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Periscopio Universitario / Políticas venezolanas: un virus más peligroso que el COVID-19

Estimados amig@s de americanuestra.com: iniciamos hoy en nuestro blog el «Periscopio Universitario». Este Periscopio responde a la realidad del papel estelar que juegan en nuestros países los movimientos Universitarios, como lo fueron en Venezuela en 1928 y en Cuba en 1930. Coincidencialmente son estos dos países los que han iniciado la pandemia política del Socialismo siglo 21 que ha tocado a Nicaragua, Bolivia y Ecuador, y  que pretende extenderse por toda America.

Nuestro Periscopio Universitario es una tribuna/espacio de opinión para los movimientos y/o líderes universitarios, incluyendo estudiantes, facultad y alumni de las universidades de América.

Este Periscopio, estará a cargo de María Fernanda Villalobos, estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Caracas, y se publicará quincenalmente, los lunes.

¡Bienvenida María Fernanda, y todos sus colaboradores, a americanuestra.com!

 

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En medio de la pandemia por Coronavirus se acentúa en Venezuela la mayor crisis humanitaria que el país ha conocido; servicios básicos casi inexistentes para el grueso de la población, colas de hasta 15 días de duración para surtir gasolina en el interior y una curva de contagio que, en lugar de aplanarse, no hace sino elevarse hasta el cielo, con una proyección de 14.000 contagios diarios para el mes de diciembre, donde, por cierto, se celebrarán elecciones parlamentarias. Este es el panorama actual de una nación donde las políticas públicas son cada vez más torpes y completamente fallidas, al punto en que parecieran sacadas de una tragicomedia.

Para nadie es un secreto la situación en la que vivían los venezolanos antes de la cuarentena. De hecho, podía apreciarse a simple vista cómo convivían –y conviven- múltiples realidades al mismo tiempo: la Venezuela en la que la gente moría de mengua y falta de medicamentos y la de los bodegones y tiendas “todo importado”; la que desde hacía meses pasaba días enteros en colas de gasolina en el interior del país y la de carros lujosos en Las Mercedes, en Caracas; la de los seis apagones diarios y electrodomésticos quemados al retorno de la energía eléctrica y la de las mansiones y yates con plantas a gasolina que servirían para alimentar a pueblos pequeños; la de los políticos de redes sociales y la de aquellos que decían estar en las calles; y por supuesto, la del empresario que hacía ajustes en sus negocios para poder sobrellevar la situación, pero también la de aquellas personas que seguían el ejemplo de Juan Planchard (personaje de ficción de la novela “Las aventuras de Juan Planchard”, quien hacía negocios oscuros con el régimen durante el gobierno de Hugo Chávez). Entonces esas eran algunos de los universos que convivían en el día a día del caos criollo.

Seis meses más tarde, en la cuarentena más larga de toda América latina, nuevas realidades comienzan a asomarse, producto de lo que se considera una política “con tendencia a fallar”, que consiste en la flexibilización y radicalización de la cuarentena, con el famoso esquema 7×7. Durante siete días flexibles pueden abrir los negocios, tiendas, fábricas y empresas contempladas en los sectores que considere el ejecutivo nacional, y luego, durante siete días radicales, sólo podrán laborar los supermercados, farmacias, servicios de comida y de salud.

Una de estas nuevas realidades es la de las personas que se dedicaban al comercio informal, y que hoy en día han tenido que reinventarse y adaptarse al esquema 7×7 para poder llevar algo de dinero y comida a sus hogares, mientras que, al mismo tiempo, se pueden encontrar personas “vacacionando” en posadas y playas de La Guaira, Higuerote y Tucacas. También se incrementa exponencialmente el número de emprendimientos y proyectos personales entre las familias que invierten un escaso capital con la esperanza de duplicarlo y poder sostener el negocio en el futuro, y el más nuevo fenómeno: los anuncios en redes sociales de tequeños en 1$, donde la oferta es una bandeja de 50 tequeños + un refresco de 1.5 litro por la módica suma de 1 dólar americano.

Seguramente surgirá la duda del porqué del título, y es aquí donde se desarrolla con mayor profundidad esa idea. Venezuela atraviesa un momento político incierto, donde se asoman unas elecciones fraudulentas e ilegítimas, con partidos políticos secuestrados, “a la orden de la dictadura de Nicolás Maduro y el PSUV», y, sin embargo, en el momento donde el principal objetivo debería ser salvaguardar el bienestar de toda la población implementando políticas públicas efectivas que pudiesen reducir al máximo posible los peligros del contagio al nuevo virus, tomando en cuenta el estado de los hospitales y centros de salud, la torpeza de la élite gobernante –y de quienes le asesoran- pareciera detonar más de una teoría de conspiración.

Algunos sugieren que, a raíz del escándalo de los CLAP, quizás se están quedando cortos para abastecer los hogares con las famosas cajas o bolsas, y es por ello que abren las ventanas de flexibilización con la esperanza de que los contagios y posibles muertes por complicaciones ayuden a aligerar la carga y la cantidad de personas a las que debería llegarles tal beneficio. Otros sostienen que es una purga y limpieza de la población, con algún trasfondo económico, que permitiría al régimen tomar otra bocanada de aire para mantenerse a flote. A ciencia cierta, resulta difícil conocer la verdad detrás de tantos errores técnicos y prácticos en la aplicación de una medida de cuarentena y, por supuesto, el estado de alarma que desde hace tantos meses se prolonga.

No obstante, después de conocer diversas realidades y posibles escenarios, francamente no queda más que decir que lo que hoy en día sucede en Venezuela es algo sin precedentes –al menos escritos- y a lo que muchas personas siguen sin verle una salida clara. Mientras tanto, el pueblo cada vez más asfixiado, los bolsillos más llenos, las mascarillas más desgastadas y los precios de las entregas delivery disparados hasta la tierra de Nunca Jamás.

 

 

María Fernanda Villalobos Sgambati, tengo 20 años y nací en Caracas el 21 de octubre del 2000. Soy estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela, bachiller en humanidades del Colegio La Salle La Colina y además de eso, soy bilingüe.

 

 

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