Oswaldo Páez-Pumar: Sé quién dio la orden
Llega a mi correo un artículo publicado en El Nacional (digital) que firma Hugo Groening Pulido, en el cual describe la actuación de unos “guardias nacionales” bloqueando el acceso de una ayuda humanitaria para la población de Mérida afectada por los enormes aguaceros de los últimos días. Al autor, por ser hombre de buena ley, le resulta inexplicable la acción de los guardias. Piensa que no pudo ser por iniciativa propia e imagina que alguien en un nivel superior dio la orden. También recuerda que cuando el deslave en Vargas en diciembre de 1999 ocurrió algo parecido, sin dar más detalles. Efectivamente así fue. El entonces presidente Chávez ocupado en “su referendo” de la constitución también negó la “ayuda humanitaria” ofrecida por los Estados Unidos. Privó lo político sobre lo humanitario.
Fue Castro quien le dijo a Chávez que rechazara la ayuda americana, que si a los “gringos” los dejaba entrar “no se irían nunca”. Sé que no me pueden desmentir porque ambos están muertos, pero lo que acabo de escribir, lo escribí en aquel entonces en prosa y en verso; y no me desmintieron porque seguramente lo juzgaron innecesario, quizá hasta una pérdida de tiempo, o más bien darle importancia a una persona irrelevante.
No recuerdo si en lo que escribí entonces, llegué a decir lo que ahora expongo; y es que cuando Castro alertaba a Chávez sobre lo inconveniente de permitirle a los gringos entrar porque no se irían nunca, lo que estaba poniendo en evidencia era “su propio yo”. Do quiera que le ha sido permitida la entrada de allí no lo saca nadie. Ni siquiera la muerte, la pelona. Ya están enterrados tanto él como Chávez y siguen ordenando, más Castro que el propio Chávez, entre otras razones porque fue Castro quien decidió que a Chávez lo debía sustituir el usurpador Maduro, aunque desde luego para consumo del público debiera ser Chávez quien apareciera “pidiéndole al pueblo desde el fondo de su corazón” en aquellas inmensas pancartas que fuera el usurpador Maduro, quien lo sustituyera.
La orden ha permanecido por espacio de casi 22 años; toda ayuda debe ser administrada por “la revolución”, porque desde que Stalin dictaminó hace 90 años ante la hambruna que padecieron los ucranianos “que se comieran los unos a los otros”, no existe el concepto de “prójimo” en el lenguaje de los comunistas, ni siquiera el concepto de vasallos, sino el concepto de miembros del partido y enemigos “contrarrevolucionarios”.
Una ayuda a los pobladores de Mérida afectados por los enormes aguaceros, más bien tormentas, que no sea administrada por el gobierno chavista o madurista, sería un atentado nada menos que contra la “caridad condicionada” de las bolsas “clap”. Sería admitir que el derecho a la vida, que se sustenta desde luego con la alimentación, no le ha sido dado al ser humano por sí mismo, sino por la “revolución”; y que a ella le debe todo cuanto pueda tener o aspirar a tener, razón por la cual es su solidaridad con los revolucionarios encargados de administrarle esos bienes, lo que les permite vivir.
¿Y los guardias nacionales? ¿Y sus superiores desde sub-tenientes hasta generales con más soles que Bolívar, Sucre, Páez y desde luego Guzmán Blanco, juntos? ¿Están respondiendo a sus obligaciones, o se trata de desviaciones de sus conductas que pueden y podrán ser corregidas? La respuesta es, por dolorosa que parezca, que desde el guardia ejecutor hasta el general de mayor número de soles a través de toda la cadena de mando, en el régimen del usurpador como lo fue bajo Chávez y en la Cuba de los dos Castro y ahora con Díaz-Canel no se acepta que se cuelen esas ayudas que llaman “HUMANITARIAS”, que es quizá lo que el autor del artículo que comento resiente, porque en él desde luego el concepto de prójimo encuentra albergue.