Por fin, Goytisolo
Don Antonio Machado dejó dicho: «Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón».
Pero a decir verdad son tres Españas, hay que sumar la España Peregrina, la que se desterró voluntariamente para que no le helaran el corazón.
Una España Peregrina que se remonta al siglo XVI, a Gonzalo Guerrero, mi paisano de Palos, Huelva, el primer español que se aculturó en América y murió combatiendo como jefe maya contra los conquistadores.
Una España Peregrina, la de José María Blanco White, que en el siglo XVIII se exilió a Londres huyendo de un país donde se rebuznaba “¡Vivan las cadenas!” y se clausuraban las universidades, un país regido por el peor Borbón de la Historia, ¡y eso sí que es todo un récord!
Una España Peregrina que en el siglo XX se volcó en América al terminar la guerra civil, y en la que se contaban Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Luis Buñuel, Luis Cernuda, Max Aub, Corpus Barga, Rafael Alberti, Manuel de Falla, la flor y nata de la intelectualidad española.
Y una España Peregrina compuesta por quienes eran niños o –como yo– nacimos ya terminada la guerra civil, y nos expatriamos de manera voluntaria para no tener que seguir sufriendo la mordaza de la censura y la inferiocridad del régimen del enano gallego. No somos ni pocos ni muchos, pero sí los suficientes, y de entre todos nosotros, el grande es Juan, en una medida que no alcanza a llenar ninguno de sus coetáneos que se quedaron en la península.
También por ello, además de la admiración intelectual y el cariño y el agradecimiento personales que le profeso, saludo jubiloso el Premio Cervantes a Juan Goytisolo; porque él nos representa.
En 1949 se estrenó en Madrid Historia de una escalera, el drama de Buero Vallejo que, contra viento y marea, había obtenido el Premio Lope de Vega, el más alto galardón teatral que se concede en España a una obra teatral inédita. Contra viento y marea significa que el jurado del premio se impuso a la censura, la cual estaba en contra de conceder ese premio a un hombre condenado a muerte diez años antes por “adhesión a la rebelión”… cuando la única rebelión que había habido, en 1936, fue la del general inferiocre y panzón al que apoyaban unos arios tan puros como Hitler y Mussolini. El estreno clamoroso de Historia de una escalera significó, amén de un hito para la historia del teatro español, también para la Historia: al cabo de diez años, y por primera vez, triunfaba en España, y de la mano del público, la España Vencida.
A la España Peregrina, a la que no le helaron el corazón, le ha costado casi cuarenta años que nos la reconozcan: ese es el sentido, el significado más profundo de este merecidísimo Premio Cervantes a Juan Goytisolo.