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Oswaldo Páez-Pumar: De nuevo sobre el aborto

 

Hace apenas diez días aprovechando la noticia de la prohibición del aborto en la Constitución de Honduras, abordé este tema apuntando a uno de los elementos más socorrido para justificar y legalizar el aborto: “la violación de la embarazada”. Ahora me ha llegado la noticia de un proyecto de ley en un Estado (no presté atención a cual) de los Estados Unidos de América, en el cual la legalización del aborto se introduce si el concebido alberga el síndrome de “down”.

Desde luego, el falaz argumento de liberar a la madre de la tortura mental que podría significar el recuerdo permanente y hasta el parto de la violencia ejercida contra ella por el violador, resulta casi irrebatible si se le compara con el proyecto de ley que “legitimaría” el aborto frente a un embarazo resultante no de una violación, sino de la entrega voluntaria de la pareja.

Se trata desde luego, en ambos casos, de la justificación de la supresión de la vida sobre la base de considerar que sólo después del alumbramiento nos hallamos en presencia de un ser humano, aunque desde luego todos los seres humanos que hoy existen, existen porque ese proceso de larga duración no fue interrumpido.

La determinación de la existencia del síndrome de down en el concebido, no es otra cosa que el progreso de la ciencia que permite el examen del paciente antes de su alumbramiento y desde luego sin su consentimiento. En cuanto más avanzará la ciencia y acaso nos permitirá tener un pronóstico cierto de cuál será la duración de la vida de cada ser concebido, a menos que la misma sea interrumpida por un accidente o por el hecho de un tercero. ¿Podrá determinarse el cociente intelectual de los concebidos? Podrá el ser humano legalizar el aborto de concebidos que al examen de su cociente intelectual no arrojen un específico índice.

No puede menos de venir a mi cabeza la visión, gracias a Dios ya superada, que hace no tantos años tenía el común de la gente acerca de la capacidad intelectual de los niños afectados por el síndrome de down. Se los consideraba atrasados mentales y el término que los identificaba en Venezuela (desconozco si también en los demás países de habla hispana) era “mongólicos”, porque algunas características somáticas, particularmente en la cabeza, el rostro, los asemejaba a los mongoles.

Ahora resulta que en un país que sin duda ocupa el primer puesto en avances científicos y tecnológicos, la “necesidad política” de mantener contentas a unas votantes embarazadas e insatisfechas con su embarazo; y algunos profesionales de la medicina que seguramente encuentran en la destreza para realizar abortos una fuente de ingresos “interesante” y visualizan en el “síndrome de down” la puerta socialmente aceptable para introducir la legitimidad de su destreza profesional, porque de lo que se trata es de eso. Abrir una rendija y luego será un gran portón.

Como ha sucedido a través de los años, uno puede apreciar en estos hechos signos semejantes a los que vivieron otras civilizaciones que dejaron su muestra en la historia para identificar cuando comienza la decadencia. Cuando el hedonismo se hace presente en la mente de quienes dirigen. Desde luego en todos nosotros ese morbo está presente queremos la comodidad y el placer; y lo que distingue a los dirigentes de los dirigidos es que la propuesta social es a realizar un gran esfuerzo para superarnos, no a tener una vida cómoda y acomodaticia. Finalmente, veo este signo como inicio de la decadencia americana, pero eso no es ni para hoy, ni para mañana.

Caracas, 22 de febrero de 2021

 

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