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Oswaldo Páez-Pumar: ¿Vacuna genocida?

 

Pareciera contradictorio el título del artículo. Si usted le pregunta hoy a cualquiera ¿Qué es una vacuna? La respuesta será “una inyección” que inmuniza contra alguna enfermedad. Lo cual es acertado, pero hubo un tiempo en el cual una “vacuna” fue administrada para inmunizar contra todas las enfermedades reales o posibles. Provocaba la muerte en el inoculado y desde luego los virus reales u otros agentes patógenos, que los hay con otros nombres genéricos diferente a virus, parecen no tener interés en hospedarse en los muertos, como si su única utilidad fuese causar la muerte, por lo que tratándose de un difunto sería un desperdicio hospedarse en ese cuerpo.

Adolf Hitler, hasta donde mis conocimientos de la historia alcanzan, nunca administró una vacuna de esa eficacia inmunizadora frente a toda enfermedad. Se limitó a ordenar que fuese administrada a miles de judíos.

Ahora tenemos un usurpador del poder político que ordena que se le administre a sí mismo y a la camarilla (que más bien es una gran comparsa) una vacuna que no le será administrada a la población, ni siquiera al personal profesional de médicos, enfermeros y otros cooperadores en el proceso de asistencia a los enfermos, particularmente a los afectados por el corona-virus, el “Covid 19”. Esa vacuna está reservada para el usurpador, la primera combatiente que lo acompaña, el padrino y desde luego la camarilla, que más bien es comparsa, que tiene ramificaciones que van no desde Dios pero si desde Diosdado hasta el negro Aristóbulo.

A la población, como usted que me lee y como yo que escribo, nos ofrece el usurpador el privilegio de servir de, como es que es el nombre que los describe, a sí, me vino justo en el momento en que lo necesitaba para escribirlo, “conejillo de indias”; y de lo cual ni siquiera sacará provecho el país llamado Venezuela, sino Cuba porque allí pertenece el usurpador.

¿Tiene el usurpador una oferta de vacunas cubanas? Desde luego que no. ¿Tiene una orden de comprarlas? Tampoco. Lo que si tiene es una orden de adquirirlas, porque comprarlas significa discutir el precio, que ni siquiera lo establece Castro, ni la sobrevivencia del hermano Raúl que pudiera asimilarse al “petit Robespierre”, lo establece Díaz Canel, un imbécil que se da el lujo de no poder gobernar en Cuba que se le muestra altanera, pero sí de gobernar en Venezuela.

¿Cómo es posible que alguien que no manda en su patio, mande en un patio ajeno? No es posible. Sí que lo es, porque quien aparece que manda en el patio propio no lo hace y quien le ordena desde el patio ajeno, tampoco lo hace en el suyo, solo es la sombra de Castro. El usurpador sabe que fue colocado donde está no por Chávez sino por Castro; y aunque ya ambos estén muertos, al usurpador poco le importa, solamente le interesa la posibilidad de, como la describió Rubén Darío en Los motivos del Lobo: “…herir, torturar de las rocas trompas al sordo clamor/ a los animales de Nuestro Señor.”

La vacuna que ofrece al pueblo de Venezuela no tiene por objeto, por finalidad, protegerlo contra el peligro del Covid-19 sino darle a Cuba un aliento financiero, como antes lo dio el petróleo o las compensaciones por los médicos en los CDI. Esa farsa, que no atiende a la necesidad real del pueblo frente a la pandemia ¿es o no un genocidio encubierto?

 

Caracas, 27 de marzo de 2021

 

 

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