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Pilar Alegría, la fe de erratas de Sánchez

Usa su tiempo de los martes, tras el Consejo de Ministros, en atacar a la oposición y prostituir su cargo de portavoz institucional

Pilar Alegría

                                               Pilar AlegríaEl Debate (asistido por IA)

 

En el Congreso hay un chascarrillo muy repetido, incluso entre algunos socialistas: es una bendición que María del Pilar Alegría Continente (Zaida, Zaragoza, 47 años) no tenga tiempo para ejercer de ministra de Educación por culpa del laboratorio de despropósitos de Moncloa, del que es portavoz. Mejor para la Educación, chismorrean. Lo cierto es que su inconsistencia política es largamente reconocida. Hace unas semanas, la mañana del Comité Federal del PSOE que enterró a Santos Cerdán, tras ser empadronado por el magistrado Leopoldo Puente en Soto del Real, Alegría volvió a hacer el ridículo sin esfuerzo alguno. Preguntada por los periodistas sobre el ya en ese momento dimitido Paco Salazar, acusado de acosar sexualmente a sus compañeras de partido, y haciendo abuso de su ignorancia activa, defendió su integridad. La cara en ese instante de sus asesores de prensa fue un poema. Luego, tuvo que volver a salir a la palestra para rectificar una vez que fue informada de que el elegido estaba recogiendo para irse. Primero la simpar Alegría lo llamó Paco, luego Francisco y estuvo a punto de referirse a él como «ese señor del que usted me habla». No fue su primer patinazo y seguro que tampoco el último.

Como cazatalentos Sánchez no tiene precio. Con los secretarios de Organización ha sido un eficaz captador de materia gris, pero con sus portavoces en Moncloa lo ha bordado. Inauguró la fiesta Isabel Celaá, siguió Marisu Montero, a la que sustituyó Raquel Sánchez, aquella ministra que encargó un tren más ancho que el túnel por el que tenía que pasar: tres inteligencias artificiales que hacen honor al adjetivo. Sánchez colocó en Ferraz a Pilar Alegría, ella sí encargada de hacer proselitismo socialista desde el partido. Pero hubo un día en que Su Sanchidad pensó que no había necesidad de separar lo institucional de lo partidista, así que se trajo a la vocera del PSOE al Gobierno.

Desde entonces usa su tiempo de los martes, tras el Consejo de Ministros, en atacar a la oposición y prostituir su cargo de portavoz institucional. En la campaña catalana ya fue expedientada por la autoridad electoral por insultar a Alberto Núñez-Feijóo. Traspasada ya cualquier línea de respeto institucional, Pilar dedica la mayor parte de su intervención en la sala de prensa a ejercer de abogada defensora de Begoña Gómez, despachando su citación judicial por corrupción y tráfico de influencias como parte del fango prevaricador de los enemigos de su jefe. La retórica bananera la tiene habitualmente que leer como un papagayo, porque por muy gregario que se sea hay límites para improvisar tamaña desfachatez urdida desde el laboratorio de insultos a la inteligencia de Moncloa. Allí dijo de Santos Cerdán también que le perseguían los bulos, y ahora no sabe dónde meterse.

Alegría siempre ha tenido una relación muy especial con el presidente del Gobierno. Aunque fueron compañeros en la bancada socialista durante los años de oposición a Rajoy, la hoy ministra negó dos veces a Pedro. Cuando en 2014 este anunció su candidatura a suceder a Rubalcaba contra Eduardo Madina, Alegría apoyó al vasco desde el PSOE aragonés. En la siguiente liza, esta vez contra Susana Díaz y Patxi López, Pilar se sumó a la presidenta de la Junta e incluso fue portavoz de su candidatura. Nadie olvida su cara de decepción en Ferraz cuando, contra todo pronóstico, su hoy jefe venció a Susana. Así que, con su nefasto olfato político, se replegó a Aragón, de donde la había sacado Zapatero para incluirla en la Ejecutiva federal.

Gran amiga de Carme Chacón, también fue parte de la candidatura de la socialista fallecida cuando se enfrentó a Rubalcaba. Fue consejera de Innovación y Universidad en el Gobierno del recientemente fallecido Javier Lambán y candidata a la alcaldía de Zaragoza. Ganó, pero la suma de PP, Vox y Ciudadanos la dejó en la oposición. Hasta que Sánchez –ante la sorpresa de todos– la designó delegada en Aragón, cargo que ostentaba en la famosa noche del desmadre en el Parador de Teruel por parte de José Luis Ábalos y sus sobrinas. Uno de sus últimos teatrillos fue hacerse la víctima tras recibir en las redes sociales una catarata de insultos al conocerse que pernoctó en el citado parador el día que, según algunas informaciones, el exministro Ábalos montó una fiesta en ese lugar acompañado de una furgoneta llena de «señoritas». Ella se quejó con razón de humillaciones machistas; ahora bien, esa defensa de su integridad no la aplicó cuando los ataques se dirigieron contra otras mujeres; por ejemplo, contra Isabel Díaz Ayuso. Le faltó además explicaciones: Alegría solo aclaró a duras penas que durmió en ese Parador aquel 15 de septiembre de 2020 como delegada del Gobierno, pero que no estuvo a los pies de la cama de Ábalos y que, por tanto, no supo lo que ocurrió.

Tras la delegación del Gobierno, llegaría la portavocía en Ferraz para Alegría, diplomada en Magisterio, que vive de la política desde los 30 años y es madre de un hijo, al que lleva al Liceo Francés Molière de Zaragoza, internacional y bilingüe, con altas cuotas que ella sí puede pagar. Nada que objetar si no fuera porque como ministra criminaliza la educación privada y familiarmente da poco ejemplo de apego por la pública. Hoy es una más de los ministros que Sánchez ha enviado a los territorios para laminar la disidencia interna. Rompió el partido en Aragón y se enfrentó al que fue su jefe, Javier Lambán, para imponerse y lograr controlar la formación tras la salida de uno de los barones más críticos con Moncloa.

Hace unos días, en una de sus últimas entrevistas antes de fallecer, Javier Lambán recordaba cómo Alegría y Santos Cerdán, comandados por Moncloa, le habían hecho la vida imposible para acabar con su liderazgo. Lo consiguieron. Pero en el pecado llevarán la penitencia los socialistas de Aragón. Y la penitencia se llama Pilar Alegría, la fe de erratas de Pedro Sánchez.

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