Por qué son importantes las elecciones presidenciales italianas
NUEVA YORK – En enero de 2022 el parlamento italiano (y los representantes regionales) votarán en secreto para elegir al próximo presidente del país. Su decisión tendrá consecuencias mucho más profundas de lo que la mayoría de la gente cree. De hecho, detectamos que las elecciones presidenciales italianas son una de las tres votaciones que podrían definir el destino de la Unión Europea en los próximos años, las otras dos son las federales alemanas, que tuvieron lugar en septiembre, y las presidenciales y parlamentarias francesas que se realizarán en abril y junio del año que viene, respectivamente.
Por lo general se cree que el presidente italiano solo desempeña un papel ceremonial (como el presidente alemán). De hecho, aunque la constitución italiana establece que la República es una democracia parlamentaria —el gobierno depende de la confianza de la legislatura electa— ese sistema solo prevalece durante los períodos de relativa «tranquilidad». Cuando el sistema político es dominado por partidos que funcionan correctamente y son capaces de garantizar una mayoría sólida en el parlamento, el papel del presidente es relativamente marginal, pero en épocas «turbulentas», cuando el sistema político es débil e incapaz de brindar soluciones viables, el presidente se convierte en un deus ex machina.
Las dos herramientas más importantes a disposición del presidente son la atribución de nombrar al primer ministro y aprobar su gabinete, y el poder de disolver el parlamento después de haber «escuchado» a los presidentes de ambas cámaras. Además, como firma prácticamente todas las leyes y decretos, el presidente italiano también puede rechazar la legislación y enviarla nuevamente al parlamento. También se desempeña como comandante en jefe del ejército y dirige el órgano rector del poder judicial.
Debido a esas funciones, se sabe desde hace mucho que hay dos líneas de mando en Italia. La primera está a cargo del primer ministro, quien ejerce su poder a través de los ministerios del gobierno y el sistema político en general. El primer ministro está formalmente a cargo de los asuntos internos y es quien tiene mayor impacto sobre la vida diaria de la gente. La legitimidad política es clave para su gestión.
La segunda línea de comando es más institucional (e implícita) que política: el presidente es responsable de la relación de Italia con Europa (incluido su cumplimiento de los tratados y normas de la UE) y con los aliados como Estados Unidos. Ejerce su influencia a través de las estructuras tecnocráticas del Ministerio de Economía y Finanzas, especialmente de la todopoderosa Oficina de Contabilidad (Ragioneria Generale dello Stato) y del Banco de Italia. En ocasiones anteriores, cuando el sistema político italiano pareció inclinarse hacia posturas populistas antieuropeas, fue el presidente quien tranquilizó a los aliados, asegurándoles que el país mantendría sus compromisos con los acuerdos internacionales.
La próxima elección presidencial italiana llega en un momento clave. Italia cuenta con la aprobación para recibir casi EUR 200 mil millones (USD 225 mil millones) en subsidios condicionales y créditos de interés reducido del fondo del Instrumento de Recuperación de la UE (que cuenta con EUR 750 mil millones), y se embarcará en un ambicioso programa de reforma entre 2022 y 2026. Si demuestra que la redistribución al interior de la UE se puede realizar de manera eficiente y eficaz, Italia podría cambiar la política de la UE de manera fundamental, preparando el terreno para un mecanismo permanente de redistribución y la creación de una unión fiscal.
Las implicaciones para las políticas serían profundas. La UE contaría con medios adicionales para vincular el apoyo fiscal a las reformas estructurales nacionales, para aumentar el potencial de crecimiento del bloque. Al mismo tiempo, la política monetaria tendría un papel relativamente más pequeño y el Banco Central Europeo se centraría casi exclusivamente en controlar la inflación en vez de implementar medidas indirectas para distribuir el riesgo en ausencia de un fisco común.
Pero si Italia no es capaz de usar eficazmente los fondos de la UE, el Instrumento de Recuperación de la UE será recordado como un caso de excepción. Estimular la economía seguirá siendo una tarea en manos de los responsables de las políticas fiscales a escala nacional, y del BCE.
Es por lo tanto fundamental que Italia logre que su economía sea más competitiva y eficiente. El resultado no está para nada garantizado, dados sus antecedentes relativamente malos de uso de fondos de la UE. La aprobación del plan de recuperación italiano por la Comisión Europea dependió en gran medida de que el expresidente del BCE, Mario Draghi, sea ahora el primer ministro italiano. La pregunta entonces es cómo garantizar que Draghi continúe desempeñando un papel de liderazgo para implementar la agenda de reformas.
Hay dos escuelas de pensamiento. La primera considera que Draghi está bien posicionado para continuar como primer ministro al menos hasta que concluya el parlamento actual en febrero de 2023. Eso le permitiría supervisar la implementación inicial del plan mientras los partidos centristas maniobran para crear una plataforma política que le otorgaría una nueva mayoría en las próximas elecciones generales. Tendría al menos hasta 2023 —tal vez, hasta 2028— para implementar la agenda del Instrumento de Recuperación de la UE.
La segunda escuela de pensamiento cree que es mejor que Draghi sea presidente. Desde lo más alto de la segunda cadena de mando, podría supervisar muchos de los elementos del plan de reforma durante los próximos siete años, garantizando que Italia cumpla los tratados de la UE —en letra y espíritu—, incluso si un gobierno euroescéptico llegara al poder en 2023.
La primera opción parece más fácil, porque el gobierno actual no se vería afectado por la elección presidencial de 2022, pero podría tener problemas al año siguiente, ya que nada garantiza que Draghi vuelva como primer ministro. El segundo escenario dependería de que Draghi gane el voto secreto para la presidencia, algo que tampoco se puede garantizar, pero consolidaría su presencia como jefe de Estado durante los próximos siete años. Nos parece que eso es preferible.
Italia sigue siendo el eslabón más débil en la zona del euro, lo que significa que sus políticas —y quienes toman las decisiones relacionadas— serán clave para la supervivencia y prosperidad de la UE en los próximos años. Si los partidos populistas vuelven al poder con niveles de deuda y déficits tan altos como los que existen actualmente, la membresía de Italia en la zona del euro podría quedar en duda, lo que augura todo tipo de trastornos en los mercados. Lejos de constituir un ritual formal, la próxima elección presidencial italiana no podría ser más trascendente.
Traducción al español por Ant-Translation
Nouriel Roubini, director ejecutivo de Roubini Macro Associates, es cofundador de TheBoomBust.com. Brunello Rosa, director ejecutivo de Rosa & Roubini Associates, es profesor visitante en la Universidad de Bocconi.
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