Tengo la certeza de que el movimiento iniciado en Cuba el 11 de julio no persigue salir de Díaz Canel. Persigue librarse de la esclavitud del castrismo. Díaz Canel no es sino la hechura de Castro, como lo es también el usurpador Maduro, quizá éste no tan bien acabado como aquél, porque el usurpador aunque haya sido contra su voluntad o su deseo, pudo oír algunas voces e ideas distintas al castrismo; y como subtitulaba su columna un comunista de buena ley, Kotepa Delgado, “escribe que algo queda”, algo puede haberle quedado al usurpador de lo oído. A Díaz Canel no le queda nada, porque no ha oído sino a Castro. Hay que estar alertas frente a quienes puedan alzar impúdicamente la voz en defensa de Castro, por su lucha frente al imperialismo yanqui.
De la derrota del nazismo por las fuerzas aliadas lo que le quedó a Europa fue la mitad ocupada por la Unión Soviética y la otra mitad liberada, digamos por tropas no soviéticas, para no limitarnos a las tropas estadounidenses, darle su mérito a los ingleses y también a los franceses y a los naturales de las demás naciones ocupadas por los nazis. Esas fuerzas allí presentes cerraron el paso a un mayor avance soviético; y desde luego la presencia americana, su poder económico y su poder de fuego, fue el factor fundamental. De no haber sido así es posible que las tropas soviéticas hubieran llegado hasta Lisboa. Allí se mantuvieron hasta noviembre de 1989 para tomar la caída del muro de Berlín como la definidora de una nueva realidad.
Las tropas norteamericanas regresaron a América y su comandante el general Eisenhower entraría a la política y ganaría las elecciones en 1952 y 56 y ya está se acabó. Stalin que venía desde mucho antes de que comenzara la guerra se sostuvo al mando hasta 1955 y no salió por voluntad propia, ni del pueblo, salió porque se murió. Así ocurrió en China con Mao y en Corea del Norte con Kim Il Sung, que gobernó hasta su muerte en 1994, es decir, más allá del fracasado intento de golpe de Chávez Frías en 1992. Aquí repetimos esa historia Castro gobernó hasta su muerte y Chávez Frías también.
Los rusos cuya vocación de imperio desde luego antecede a Lenin y Stalin, bastando como evidencia nombrar a los zares conocidos como “GRANDES” Pedro y Catalina, porque ella no fue zarina, sino ZAR, pero fue con Lenin y Stalin que creció pues era la revolución mundial, que liberaría a los proletarios y al mundo entero, después que ellos conquistaran el poder de lo cual hace más de un siglo, pero se dedicaron “cual expertos publicistas” a señalar a los Estados Unidos como el imperio que amenaza la libertad del mundo, por la que ellos luchaban; y consiguieron adeptos a patadas, particularmente entre los “círculos intelectuales”, lo que parece casi, casi, el cuento de “ahí viene el lobo”, que si no se llegó a realizar, fue por la incapacidad de dar de comer a los pueblos sometidos. Algo que ocurrió en Rusia, en Ukrania y desde luego en Cuba y en Venezuela. También en China hasta que Deng Xioping en un exceso de filosofía aristotélica, dijera que lo importante no es que el gato sea blanco o negro, sino que cace ratones.
Este concepto parece hoy amenazado por Xi Jinping en una economía que compite de tú a tú con el imperialismo americano, porque una libertad, como la económica, conduce a exigir otras, como la política y si no lo creen así, mediten por qué Marx (no uno de los “hermanos” Marx del cine del siglo XX, sino el propio Karl) consideró a la burguesía como la clase más revolucionaria de la historia, porque su función emprendedora en el plano económico la hizo alzarse contra las clases reinantes: el clero y la aristocracia. Los Estados Unidos son la democracia y anteceden a la Revolución Francesa. Que su historia está también teñida de agresiones, nadie lo duda, pero no conviene creer en libertadores cuya oferta es tal cual la que trae el evangelio del Cristo penitente en el desierto y la oferta del demonio, “todo lo que ves te lo daré, si te postras ante mí y me adoras”.
Caracas, 3 de agosto de 2021
(continuará)