CorrupciónDictaduraRelaciones internacionales

Oswaldo Páez-Pumar: De 2012 a 2021

 

Apenas hay nueve años de diferencia, pero la forma de enfrentar los acontecimientos en África por el gobierno del usurpador, es tan, pero tan distinta como para escribir una novela nueva que podría superar al Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que desde luego no sería yo quien la escribiría, habría que acudir al Manco de Lepanto.

En aquel entonces Maduro no usurpaba la presidencia, ni siquiera era Vice-presidente sino Ministro de Relaciones Exteriores, pero en nuestra embajada en Kenia, tierra firme en África no el archipiélago de Cabo Verde, ocurrió que “nuestro embajador” (más bien el del usurpador o el de Chávez que lo nombró) fue acusado de “acoso sexual” por sus empleados locales. “Válgame Dios”.

Con mucho acierto se designó un nuevo embajador (mejor acierto “embajadora”) y óptimo acierto más bien encargada de negocios ad interim, que no necesita para asumir las funciones el cumplimiento de los trámites y del  “placet” del país receptor, requisito de cumplimiento indispensable para poner los pies en el país ante el cual se lo acredita. La designada plantea a los empleados locales como solución el “retiro de la denuncia”. Nunca se llegó a saber qué ofrecía a cambio, porque en estas circunstancias siempre hay lo que se llama un “quid pro quo”, que en términos llanos, viene a ser un “dando y dando”.

Como si el cuadro no fuera lo suficientemente complicado se produjo un asesinato en la sede de la embajada y aparece implicado el primer secretario, quien sostiene una relación “equívoca” con un miembro del personal (esta relación no parece formar parte del “acoso”), pero a ese secretario se le levanta la inmunidad para que sea juzgado en Kenia “con arreglo a la ley local” que contempla la pena de muerte. Y como “nunca falta un roto para un descosido” sale a relucir “el uso de la valija diplomática para el envío de drogas” y no precisamente de las que recetan los médicos. La información no fue desmentida por el usurpador, que entonces no lo era, sino Ministro de Relaciones Exteriores; quien la desmintió fue el de Interior y Justicia, que con su dicho pareciera que al margen de sus funciones propiamente dichas, también estaría encargado de supervisar el contenido de la valija diplomática.

¿Se preguntará alguno de mis lectores que tiene que ver ese viejo asunto tan falto de bizarría con lo ocurrido en Cabo Verde? Mi respuesta es que absolutamente nada, solo que en ambos casos los sucesos tuvieron lugar en África y el usurpador ha estado de alguna manera involucrado en el primero de ellos en su condición de Ministro de Relaciones Exteriores; y en este segundo asunto desde la Presidencia de la República, aunque yo sostenga que la usurpa.

El caso es que los corrillos, los dimes y diretes, que siempre se forman alrededor de los casos que involucran a personas que por las razones que sean, son conocidos de todo el mundo, desde luego no porque tengamos trato y nos tratemos de tú con ellas, sino porque su notoriedad hace que nos sintamos familiarizados aunque no los hayamos visto sino en retratos en los periódicos o en imágenes de la televisión.

El asunto que quiero destacar es que en este segundo caso en África, en Cabo Verde, quien aparece involucrado es el “señor” Saab, es verdad (según se dice aunque no me consta) que tiene otorgada  la nacionalidad venezolana y la condición de “agente diplomático” (empleo un término lo suficientemente amplio para no complicar el asunto de fondo) y que sometido a un proceso judicial que nada tiene que ver con las cuestiones de las cuales se le acusa, sino únicamente si procede la extradición que se solicita, ha despertado en el gobierno del usurpador y en sus voceros un despliegue de argumentos contra su extradición, carajo, que me hace pensar “qué tiene este señor Saab, que no tuvo el embajador venezolano en Kenia”, para que se le despojara por obra del gobierno que lo había nombrado, de la inmunidad que tenía y del derecho a ser juzgado en Venezuela de acuerdo con sus leyes y la magnitud del delito cometido, que en ningún caso comportaría pena de muerte, proscrita en nuestra constitución. Solo Dios lo sabe.

 

Caracas, 28 de octubre de 2021

 

 

Botón volver arriba