¿Por qué los animales presienten las catástrofes y nosotros no?
Pobre de oído, escaso de olfato... el ser humano no se caracteriza por la agudeza de sus sentidos. De ahí, que no sea tan hábil presintiendo terremotos, tsunamis y otros desastres naturales. Le contamos con qué “armas” cuentan los animales y por qué deberíamos hacerles caso.
De las cinco señales físicas que anteceden a un movimiento sísmico (cargas eléctricas, ondas sonoras de baja intensidad, afloramiento de gases del subsuelo, modificaciones en el magnetismo terrestre y nubes de vapor por la fricción de las rocas), los humanos sólo detectamos las últimas, que son visuales. El resto son ajenas a nuestros sentidos. Y es que los humanos somos mucho menos ‘sensibles’ que los animales a cualquier alteración terráquea. Nuestro cerebro puede compensar la debilidad de nuestros sentidos, pero lo cierto es que ni el olfato, ni el oído, ni la vista aportan demasiado a nuestra defensa ante las catástrofes.
El hombre es sensible a las ondas entre 1.000 y 4.000 ciclos por segundo. Los sonidos que provoca la corteza terrestre al fracturarse no alcanzan ese umbral. El olfato es, en el ser humano, un millón de veces menos preciso que el de un perro y no nos permite detectar la liberación de gases previos a los seísmos.
El ser humano carece de ‘sistema de aviso’. La combinación de un oído y aparato fonador limitados impide a los humanos comunicarse a distancia. La tecnología ejerce hoy esa función. No tenemos tampoco ‘detectores’ magnéticos. No percibimos los cambios en el magnetismo terrestre que se producen en un seísmo porque el cuerpo no puede procesar esas señales. Y carecemos también de ‘sentido de la vibración’. A diferencia de otros animales, no captamos las vibraciones que se trasmiten por el suelo y que ellos recogen a través de las patas.
Perros y gatos: algo está vibrando
Al ser los más cercanos al hombre, estos animales domésticos son los que en más ocasiones han avisado de la llegada de un terremoto. Los perros, unas horas antes de que se produzca un seísmo, se muestran inquietos, empiezan a moverse de forma nerviosa y ladran incansablemente. Después, emprenden la huida definitiva. Los gatos, por su parte, tienen un elevado ‘sentido de la vibración’. Por eso, ante cualquier movimiento, son los primeros en desaparecer. En los pueblos que rodean el siciliano volcán Etna, todos los campesinos tienen gatos en casa como ‘detectores sísmicos’. Si todos los gatos escapan en un intervalo corto de tiempo, los campesinos los imitan y se alejan del volcán.
Peces gato: detectan corrientes eléctricas
Esta especie es capaz de percibir las pequeñas corrientes eléctricas que circulan por los sustratos del suelo en el momento previo al terremoto. Cuando las notan, saltan fuera del agua y nadan de forma enloquecida. En Japón, un país con una trágica historia de terremotos, usan este tipo de peces y las carpas doradas como ‘detectores’.
Elefantes: oyen el infrasonido de la corteza terrestre
Su capacidad para captar infrasonidos les facilita oír cualquier fractura de la corteza terrestre. Además, a través de la planta de sus patas pueden captar los microtemblores que se producen antes de un seísmo, lo que demostraría que los paquidermos tienen un gran ‘sentido de la vibración’. Han sido los grandes supervivientes de la catástrofe del Índico
Aves migratorias: si se altera el magnetismo, a volar
La misma lectura de los campos magnéticos que utilizan para sus migraciones les permite a estas aves detectar cualquier cambio electromagnético producido por un seísmo. Antes de que se produzca, levantan el vuelo conjuntamente y huyen de la zona que será afectada. Las aves enjauladas se muestran agitadas ante la llegada de los temblores.
Tiburones: sienten el cambio en la presión del agua
Los tiburones de estuario son capaces de captar los cambios en la presión del agua que anteceden a un huracán. Así lo hicieron con el huracán Charley, en agosto de 2004. Doce horas antes de su llegada habían escapado a aguas profundas para ponerse a salvo. Esa especial sensibilidad también les permite advertir las alteraciones producidas por los seísmos.