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Páez-Pumar: Lo que jamás imaginó mi mente

 

Hace unos días abordé el tema de la hospitalización del Secretario General de la Organización para la Liberación de Palestina, Saeb Erekat, en un hospital en Jerusalén por estar contagiado con el Covid-19. Sumariamente señalé las diversas opiniones que sobre el hecho se habían producido, al menos las que habían llegado a mí: 1) de condena al Secretario General por traidor al escoger un hospital en Jerusalén;  2) de condena a Israel por escenificar una farsa publicitaria de “convivencia” con los palestinos y 3) las menos, que consideraban el asunto como normal y adecuado a las circunstancias que se están viviendo.

Yo mismo, consideré la actitud asumida por el estado de Israel como lógica y justa, sin dejar de señalar que no faltarían quienes la tratarían como una maniobra, vale decir una farsa; y me aventuré a señalar que si el Secretario General llegaba a fallecer, no faltarían las voces que calificarían el hecho de homicidio. No lo señalé entonces, pero lo hago ahora: la decisión del gobierno de Israel fue tomada consciente de los riesgos publicitarios, más bien de manipulación de la opinión pública, de la cual no había escape. Si fallecía lo habrían matado, si sobrevivía, como era sabido, todo consistió en “una campaña publicitaria”.

Me atreví a referir la parábola del Buen Samaritano (Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó) para resaltar el principio de la solidaridad humana y “del amor al prójimo” que de ella deriva a sabiendas de que invocaba una enseñanza originada en el cristianismo, aplicándola a una confrontación entre judíos y musulmanes, en cuyos libros sagrados la Torá y el Corán, deduzco o intuyo que hubiera podido encontrar enseñanzas semejantes; y de hecho la Torá, que nosotros llamamos Viejo Testamento, está llena de ejemplos similares, pero no era el caso teniendo la mía a mano, que soy cristiano, entrar a repasar ese inmenso acopio de enseñanzas porque al fin y al cabo se trataba tan solo de una referencia en un artículo.

¿Hasta dónde puede llegar el fanatismo? Desde luego desborda cualquier límite. Cuando se supo que la situación de Saeb Erekat había empeorado, no fueron precisamente los ajenos a la persona de Erekat quienes arremetieron contra el estado de Israel acusándolo de todas las maniobras a las cuales ya me he referido, sino miembros de su familia que paradójicamente tampoco lo hicieron contra el estado de Israel, sino que enfocaron sus baterías contra el propio Erekat condenando como insólita y hasta censurable la decisión de haber escogido un hospital en Jerusalén para ser atendido, en lugar de otro hospital y desde luego en otro lugar.

No recuerdo de esa lectura rápida y desinteresada, ni tengo el más mínimo interés en repasar las lecturas de hace dos días, si el reclamo al paciente era por no haber seleccionado un hospital “palestino” o simplemente uno cualquiera con tal de que no fuera judío. Desde luego no parecía tomarse en cuenta ni lo alejado o cercano de ese otro posible hospital, ni tampoco los medios con los cuales se podía trasladar al paciente desde donde estaba al hospital donde sería atendido. Creo que no vale la pena decir nada más sobre este hecho, pero creo también que era necesario decirlo, al menos yo lo sentí así. Tengo que decir lo que pienso, ponerlo por escrito, sin importar las reacciones que provoque, que se sepa que yo lo dije y lo escribí.

 

Caracas, 23 de octubre de 2020

 

 

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