Obama paraliza La Habana
La mayoría de las panaderías del humilde barrio de La Timba apenas pudo brindar una oferta este lunes a sus clientes. El operativo de seguridad que rodeaba la Plaza de la Revolución por la visita del presidente estadounidense a La Habana impidió a varios trabajadores de estos centros estatales acceder a la zona durante la madrugada. «Con Obama, pero sin pan», sentenció una anciana que probó suerte en varios locales y se fue a casa con la bolsa vacía.
El tráfico cortado en varias importantes arterias y racimos de periodistas por todos lados caracterizan a la capital cubana este lunes. Con cada aglomeración la gente se dispara a especular que pronto el auto del mandatario, conocido como La Bestia, irrumpirá en su calle. Nadie quiere perderse la oportunidad de captar con su teléfono móvil a la familia Obama, que hasta el momento ha causado muy buena impresión entre los cubanos.
«La hija mayor usa tenis», se asombraba Yusimí, de 36 años y quien esperaba que la familia del dignatario se viera «más formal». Ha sorprendido y generado muchas críticas populares que el presidente cubano Raúl Castro no participara en el recibimiento en el aeropuerto. Se comenta en las calles que el propio presidente estadounidense sostuvo el paraguas para protegerse de la lluvia, mientras los funcionarios cubanos echaban mano de tracatanes, como se les conoce en el habla popular, para que aguantaran los suyos.
La presencia del mandatario de EE UU ha paralizado una ciudad donde de por sí es complicado transportarse y comprar alimentos
Una algarabía rodeaba esta mañana a la Fábrica de Arte Cubano, en el Vedado, donde se esperaba la visita de la primera dama, Michelle Obama. La voz se corrió entre los vecinos y en pocos minutos las calles más cercanas se llenaron de curiosos. La comitiva presidencial provoca espontáneas reacciones de alegría, a pesar de la pobre cobertura que ha hecho la televisión oficial sobre el programa del mandatario estadounidense.
«He tenido que venir hasta la calzada del Cerro porque la avenida Boyeros está cerrada«, comenta un hombre con una maleta que intenta llegar a la estación de la Coubre, donde se trasladaron las salidas y llegadas de ómnibus interprovinciales desde la estación de Astro, a pocos metros de la Plaza de la Revolución. Los taxis colectivos también han redefinidos sus rutas para evitar las zonas restringidas.
«Me he ido por calles interiores que están llenas de baches porque no las arreglaron para la llegada de Obama», se queja Rodney, conductor de un Cadillac deteriorado que hace la ruta entre el parque de la Fraternidad y el municipio Playa. Varios de los clientes que van dentro del auto critican también el cierre de tiendas y mercados en las cercanías de los lugares que visitará el inquilino de la Casa Blanca.
Los vecinos de San Leopoldo, en las cercanías de la calle San Rafael y Lealtad, donde Obama comió anoche en la paladar San Cristóbal, todavía no salen de su asombro. «Llegó hasta aquí, hasta este barrio que no es Miramar, ni La Habana Vieja», explicaba asombrada Xiomara, una vendedora de flores que escuchó anoche la gritería y salió al balcón de su casa para quedarse «de una pieza, con aquel montón de carros nuevecitos».
El menú que pidió la familia en el restaurante privado también es la comidilla del barrio. «Un solomillo, mijo», cuenta la mujer. «En esta cuadra hay niños que nunca han probado la carne de res«, explica Xiomara. La taza en la que el presidente tomó un sorbo de café cubano debería «terminar en un museo«, opina.
La elección de ese restaurante, fuera del circuito más exclusivo, ha causado simpatía hacia el mandatario quien hasta ahora se ha ganado el favor de la gente común y corriente. No obstante, su presencia ha paralizado una ciudad donde de por sí es complicado transportarse y comprar alimentos. «Estoy loca porque se vaya», gritaba al filo de este mediodía una mujer en una esquina de Carlos III, después de esperar por más de una hora un ómnibus.