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Patricio Navia: La campaña de vacunación y el estallido social

Aunque es innegable que el gobierno realizó una exitosa gestión para asegurar suficientes vacunas para todos los que la necesitan, muchos probablemente no reconocerán ese enorme esfuerzo. Igual que en octubre de 2019, los chilenos juzgarán más a partir de sus altas expectativas que de la realidad que pueden observar.

 

Aunque el gobierno del Presidente Piñera debe ser reconocido por el exitoso y temprano inicio de la campaña de vacunación masiva contra el Covid, es improbable que la opinión pública cambie la mala valoración que tiene del gobierno. Después de todo, en Chile se produjo un estallido social contra la desigualdad y la falta de oportunidades cuando el país estaba en su mayor punto de desarrollo histórico y la desigualdad alcanzaba sus niveles más bajos. Porque en octubre de 2019 los chilenos salieron a marchar porque sus expectativas eran mucho más altas que lo que el país entonces podía ofrecer, la exitosa campaña de vacunación que ya se lleva a cabo —que nos convierte en líderes en América Latina— no producirá un efecto masivo de optimismo. Los chilenos parecen dar por sentado que íbamos a ser los primeros en la región en vacunarnos. Por eso, aunque es innegable que el gobierno realizó una exitosa gestión para asegurar suficientes vacunas para todos los que la necesitan, muchos chilenos probablemente no reconocerán ese enorme esfuerzo. Igual que en octubre de 2019, los chilenos juzgarán más a partir de sus altas expectativas que de la realidad que pueden observar.

El inicio de la campaña de vacunación masiva contra el Covid-19 debiera ser un motivo de orgullo para el país. Chile lidera en América Latina en número de vacunados. La cantidad de personas que se vacunó el primer día (casi 1% de la población adulta del país) es una verdadera hazaña. Es verdad que nuestro país tiene solo 18 millones de personas, pero los países de similares niveles de desarrollo que son más poblados también tienen más infraestructura pública y más recursos brutos para adquirir más vacunas (menor precio por volumen). Aunque la campaña recién se inicia, la velocidad con que avanza es notable.

En Estados Unidos, que ya lleva 50 días vacunando personas, recién se superó el 10% de la población adulta. Es verdad que el gobierno del presidente Trump falló feamente en poner un funcionamiento una logística adecuada para llegar rápidamente con las vacunas a la mayor cantidad de personas. En las últimas dos semanas, el nuevo gobierno de presidente Biden ha apretado el acelerador para apurar la campaña de inoculación. La meta de Washington es que a fines de abril se llegue a 150 millones de personas vacunadas. Pero Estados Unidos es el país más poderoso del mundo y dos de las cinco vacunas que ya están circulando en el mundo son producidas por empresas estadounidenses.

Comparando con lo que han hecho otros países en el mundo, lo que está logrando Chile en materia de vacunación es simplemente notable. No solo lideramos en América Latina—por lejos—sino que también estamos entre los países OECD que más pronto han empezado a vacunar masivamente a su población.

Por esta razón, hay muchos que creen que la campaña de vacunación masiva será la oportunidad para que el presidente Piñera finalmente salga del pozo de rechazo a su gestión en que el que cayó con el estallido social y del que no ha podido salir. Después de todo, si el país lo ha hecho tan bien en la campaña masiva de inoculación, el gobierno debería llevarse los galardones.

Pero si algo nos enseñó el estallido social es que los chilenos no juzgan al gobierno por lo que hace bien o mal, sino por las altas expectativas que ellos tienen respecto a lo que el gobierno debiera hacer. Si bien el país ha vivido tres exitosas décadas en materia de desarrollo económico, inclusión social, reducción de la pobreza e incluso reducción de la desigualdad, los chilenos mayoritariamente sienten que no hemos avanzado lo suficiente. La gente ya no se compara con el Chile de hace 10 o 20 años, tampoco con el resto de América Latina. Nos comparamos con los países más desarrollados de la OECD. Eso hace que las expectativas sean especialmente altas y exigentes. Incluso en dimensiones donde el país lo ha hecho relativamente bien —como la campaña de vacunación masiva—, muchos se esmeran en encontrar objeciones. Desde los cuestionamientos a que Chile compró la vacuna china hasta los que reclaman por los criterios usados para determinar los grupos prioritarios, mucha gente opta por comparar a Chile con un modelo ideal que no existe en ninguna parte y no por realizar una comparación más justa y razonable con países en similar nivel de desarrollo y similar trayectoria histórica.

Por eso, aunque los simpatizantes del gobierno comprensiblemente esperen que el país premie al presidente Piñera por el excelente desempeño que ha tenido su administración en logran poner en marcha la campaña de vacunación masiva, no debiera sorprendernos que los chilenos juzguen al gobierno más a partir de sus exigentes expectativas que de la realidad. Aunque seamos líderes en América Latina —y el mundo— en vacunar masivamente a la población, cuando las expectativas están muy alejadas de la realidad, siempre termina reinando el descontento y la frustración.

 

 

 

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