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Oswaldo Páez-Pumar:    Sin saber qué decir

 

Ayer, antes de irme a acostar y después de una pequeña borrachera de fútbol en la televisión que es un magnífico modo de descansar, de liberarme, tenía tres temas que quería abordar hoy. Dos de ellos, la prisión de Navalni y el reinado católico de Castro fueron durante la tarde abordados. Las mañanas desde luego están dedicadas a leer lo que dicen los demás porque si no se lee no se puede escribir.

El tercer tema, escabroso en sí mismo, creo que lo he ido postergando porque no sé lo que puedo, o más bien lo que debo decir. Quizá, expresado con más propiedad, es no saber qué puedo decir que resulte útil a quien lo lea y guía de acciones para que no siga ocurriendo. Ese tercer tema es el de los suicidas infantiles en Venezuela.

La noticia que me mueve es el crecimiento sostenido en Venezuela de los suicidas infantiles, que se me muestra como resultado de un seguimiento estadístico, vale decir de una información que refleja que hoy y aquí en Venezuela los niños se suicidan; y lo están haciendo con mayor intensidad. Tropecé con ella y me quedé estupefacto. Qué puede pasar por la mente de un niño que lo lleve a quitarse la vida.

Pudiera ser desde luego la certeza de que la muerte lo transporta a una nueva vida mejor que la que tiene, que seguramente debemos traducir como mejor que la que sufre; porque el tránsito a lo desconocido es tan imponente que no parece que quien no vislumbra algo supremamente mejor pueda arriesgarse a atravesarlo.

Se me ocurre, que es posible que entre estos suicidas que se incrementan, estén “contabilizados” como niños los adolescentes, lo que no minimiza el problema porque todos los niños que no se suiciden o fallezcan por causas naturales o accidentes deben llegar, unos antes y otros después, a la condición de adolescentes, que como lo manifiesta el nombre que se les da, adolecen de algo, carecen, y los lleva o los puede llevar a buscar en el suicidio el encuentro con lo que carecen.

Desde luego que los niños de hoy, digamos los nacido entre el 2010 y el 2020, carecen de todo, salvo por supuesto los procreados por la mafia que gobierna, que posiblemente pueden llegar también a esa carencia absoluta porque las riquezas que no se originan en el trabajo honrado terminan dilapidadas, incluso las que tiene buen origen: el abuelo austero trabajó y dejó herencia al hijo que la disfrutó y éste al nieto que la dilapidó.

Pero no desviemos la atención del tema que estamos tratando. ¿Qué está pasando en Venezuela para que un hecho tan significativo como el suicidio de niños, incluso si lo tratamos como si no fuera de niños sino de adolescentes, pueda estar incrementándose año tras año, mes tras mes y desde luego día tras día?

La respuesta es simple: la conducción de la sociedad que hoy vivimos conduce a su aniquilamiento, ¿o es que acaso no son los niños de hoy los jóvenes de mañana y los hombres maduros de pasado-mañana? Por eso invito al usurpador y a quienes lo respaldan a hacer algo por Venezuela. Suicídense ustedes en lugar de los niños.

Caracas, 17 de marzo de 2021

 

 

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