sabemos que tenemos que aumentar nuestros esfuerzos en Defensa, incluso en términos de equipo y materiales». Obama, en cambio, se emocionó al subrayar que en la crisis de los refugiados Merkel ha estado «del lado correcto de la historia»… «quizá porque ella vivió detrás de un Muro», y también cuando reconoció: «Adoro mi trabajo y considero un privilegio despertar cada día y saber que lo que hago importa, que puedo ayudar a hacer el mundo un lugar más seguro y a que haya un poco más de bienestar», antes de insinuar que pronto tendrá más tiempo para el baloncesto y de alegrarse de que «Merkel siga ahí, porque es consecuente, un valor seguro».

Inmigración

Pero por mucho que alabase la gestión de la crisis de los refugiados de Merkel, Obama evadió la pregunta sobre por qué EE.UU. no sigue sus pasos y amplía la escuálida cuota de 10.000 inmigrantes al año. El mismo pragmatismo guiaba sus palabras al advertir de que «sería un error» si cualquier país decidiera «enviar tropas de tierra a Siria para derribar el régimen de Al Assad». «Los problemas a largo plazo de Siria no se van a acabar solo con una solución militar», recalcó.

Posiblemente el mensaje de Obama más valioso para Merkel lo pronunció en Londres, donde la BBC publicaba ayer unas declaraciones en las que alertaba de que «podría tomar cinco o diez años antes de que realmente estemos en condiciones de lograr algo» en una hipotética negociación comercial entre EE.UU. y un Reino Unido fuera de la UE. «Reino Unido no estará en condiciones de negociar con EE.UU. más deprisa que la UE. Nosotros no abandonaríamos los esfuerzos por negociar un acuerdo comercial con nuestro principal socio comercial, el mercado europeo», zanjó, estableciendo los problemas que crearía un posible Brexit.

Su defensa del Tratado de Libre Comercio entre la UE y EE.UU. fue encendida. Respondió a los críticos que «el crecimiento y el empleo son lo que se traduce en prestaciones sociales» y auscultó «los miedos que genera la globalización», al tiempo que oteaba que «si China y otros países orientales se expanden sin que hayamos creado esa zona de libre comercio, podemos llegar a pasarlo muy mal». Confía en firmar el tratado personalmente y no dejar la tarea pendiente a su sucesor, al que sin embargo lega una nítida herencia: allí donde Kissinger no sabía a quién llamar cuando quería hablar con Europa, Obama ha comprobado que es tan sencillo como llamar a Merkel.

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