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¿Para qué sirven las elecciones convocadas para el 27 de abril?

El Consejo Nacional Electoral dijo que los resultados de las elecciones del 27 de abril estarán publicados en la Gaceta Electoral del país.

 

 

Para la oligarquía militar–civil que expolia al país, el fin de las elecciones pautadas para el 27 de abril no puede ser otro que postrar a la mayoritaria fuerza de cambio político que emergió nueve meses antes, el 28 de julio de 2024. En absoluto busca dirimir las preferencias del electorado para los representantes ante la Asamblea Nacional, o para gobernadores, alcaldes y concejales. La razón es evidente. Sabe que, de ser democráticas, con garantías y observadores internacionales confiables, esas elecciones proporcionarían una oportunidad a esa fuerza mayoritaria de hacerse de espacios decisivos de poder. A la crasa ilegitimidad política de Maduro, sellada con su grosero arrebato del resultado electoral en complicidad con el delincuente Elvis Amoroso y con magistrados corruptos de la sala electoral del tsj, se sumaría la pérdida –de calle– de todas las gobernaciones, la inmensa mayoría de los diputados a la AN y de casi todos los municipios del país. Crearía condiciones para forzar su salida, como el usurpador que es, de Miraflores. El desgaste derivado de su aislamiento internacional, la merma del botín con que mantiene a sus aliados al deteriorarse la economía, la amenaza de mayores sanciones y de ser condenado por crímenes de lesa humanidad, lavado de dinero o por vínculos con organizaciones terroristas comprometen, cada vez más, su futuro. Y tales amenazas no desaparecerán mientras las actas de votación constaten a la vista de todos, de manera clara e irrefutable, que el pueblo venezolano escogió por una ventaja abrumadora, mayor a cuatro millones de votos, a Edmundo González Urrutia como presidente para el período 2025-31.

Anular esta verdad representa un desafío enorme para el fascismo. Quiere reducir la debilidad y estrechez de posibilidades que resulta de su notoria ilegitimidad electoral, democrática y política, pero lo hace convocando a unas elecciones que sabe no pueden ser legítimas, pues perdería. Intenta desenredar esta contradicción encasillando a estas elecciones en una camisa de fuerza que impida que se manifieste libremente la voluntad popular y que, además, obligue a quienes deciden participar a renegar del triunfo democrático en las elecciones pasadas. Ya lo asomó Jorge, el Furibundobasándose en el artículo 9 de su ridículamente estrafalaria Ley Orgánica Libertador Simón Bolívar contra el Bloqueo Imperialista y en Defensa de la República Bolivariana de Venezuela (¡!): no se inscribirá candidato que no reconozca al usurpador Maduro. Más bien, será encausado por desconocer la autoridad del cne (fascista). Y, por su lado, sabiendo que muchos chavistas votaron en su contra el 28J, Maduro anuncia que se arroga la potestad –muy “democrática”– de nombrar los candidatos del PSUV para las elecciones de abril. ¡Debe blindarse todo para evitar otra derrota!

Pero si bien es muy cuesta arriba para la oligarquía militar-civil legitimarse enrejando las votaciones para que no elijan, no lo es con respecto a su interés en desmoralizar a las mayorías. Apuesta a que, en una discusión interminable sobre si participar o no en las elecciones del 27 de abril las fuerzas opositoras se guinden a pelear entre sí, sembrando confusión y desaliento entre sus filas. Lo cierto es que la oposición debe asumir que una discusión a partir de razonamientos teóricos, sin tomar en cuenta la disposición efectiva de esa fuerza mayoritaria de movilizarse para derrotar al fascismo, como lo hizo en julio 2024, es un ejercicio estéril. Desde luego, ello ataña a las circunstancias y a cómo se maneja el liderazgo para aprovecharlas, pero lo decisivo es el fortalecimiento de esa fuerza.

A ello está obligado el movimiento democrático. El fin a proseguir ante esa convocatoria no puede ser otro que conservar y potenciar, aún más, la contundente fuerza mayoritaria que se manifestó por desplazar al madurismo del poder el pasado 28 de julio. El activo más valioso que tienen los venezolanos en esta lucha es la certeza, hecha del conocimiento de todos quienes tengan interés por Venezuela, de que quien debe ocupar la presidencia para el período 2025-31 es Edmundo González Urrutia. El liderazgo que representa María Corina Machado se ha mantenido enérgico y firme en reclamar esta incontestable realidad y ello debe marcar la pauta para las decisiones a tomar ante los comicios del 27 de abril. En este orden, la bandera a esgrimir tiene que ser presionar por las garantías requeridas para éstos que tengan sentido, de manera de desenmascarar la intención de tergiversarlas por parte de la dictadura. Implica asumir exigencias fáciles de enunciar, pero difíciles y complicadas de instrumentar, de cara a la represión y los abusos desde el poder.

Ya que el fascio-madurismo no va a permitir que la oposición democrática pueda conquistar “espacios de poder” y le propine otra aplastante derrota –sabe que tiene los votos para ello—, no tiene cómo simular credibilidad para esas elecciones. Es su punto débil. Magnifica la ilegitimidad derivada de su grosera usurpación de la presidencia. De ahí que toca acentuar esta debilidad, reclamando los cambios que son menester para legitimar el proceso electoral y hacer confiables sus resultados:

  1. Cesar a quienes han delinquido en el ente comicial y nombrar nuevas autoridades;
  2. Participación de los partidos políticos democráticos establecidos, con sus símbolos legítimos;
  3. Un cronograma realista que asegure condiciones equitativas para estos comicios;
  4. Representación, de cada partido, en mesas y demás organismos electorales, respetando su integridad y libertad de acción en el cumplimiento de sus funciones legítimas;
  5. Presencia de observadores internacionales confiables para atestiguar acerca de su credibilidad;
  6. Libertad de medios para denunciar acciones ventajistas y/o amenazas a los votantes;
  7. Acceso igualitario a los medios de comunicación de los distintos candidatos;
  8. Publicación detallada de los resultados de los comicios electorales del 28 de julio del año pasado.

El reto, difícil pero ineludible, es hacer que estas y otras exigencias de rigor adquieran preeminencia entre los venezolanos ante los comicios del 27A, de manera de colocar a la defensiva a los usurpadores. ¡Por supuesto que no van a cumplir con tales demandas! Pero, si logran convertirse en bandera de los centenares de miles de compatriotas que aportaron tanto en asegurar el triunfo del 28 de julio y captan la atención de organismos internacionales y regionales, gobiernos de países amigos, medios de comunicación reconocidos y redes sociales, no hay duda de que quienes salgan debilitados ante la convocatoria electoral no serán las fuerzas opositoras, sino el fascio-madurismo.

La consecuencia probable de asumir una campaña de esta naturaleza es la abstención. Porque la dictadura seguramente ignorará las demandas planteadas y/o responderá con más represión, denunciando conspiraciones subversivas como excusa. Es su naturaleza. Pero, la ofensiva estará claramente del lado de las fuerzas democráticas. El hecho electoral podría ser, por tanto, oportunidad para conservar y ampliar la fuerza manifestada en las elecciones presidenciales del año pasado. Hará más difícil las pretensiones de la oligarquía militar-civil de anular esa fuerza. Llamar simplemente a no votar, a abstenerse, sin aprovechar las circunstancias para movilizar esta resistencia, no tendrá el mismo efecto. Y si por casualidad emergen liderazgos regionales que aglutinen mayorías robustas dispuestas a participar con expectativas de éxito, a pesar de las trabas, bienvenidos sean.

En fin, lo decisivo para las próximas semanas será una estrategia que logre preservar y acumular las fuerzas de cambio puestas de manifiesto. No puede haber vuelta atrás en esto. María Corina Machado y Edmundo González Urrutia son nuestros activos principales para este esfuerzo. No hay chantaje que nos lleve a desconocerlos. Finalizo confesando mi incomodidad de opinar, desde el exilio, sobre lo que, entiendo, debe hacerse. A aquellos que se molesten, mis disculpas. Pero es difícil callarse.

Finalmente, debatir en frío los pros y los contra de participar el 27A, sin auscultar el sentir mayoritario de la población, me parece inconducente, si compromete la fuerza mayoritaria para el cambio. Continuemos confiando en la valiente, clara y sostenida lucha de tantos, con María Corina a la cabeza, por mantener las expectativas de triunfo democrático presentes. Continuar desenmascarando a un régimen ya bastante debilitado y alentar la salida de quienes sostienen la estructura de complicidades del fascio-madurismo debe culminar, más temprano que tarde, en su colapso definitivo.

 

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