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¿Por qué el Gobierno de Cuba gana con aplastante mayoría la votación sobre el embargo en la ONU?

¿Cómo se explica que un día al año todos los países del mundo se llenen de coraje y no cedan ante la enorme influencia de Washington?

El canciller cubano, Bruno Rodríguez, ante la Asamblea General de la ONU.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, ante la Asamblea General de la ONU. NEWS UN

 

 

Cada vez queen la ONU una votación es contraria al bloque antioccidentalcompuesto por algunos de los más nauseabundos regímenes del mundo (China, Rusia, Irán, Venezuela), al que entusiásticamente se adscribe la dictadura castrista, los medios de intoxicación informativa del régimen de La Habana se indignan.

En realidad, en Cuba, exceptuando a los pocos que usan las redes sociales para informarse, nadie se entera de las reiteradas condenas internacionales a esos regímenes delincuenciales. Desde el Granma al NTV, la Mesa Redonda y Cubadebate, solo informan votaciones contrarias cuando es demasiado flagrante el acontecimiento y, entonces, claman que tal resultado se debe a presiones y chantajes del «imperialismo norteamericano» y de la «vieja» Europa, ese supuesto perro faldero de Washington que, según el Ministerio de Relaciones Exteriores castrista, carece de diplomacia propia.

Sin embargo, por arte de magia, una vez al año el Goliat del norte se queda súbitamente sin poder para presionar y chantajear, y todo el mundo vota en su contray a favor del David del Caribe. Llamativo, ¿verdad?

Si, como dicen los voceros del castrismo, las votaciones en la ONU se deciden por imposiciones norteamericanas, ¿qué pasa que un día al año todos los países del mundo se llenan de coraje y no ceden a la amenazante bota de los marines desembarcando en sus capitales? ¿Será acaso mentira que Estados Unidos presiona para obtener votos a su favor?

No es mentira. Estados Unidos sí utiliza su influencia —que en su caso es mucha— para «convencer» a otros de que se alineen en su favor, pero eso no es nada raro, lo hacen China, Rusia, la Unión Europea… y hasta el Gobierno de Cuba, sí, la pequeña Cuba.

Hay que entender que el castrismo condiciona sus relaciones internacionales al voto que se haga ese día en la ONU y, aunque no lo parezca, alguna influencia tiene La Habana en regiones tercermundistas a las que envía profesionales muy baratos en condiciones de semiesclavitud. En el caso específico del Caribe, además, funge como válvula de distribución de petróleo venezolano; mientras, en otros casos, priman intereses comerciales u hoteleros.

Aunque la propaganda castrista disfrace la votación de acto de justicia, en relaciones internacionales la justicia es la ultima baraja, lo primero son los intereses, lo que nos lleva a una cuestión que puede formularse como acertijo: ¿cómo un día al año tantos países votan a favor de los intereses del Gobierno de Cuba oponiéndose al todopoderoso imperio?

La solución al acertijo es extremadamente simple: a Estados Unidos le importa un rábano esa votación en la ONU; por lo tanto, ese día solo está en juego el interés cubano, con lo que la lógica de los países es la siguiente: ¿para qué nos vamos a enemistar con La Habana, si a cambio no vamos a ganar ni a perder nada con Estados Unidos? Al resto del mundo le sale rentable concederle al castrismo esa pequeña victoria que tanto valora pues, aunque ganen poco (la amistad del régimen), no pierden nada. La diplomacia es siempre un frío cálculo coste-beneficio.

El Gobierno de la Isla dedica toda su diplomacia y política exterior a esta sola votación anual, lo que queda explicitado en cómo, cada vez que se relaciona con representantes de otras naciones, lo primero que destaca es el agradecimiento por el «apoyo recibido en la ONU contra el bloqueo».

A esa votación asiste íntegra la delegación cubana ante la ONU, encabezada para la ocasión por el canciller castrista, quien lagrimea un victimista discurso. Malamente, le responde algún miembro de medio pelo de la representación estadounidense, que no asiste al completo y va sin su jefe, por no hablar de que vaya algún funcionario de alto rango del Departamento de Estado, ni mucho menos su secretario, quien probablemente ni se entere de que ese día hay tal votación.

Los representantes del resto del mundo, en aquel salón medio vacío, pues cada delegación envía uno o dos representantes a lo sumo, saben que ahí están hablando con el Gobierno de Cuba y solo con el Gobierno de Cuba, no con el de Estados Unidos.

La política exterior de Washington es la más activa, amplia, compleja y extensa del orbe; cada día hay votaciones en la ONU en las que sus intereses están en juego, y ahí sí ejerce su influencia para agenciarse favores porque, como bien afirma la prensa castrista, Estados Unidos es el país más poderoso del universo conocido.

Que, aparte del propio Estados Unidos e Israel, casi unánimemente los participantes de la Asamblea General de la ONU voten, aparentemente, contra los intereses de la nación más influyente del mundo y a favor de los intereses de un paisito bastante insignificante, es prueba evidente de la escasísima atención que la diplomacia norteamericana presta a una votación que no significa absolutamente nada, ni en lo legal —porque no conlleva ningún mandato—, ni en lo moral, pues en la arena internacional lo que hay son intereses, no principios morales.

La resolución contra el embargo presentada por el Gobierno de Cuba recibió este año 185 votos a favor porque, sencillamente, todo el mundo sabe que el voto positivo les congracia con los dueños de la Isla, a la misma vez que saben que allá, en Washington, les importa un carajo lo que se vote.

 

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