Periscopio La Habana: ¿Los deshielos USA-Cuba traen un mayor compromiso de los gobiernos de la región?
La idea de que la distensión unilateral en la política norteamericana hacia Cuba genera un mayor compromiso entre los gobiernos latinoamericanos en la exigencia de cambios y respeto a los derechos humanos en la Isla no tiene fundamento empírico.
La administración del presidente Obama realizó importantes concesiones unilaterales al régimen cubano a pesar de que este mantenía la represión y la ausencia de reformas políticas; era difícil que los gestos del Norte no fueran bien recibidos por una región gobernada en aquellos años mayoritariamente por la izquierda.
La Cumbre de las Américas de Panamá en 2015 fue la puesta en escena internacional de una aparente reconciliación entre los dos gobiernos. Pero la mano tendida de Barack Obama, presidente de una de las democracias más importantes del mundo, al representante de la dictadura más antigua de Occidente, poco significó para unos presidentes que continuaron en aquel mismo cónclave con los reproches de siempre a Estados Unidos en contraposición con la ausencia de críticas o de simples recomendaciones en materia de derechos humanos al gobierno de La Habana.
El régimen, además de cogerle miedo al embullo que generaba Obama en determinados sectores de la Isla -de ahí la contrarreforma económica raulista-, tampoco sintió una exigencia regional que le hiciera tomarse en serio la importancia de aprovechar el momento para hacer algo positivo en favor del pueblo cubano.
Apelar a una política multilateral para abordar diversos asuntos relacionados con regímenes iliberales, como hizo Trump con la dictadura de Maduro -a pesar de que no tuvo un cierre exitoso- es una estrategia inteligente. Pero en el caso cubano no se debe partir de espejismos o pasar por alto los factores que hacen que diversos actores internacionales todavía mantengan cierto cuidado en algunos casos o empatía en otros con el régimen comunista.