Democracia y Política

Patricio Navia: Pocas ganas de dialogar

A medida que se acerque el fin del proceso constituyente, las lógicas de campaña dificultarán el escenario para que se forje un espacio de diálogo constructivo y de acuerdo entre el gobierno y la oposición.

diálogo

 

Hay poca agua en la piscina para un diálogo fructífero entre el gobierno y la oposición. Aunque siempre resulta beneficioso ponerse de acuerdo con aquellos que piensan distinto, especialmente si eso puede ayudar a destrabar el estancamiento político y económico, las desconfianzas que se han profundizado en estos 18 meses de gobierno y el calendario electoral representan obstáculos difíciles de superar para el gobierno del Presidente Boric y la oposición de la derecha. Precisamente porque Boric siente presión para abrazar una estrategia más radical que deje contenta a su base dura y la oposición teme que el Partido Republicano saque provecho de un acercamiento entre los partidos de derecha y el impopular gobierno, la fuerza centrífuga del corto plazo probablemente anulará los esfuerzos por construir un gran acuerdo nacional.

Aunque el país sufra de fatiga constitucional, el proceso constituyente tiene un calendario que obligará a la clase política a ponerle más atención a la campaña para el plebiscito de diciembre. Como el Presidente Boric necesita anotarse alguna victoria y dejar algún legado concreto, el gobierno deberá sumarse a la campaña por el voto a favor del nuevo texto, siempre y cuando el contenido de ese texto no sea demasiado derechista. Para evitar pasar a la historia como el Presidente menos realizador desde el retorno de la democracia, Boric necesita poner su firma en una Constitución que remplace a la de Pinochet.

A su vez, el Partido Republicano necesita demostrar que su alta votación en mayo de 2023 no fue un accidente ni tampoco fue sólo un voto de castigo al gobierno. Para potenciar sus aspiraciones presidenciales, José Antonio Kast necesita demostrar liderazgo y llevar a buen puerto el proceso constituyente. Para Kast, una derrota del voto a favor en diciembre significaría también una derrota personal de su capacidad para encausar un proceso que lidera su partido. Aunque Kast y muchos en el Partido Republicano nunca quisieron terminar con la Constitución de 1980, el fracaso del proceso constituyente será también su fracaso.

Por eso, a medida que se acerque el fin del proceso constituyente, las lógicas de campaña dificultarán el escenario para que se forje un espacio de diálogo constructivo y de acuerdo entre el gobierno y la oposición. Si la conmemoración del quincuagésimo aniversario del quiebre de la democracia complicará el diálogo en las próximas semanas, la campaña para el plebiscito de diciembre será un obstáculo después.

Además, la nueva arena política le ha subido el costo a los partidos que quieren construir consensos desde el centro político. En la izquierda, la irrupción y victoria del Frente Amplio/PC en 2021 demostró el éxito de la estrategia de construir apoyo a partir de criticar la cocina política. Como Boric fue parte de los que se beneficiaron criticando la cocina política y caricaturizando los acuerdos como traición a los principios y a las bases, el ahora Presidente de la República aparece especialmente preocupado de no dejar un vacío en la extrema izquierda que sea ocupado por los más radicales. Eso hace difícil que el gobierno pueda enviar señales creíbles de su disposición a forjar acuerdos que generen el rechazo de los más extremistas. El gobierno ahora es víctima de esa irresponsable estrategia de denostar el diálogo y la negociación que el Frente Amplio privilegió durante el gobierno anterior.

En la derecha ocurre algo similar. Los partidos tradicionales, UDI y RN, han perdido apoyo con el crecimiento de la extrema derecha. El Partido Republicano ha corrido el cerco hacia la derecha y eso ha obligado a RN y UDI a tomar posiciones de mayor confrontación con el gobierno. Mientras el Partido Republicano siga siendo una amenaza desde la extrema derecha, RN y UDI tendrán pocos incentivos para aparecer demasiados cercanos al gobierno.

Finalmente, como si todo esto no fuera suficiente obstáculo para construir un gran acuerdo, el gobierno carece de negociadores lo suficientemente fuertes y empoderados para llevar a feliz término una negociación. Ninguno de los ministros que podrían hacer esto, Mario Marcel, Carolina Tohá, o Álvaro Elizalde, puede garantizar votos suficientes en el Congreso para convertir un acuerdo en leyes. La baja aprobación de Boric debilita la capacidad persuasiva de La Moneda para ordenar a los legisladores oficialistas.

La derecha tampoco parece tener líderes lo suficientemente fuertes y empoderados. RN está en proceso electoral interno y la UDI está más obsesionada en evitar ser absorbida por Republicanos que en perfilarse como el partido bisagra de la política chilena.

Por eso, nadie debiera sorprenderse de que el proceso de diálogo no llegue a buen puerto. Tal vez por eso es que, en el primer encuentro entre el gobierno y la oposición, pareció reinar más la frustración y el desencanto, que la esperanza y el optimismo.

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