DictaduraRelaciones internacionales

Oswaldo Páez-Pumar: La amenaza de Colombia

 

De la boca del colombo-cubano que usurpa la presidencia en Venezuela salió la afirmación según la cual la mayor amenaza a la paz viene de Colombia. Para un lector desprevenido, no familiarizado con lo ocurrido entre los dos países desde los tiempos de Chávez Frías y Uribe Vélez, pero a quien ha llegado la información de la presencia del ELN en extensas áreas del territorio nacional, esa afirmación podría ser interpretada como referida a esa presencia, porque ignora la complacencia del usurpador con ella.

Hace cerca de dos décadas el entonces presidente de Venezuela Chávez expresó que “Venezuela limitaba al oeste con las FARC”, lo que de algún modo evidenciaba su complacencia con servirle de aliviadero a la amenaza a la paz en Colombia; y bien puede decirse que la complacencia del usurpador con la presencia del ELN en nuestro territorio es una réplica burda de lo expresado por Chávez en relación con las FARC.

Pasó Chávez y pasó Uribe y pasó Santos y firmaron (nada menos que en Cuba, escogida como sede de las conversaciones como si fuera neutral) acuerdos de paz, en los que no participó el ELN, y la mitad del FARC se retiró; la mitad que firmó los acuerdos, se proveyó de un nombre para la lucha política no armada que lleva las mismas siglas FARC.

Si yo fuera colombiano desde luego no diría que Venezuela representa la mayor amenaza a la paz por varias razones. Es, la primera de todas, la incapacidad del gobierno del usurpador de tomar decisiones conducentes a una confrontación. Esa decisión depende del gobierno de Cuba cada vez más interesado en conseguir otro u otros aliados que le proporcionen el sustento que antes del “período especial” les proporcionó la URSS y diez años después Chávez, no solo con petróleo a precio especial que era pagado con los salarios debidos por Venezuela a enfermeros presentados como médicos con Ph D, sino con barriles adicionales que Cuba comercializó a precios internacionales y pagaba a precios convencionales.

La segunda, es la incapacidad de la Fuerza Armada Venezolana para representar una amenaza cuando su estructura es la de una “sociedad anónima capitalista” dedicada a enriquecer a sus generales, almirantes y la escala descendente de coroneles a tenientes y sus equivalentes en la “marina”, quienes se benefician del negocio de las drogas y algunas explotaciones mineras conducidas desde CAMINPEG, dejando a cargo de sargentos, cabos y soldados rasos y alguno que otro teniente o subteniente las alcabalas de extorsión a los ciudadanos que quieren o necesitan circular por el territorio nacional.

La amenaza a la paz ni siquiera parte de Cuba porque en honor a la verdad, dejando a un lado el intento de Castro por apoderarse de Venezuela para tomar el petróleo que 40 años después le entregó Chávez, sus otras incursiones en África e Hispanoamérica fueron parte del arreglo con la URSS, que puso los reales y armamentos a cambio de cubanos que pondrían “la sangre de sus hermanos”.

Y así fue con el alumno de Castro, Chávez, el que dijo “por ahora”. Le importaron un bledo los muertos, mientras no fuera él uno de ellos y así es el usurpador, manda a matar, pero no está en el frente; por lo que concluyo que Colombia no dirá jamás que la “amenaza a la paz” viene de Venezuela. Lo único que se origina aquí es la verborrea del usurpador, de su padrino y de sus ahijados, aunque algunos estén presos por traficar con drogas.

 

 

Botón volver arriba