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Patricio Navia: Con el nombre de Chile no se juega

Porque Boric ha fallado en hacer valer nuestra reputación de país serio y confiable, la molestia que expresó debiera estar dirigida más bien a lo que ha sido su propio legado que a la decisión que tomó la FIFA.

 

Es comprensible la reacción de molestia del Presidente Gabriel Boric ante el anuncio de la FIFA que excluyó a Chile como sede del mundial de 2030. Pero al declarar que “con el nombre de Chile no se juega”, el Mandatario, tal vez con una lógica freudiana, describió más bien el daño que ha hecho su gobierno a la reputación internacional de nuestro país. Porque Boric ha fallado en hacer valer nuestra reputación de país serio y confiable, la molestia que expresó debiera estar dirigida más bien a lo que ha sido su propio legado que a la decisión que tomó la FIFA, un organismo que ha sido repetidamente cuestionado por sus decisiones poco transparentes y que ha sido también golpeado por escándalos de corrupción.

Aunque nuestro tamaño nunca nos ha permitido ser una nación de especial influencia en el mundo, por varias décadas Chile fue considerado un país serio, responsable y confiable. Aunque algunos pudieran incluso decir que era algo aburrido, nuestro país tenía una reputación loable en el mundo. Aunque en algún momento el país intentó jugar con la marca de Chile all ways surprising (Chile, sorprendente en todas las formas), en realidad nuestro país destacaba precisamente porque éramos confiables y predeciblemente responsables. Chile era un país que no sorprendía porque hacia las cosas bien y porque avanzaba de forma gradual y pragmática por el camino del desarrollo, la inclusión social y la reducción de la pobreza.

Pero en los últimos años, nuestro país ha perdido esa reputación. Primero, fueron las equivocadas políticas públicas que impulsó Bachelet en su segundo periodo -incluida una reforma educacional que poco ayudó a mejorar la calidad de la educación que reciben los estudiantes y un proceso de diálogos constituyentes que en realidad se convirtió en una serie de cabildos donde la gente manifestó sus demandas y sueños de más desarrollo y protección social. Luego, fue el cambio de prioridad que nos hizo pasar de ser un país que buscaba crecer a uno que buscaba repartir mejor terminaron por destruir el otrora alcanzable sueño de convertirnos en un país desarrollado.

Después vino el desastroso segundo gobierno de Piñera que, arrinconado por el violento estallido social de 2019, nos metió en este foso del proceso constituyente del que todavía no podemos salir. Para fines de 2021, aunque nuestro país destacó en la región en su rápida y efectiva respuesta al Covid-19 (incluida la temprana llegada de vacunas), Chile ya había vuelto, de forma indiscutida, a ser un país más en una región convulsionada, inestable, con crecimiento mediocre y capacidad estatal limitada.

La victoria de Gabriel Boric a fines de 2021, con su discurso profundamente refundacional e inequívocamente retrógrado en su énfasis en el Estado como motor del desarrollo, sólo vino a coronar un proceso ya iniciado en el país de decadencia institucional, políticas públicas inconducentes al desarrollo y prioridades populistas que poco hacen para reducir la desigualdad. La victoria de Boric no nos puso en el sendero equivocado. Solo apuró la velocidad del deterioro que ya venía experimentando Chile en la década anterior.

En sus casi dos años en el poder, el Presidente Boric y su gobierno nos han sorprendido repetidas veces con decisiones que siempre muestran que se puede caer todavía más bajo. A los papelones que ha hecho Boric en sus giras al exterior, donde ha dejado ver su falta de preparación, pereza intelectual y dogmatismo político, se suma su terca obsesión por condicionar la firma del TPP-11 a lograr improbables side letters de otros países firmantes. La incapacidad de su gobierno para negociar una reforma tributaria y una reforma de pensiones y la tozudez en impulsar incomprensibles e injustificados indultos a delincuentes con amplio prontuario (argumentado que se trataba de luchadores por cambios sociales) son sólo algunos de los ejemplos de todo lo malo que ha hecho este gobierno.

Por hablar mucho más rápido de lo que piensa, por nombrar a personas claramente incapaces a cargos de confianza y de enorme responsabilidad, por su incapacidad para ser un líder que evitara el estrepitoso fracaso del primer proceso constituyente y por su falta de visión para convertirse en el Presidente de todos los chilenos, Boric ha enlodado la reputación de Chile como un país serio, responsable y confiable. Por eso, cuando, molesto por la decisión de la FIFA, dijo que lamentaba “que haya instituciones que funcionen de manera poco seria y sorpresiva”, su frase pareció describir mejor lo que ha pasado, durante su gobierno, con muchas instituciones en Chile, incluida la Presidencia de la República, que la decepcionante, pero poco sorpresiva, decisión de la FIFA de excluir a Chile del grupo de países organizadores del Mundial de Fútbol de 2030.

 

 

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