Paul Ryan, reducido a su escala
«Miren, yo soy una persona especialista en políticas públicas.«
Esa era la afirmación de Paul Ryan antes del pasado viernes, cuando el proyecto de reforma sanitaria que diseñó en secreto se hundió sin votación, con su propio partido mostrando lo que pensaba de sus conocimientos en políticas públicas.
Una y otra vez cuando se le preguntaba acerca de los ataques del presidente de Trump a los inmigrantes o a los tribunales, sus lazos con Rusia o sobre sus afirmaciones de un fraude electoral masivo, el presidente de la Cámara respondía que estaba demasiado ocupado trabajando en su proyecto, titulado «Una Manera Mejor», como para pensar en todas esas cosas desagradables.
Que el señor Ryan fallara en la promesa programática que los republicanos han estado anunciando durante ocho años deja claro que si él es el experto en políticas públicas del Partido Republicano, el Partido Republicano no tiene políticas públicas. Y con un plan de salud que habría despojado a 24 millones de estadounidenses de atención básica y que habría incrementado drásticamente las primas para las personas mayores de 60 años, parece que no les importa mucho lo que los estadounidenses necesitan o desean.
La discrepancia entre promesa y realidad no debería sorprender a cualquiera que haya estudiado las propuestas de Paul Ryan lo largo de los años. El Sr. Ryan ha desplegado grandes propuestas en volúmenes encuadernados con tapas de lujo y nombres elegantes, pero el mensaje principal nunca ha cambiado: El «camino hacia la prosperidad» de Estados Unidos (¿Lo recuerdan? de 2011) se basa en recortes de impuestos para los ricos y las corporaciones, y en la eliminación de programas sociales.
Hace tres años, un líder republicano de la Cámara de Representantes opinó que su informe sobre los programas contra la pobreza mostraban que «Paul Ryan sigue siendo nuestro hombre de grandes ideas.» La llamamos «una excusa magnánima» para «destrozar programas como Medicaid, Head Start y los cupones de alimentos».
Después de que Mitt Romney -con Ryan como su compañero de fórmula- perdiera la elección presidencial de 2012, los republicanos encargaron un «autopsia» que exigía una reestructuración del partido.
«Nos hemos convertido en expertos en cómo proporcionar un refuerzo ideológico a personas de ideas afines», advirtieron los autores del informe.
La respuesta de Ryan fue maquillar la misma agenda de la elección de 2016, a pesar de que los estadounidenses de clase trabajadora se mostraban furiosos con su ortodoxia. No querían que se eliminara la Seguridad Social y deseaban el «cuidado de la salud para todo el mundo» que el señor Trump prometió.
Ryan se tragó los insultos y ofensas de Trump con el fin de lograr aprobar su proyecto. Después de siete años y 60 fracasados intentos republicanos de «derogar y reemplazar» Obamacare, Ryan finalmente tuvo su oportunidad, y la destruyó.
Después de retirar el proyecto de ley, Ryan demostró que no había renunciado a intentar que la gente llegue a pensar que es alguien en quien se puede confiar. Sin visible ironía, describió su humillante derrota como «una oportunidad increíble», agregando que «todavía hay muchas cosas que podemos hacer para ayudar a mejorar la vida de las personas, y las haremos «.
Pero él no engaña a nadie más. Puesto a prueba, él siempre ha revelado que no tiene nada más creativo en su cráneo que el rancio dogma conservador.
Asimismo ayudó a cumplir una profecía cínica dicha el mes pasado por John Boehner, quien fuera derrocado del cargo que hoy ocupa Ryan por los mismos radicales del House Freedom Caucus que le bajaron los humos a Ryan y a su jefe de la Casa Blanca el viernes, y que por cierto pueden hacerle perder el cargo de presidente de la cámara baja.
«En los 25 años que he servido en el Congreso de los Estados Unidos», dijo Boehner, «los republicanos nunca, nunca, ni una sola vez se pusieron de acuerdo en qué es una propuesta de atención de salud. Ni una sola vez. Y toda esta alegre cháchara que se dio en noviembre, diciembre y enero sobre derogación, derogación, derogación – sí, lo reemplazaremos, lo reemplazaremos -. No paré de reírme».
Podríamos dar las gracias al Sr. Ryan por una cosa. Su terrible legislación condujo a votantes de ambos partidos a inundar los ayuntamientos y el Capitolio, exigiendo que el Congreso rechazara el proyecto de ley.
Así que en momentos en que muchos estaban empezando a cuestionar la vitalidad de la democracia estadounidense, el fracaso de Ryan mostró a los estadounidenses que nuestro sistema funciona.
Traducción: Marcos Villasmil
NOTA ORIGINAL:
The New York Times
Paul Ryan, Brought Down to Size
The Editorial Board
“Look, I’m a policy guy.”
That was Paul Ryan’s line before last Friday, when the health care bill he designed in secret went down without a vote, his own party showing what they thought of his policy.
Time and again when he was asked about President Trump’s attacks on immigrants or the courts, his ties to Russia or his claims of massive election fraud, the speaker of the House would say he was too busy working on his agenda, “A Better Way,” to think about all that nasty stuff.
That Mr. Ryan failed on the policy promise that Republicans have been running on for eight years makes it clear that if he is the policy wonk of the Republican Party, then the Republican Party has no policy. And with a health care plan that would have stripped 24 million Americans of basic care and drastically hiked premiums for people over 60, it seems that they don’t much care what Americans need or want.
The discrepancy between promise and reality should be no surprise to anyone who has looked at Mr. Ryan’s proposals over the years. Mr. Ryan has been rolling out grand pronouncements in bound volumes with fancy covers and snappy names, but the main message never changed: America‘s “path to prosperity” (remember that one? 2011) lies in tax cuts for the wealthy and corporations, and slashing social programs and regulations.
Three years ago, a House Republican leader said his report on antipoverty programs showed that “Paul Ryan remains our big-ideas guy.” We called it “a high-minded excuse” to “eviscerate programs like Medicaid, Head Start and food stamps.”
After Mitt Romney, with Mr. Ryan as his running mate, lost the presidential election in 2012, Republicans commissioned an “autopsy” that called for a realignment of the party.
“We have become expert in how to provide ideological reinforcement to like-minded people,” the report’s authors warned.
Mr. Ryan responded by repackaging the same agenda for the 2016 election, even though working-class Americans were demonstrating fury at his establishment orthodoxy. They didn’t want Social Security cut and they wanted the “health care for everybody” that Mr. Trump promised.
Mr. Ryan swallowed Mr. Trump’s insults and offenses, in the name of passing his agenda. After seven years and 60 failed Republican efforts to “repeal and replace” Obamacare, Mr. Ryan finally got his moment, and blew it.
After pulling the bill, Mr. Ryan showed he hadn’t given up on trying to make people think he was someone they could believe in. With no detectable irony, he described his humiliating defeat as “an incredible opportunity,” adding “There remains so much that we can do to help improve people’s lives, and we will.”
But he’s fooling no one any longer. Put to the test, Mr. Ryan revealed that all along, he doesn’t have anything more creative in his cranium than stale conservative dogma.
He had helped fulfill a cynical prophecy delivered last month by John Boehner, who was ousted by the same Freedom Caucus radicals who took Mr. Ryan and his White House boss down a peg on Friday, and may yet give the speaker the boot.
“In the 25 years that I served in the United States Congress,” Mr. Boehner said, “Republicans never, ever, one time agreed on what a health care proposal should look like. Not once. And all this happy talk that went on in November and December and January about repeal, repeal, repeal — yeah, we’ll do replace, replace — I started laughing.”