Oswaldo Páez-Pumar: Decía hoy mismo
Me sentí compelido a escribir de nuevo algo sobre el asentamiento de los iraníes en Venezuela y a hacerlo hoy mismo, porque si lo dejaba para mañana tendría que titular el artículo “decíamos ayer” que es precisamente la frase con la cual Fray Luis después de años de prisión ordenada por la Inquisición reanuda sus clases en la Universidad de Salamanca; y seguramente sería calificado de plagiario, lo cual desde luego no me ofende si se trata de plagiar a Fray Luis, pero quería guardar las apariencias, aunque les confieso a quienes me lean, que todo lo que escribo de una u otra forma es plagio. No hay nada original. Todo cuanto sé o cuanto escribo, lo aprendí de quienes me formaron tanto familiar como académicamente.
Lo que me llama a escribir de nuevo no son las extraordinarias exposiciones que sobre el tema ha publicado el “Consejo Venezolano de la Democracia Cristiana” haciendo añicos la propuesta del usurpador, donde lo único que pudiera agregar sería la oferta no explícita de que al tratarse de una obra emprendida por un “acuerdo internacional”, a los iraníes asentados en nuestro territorio no les sería aplicable la frase del difunto teniente-coronel, que una vez tomada posesión del cargo recorrió el país con una sola palabra de presentación “exprópiese”, sino la necesidad de advertirle contra un peligro de tratar de imitarlo, que es hasta ahora lo único que ha hecho y lo ha hecho mal.
El usurpador debe tener presente, que si los asentamientos iraníes en Venezuela no resultan para Venezuela lo fecundo que puedan resultar para la República Islámica, hoy no es tiempo de gritar “exprópiese” porque quienes van a decidir sobre la legalidad de su decisión no son aquellos jueces (sean hombres o mujeres a las que sigo llamando jueces y no juezas, porque tampoco llamo a los varones juezos) que respondían entonces a las palabras del iluminado de Sabaneta con un eufórico “Uh Ah”. Quienes decidirán están en otros niveles y aunque fuese posible como ha ocurrido con muchos jueces en Venezuela que también en el mundo internacional una sentencia se origine no en la justicia y la aplicación del derecho, sino en otros intereses incluyendo desde luego el crematístico, como le es tan familiar a los venezolanos con el Laudo de Paris y la frontera con Guyana, entonces Guayana Inglesa y el ruso Federico de Martens, ya que como dice el refrán español que es el idioma que hablamos “nunca falta un roto para un descosido”.
Pareciera que el conductor de metrobús, acostumbrado a las rutas que transitó, estima que todo va por el camino que él se propone transitar, no está consciente ni siquiera de que su ascenso a la posición que ocupa no es obra de sus méritos, ni de la decisión de Chávez de escogerlo a él, cuando no estaba ni siquiera en condiciones de decidir quiénes serían los médicos que le atenderían, ni en donde sería atendido. La decisión es obra del difunto Castro y ahí tenemos al usurpador al servicio de Cuba, que es como decir al servicio de todo lo que moleste o perturbe a los Estados Unidos, aunque sea simplemente como una nigua en los dedos de un pie.
La situación generada por el acuerdo de la República Bolivariana de Venezuela con la República Islámica de Irán es una repetición, pero ahora con acreedor definido, de lo que la constitución de 1999 estableció en relación con las tierras “indígenas” que serían demarcadas como propiedad colectiva (es decir acabando con la propiedad); y ahí están todos los indígenas, no solos por ser “propiedad colectiva” al lado de Camimpeg, las FARC, las disidencias de las FARC, las disidencias de las disidencias, el ELN y también sus disidencias, desde que Chávez Frías decidió que Venezuela no limitaba al oeste con Colombia, sino con las FARC. No será fácil enseñarle a los niños que Venezuela que desde su creación limitaba con el mar Caribe, Colombia, Brasil, la Guayana Inglesa, que es hoy Guyana, ahora limitamos también con la República Islámica de Irán.