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Pelota y Dignidad Humana

Anotaciones sobre lo acontecido con el equipo Cuba en el Preolímpico de béisbol

“Deseo que pierda todos los juegos el equipo Cuba en el Preolímpico y que se queden todos para que sea otra derrota del sistema”.  La frase la he copiado literalmente de la respuesta de un amigo en Facebook y me pregunto: ¿cómo hemos llegado a cultivar el disgusto contra una ideología de forma tan nociva, en que se hace imposible acopiar cualquier idea de reconciliación? Detrás de un discurso de odio siempre suele crecer alguna filosofía de la radicalización y ese tipo de cultura termina por devorar a todos los que no aplauden sus ideas y matando la otredad, que es ponernos en el lugar de la otra persona.

La dignidad humana, según Samuel Gallastegui, “es una de las tecnologías más potentes que tenemos para construir una sociedad justa y equilibrada.” Además, hemos aprendido desde la infancia que la dignidad es el valor reconocido que tiene una persona. Los cristianos creemos que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, consideramos a los seres humanos sin importar sus posiciones políticas, iguales en dignidad, ya que somos todos, hijos e hijas del mismo Padre. La pelota es un juego que desde la guerra de independencia nos brindó una herramienta de respuesta patriótica frente al abuso del colonizador español; solía unir a los cubanos, cualesquiera que fuesen sus diferencias. Entonces, ¿qué ganamos promoviendo en un escenario deportivo frases hirientes, azuzando ofensas y divisiones entre un mismo pueblo?

La venganza es una forma primitiva e irracional de justicia, nunca el modo de proceder adecuado para llevar adelante la Cuba que soñamos construir. No se puede impulsar la esperanza en un pueblo jugando al boxeo ideológico, donde por cada acto de odio que se cometa en la Isla, se responda con otro de igual peso en los espacios donde el sistema no puede controlar la iniciativa, como las redes sociales. El objetivo de una necesitada sociedad civil articulada sería acabar con los actos injustos e indignos, no con las personas. En los últimos tiempos, con la llegada del internet, hemos sido testigos de cómo se puede pasar por encima de la dignidad humana en pos de hacer prevalecer una posición de poder y un privilegio, pero desde una mirada cristiana no sería suficiente con justificar que un grupo de personas carezcan  de dignidad humana para cometer los actos más atroces contra de su dignidad. Pues entonces, podríamos llegar a reproducir las condiciones para un escenario tan desfavorable como las UMAP en la década de los ‘60.

Al final, el equipo Cuba no clasificó para los juegos olímpicos y siento que con su derrota perdimos todos los cubanos. Alguien me dijo una vez: “no hay nada más parecido a la realidad del pueblo que un conjunto de beisbol nacional”.  Puede que sea una frase demasiado abarcadora, pero si nos fijamos en el evento como muestra, vimos un joven talentoso migrando por la vía más rápida para escapar de la realidad local. Sentimos la polarización política entre los propios aficionados y los atletas, la falta de fe en la victoria o en la posibilidad de un equipo Cuba representado por nuestros mejores jugadores a nivel internacional.

Si la Cuba soñada por las personas de buena voluntad la pensamos como un juego de pelota, hay normas esenciales como la aniquilación de los fusilamientos mediáticos de un lado y de otro que debemos empezar a poner en pie, justamente porque nos permitirán en el futuro pensar con libertad las mejores soluciones para salvaguardar la dignidad de todas las personas. Pero,  eso lo tenemos que enseñar desde el ejemplo, sobre todo a las nuevas generaciones,  no imponer.-

 

 

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