La dictadura de Primo de Rivera
El PSOE fue un colaborador activo de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, un régimen de tinte corporativo y mussoliniano. Por ello fue el único partido político que permitió la dictadura. El resto de partidos fueron ilegalizados y perseguidos.
En vida todavía del fundador, el primario y pendenciero Pablo Iglesias, y a cambio de su colaboración con la dictadura, el PSOE recibió sustanciosos beneficios:
- El ingreso en el Consejo de Estado: Francisco Largo Caballero fue nombrado consejero.
- Los cargos electos que el PSOE tenía antes de la llegada de la dictadura en diputaciones y ayuntamientos fueron respetados por el régimen, mientras se perseguía a los cargos del resto de partidos.
- Los militantes del PSOE formaron parte de organismos de la dictadura como el Consejo de Trabajo o el Consejo Interventor de Cuentas.
La proclamación de la república
En 1930 el PSOE se sumó al Pacto de San Sebastián, que agrupaba a los partidos republicanos y cuya finalidad era acabar con la monarquía y proclamar la república.
Como sabes, en las elecciones de 1931 no se dilucidaba el régimen político sino la composición de los ayuntamientos, y ganaron las candidaturas monárquicas en 42 provincias con 22.150 concejales, no las republicanas (ocho provincias, 5.875 concejales).
Así pues el cambio de régimen y la instauración de la república no fue el fruto de la voluntad soberana de los ciudadanos.
Y la Constitución de 1931 tampoco fue votada por los españoles.
El PSOE participó en la adulteración del significado de las elecciones municipales y formó parte del comité revolucionario que proclamó la república de espaldas a la voluntad popular expresada en las urnas.
El 14 de abril de 1931 el PSOE difundió la falsa noticia de un inexistente telegrama según el cual, el rey había renunciado a la corona.
Desde las sedes del PSOE en Madrid, las casas del pueblo, partieron entonces manifestaciones de socialistas supuestamente espontáneas que se concentraron en la residencia del rey, en el Palacio de Oriente, y se dirigieron luego a la Puerta del Sol reclamando la república.
Los dirigentes socialistas Andrés Saborit y Julián Besteiro llegaron al Ayuntamiento de Madrid en un coche conducido por Santiago Carrillo y desde el balcón del Ayuntamiento, ante sus propios manifestantes, decidieron proclamar la república.
La revolución de octubre
De nuevo un resultado electoral adverso a los intereses del PSOE inaugurará otro período de violencia y destrucción a cargo de la izquierda.
En 1933 la derecha concurrió unida a las elecciones generales, mientras la izquierda lo hizo dividida. La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) ganó las elecciones generales pero el PSOE no estaba dispuesto a reconocer su victoria.
Los socialistas exigieron al presidente de la república que anulara los resultados de los comicios, cambiara el sistema electoral y volviera a convocar elecciones.
Estas elecciones, en las que el centroderecha venció a las izquierdas, se celebraron con el sistema electoral aprobado por la izquierda en 1931. El objetivo de ese sistema era que la derecha no pudiera ganar unas elecciones en la república.
La izquierda amenazó con desencadenar la violencia si la CEDA accedía al Gobierno. Su líder, José María Gil-Robles, renunció a encabezar el Gobierno para evitar más violencia.
Pasado un año, en 1934, el presidente del Gobierno, Alejandro Lerroux, del centrista Partido Republicano Radical, creyó que las aguas se habían calmado y osó nombró a tres ministros de la CEDA, el partido vencedor en las elecciones.
Entonces el PSOE incendió España. Llamó a la huelga revolucionaria en todo el país y estalló la sublevación violenta con focos en Asturias, Cataluña, León, Valladolid, Ferrol y otros puntos.
Mientras tanto Esquerra Republicana aprovechó la crisis para proclamar su república particular.
La revolución de octubre se llevó por delante la vida de casi dos mil personas. Poco después, Largo Caballero declararía que si “octubre hubiera triunfado, habríamos transformado la república democrática burguesa en una república socialista”.
Las elecciones de 1936
De nuevo el PSOE rompe las reglas del juego democrático cuando se enfrenta a unas elecciones. Ante la convocatoria electoral de 1936, Largo Caballero anunció:
Si triunfan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada.
El dirigente socialista defendió durante la campaña electoral que la aspiración del PSOE era el establecimiento de la dictadura del proletariado.
El Socialista, el periódico del PSOE, con fecha de 28 de enero de 1936, recogía un discurso de Largo Caballero en Alicante en el que afirmaba que irían a la “guerra civil declarada” si no ganaban las elecciones.
La misma publicación recogía el 29 de enero de 1936 la siguiente reflexión sobre el carácter de las elecciones de aquel año:
Estamos en guerra civil. Guerra civil y sin tregua. Una historia dilatadísima prueba hasta la saciedad que a las derechas españolas solo a palos se les puede hacer entrar en razón.
Las elecciones de febrero de 1936, supuestamente ganadas por el Frente Popular, fueron un auténtico fraude. Las papeletas desaparecidas, los sobres rotos, las tachaduras en las actas, la falsificación de los documentos que se enviaban a las juntas del censo y en muchos casos su desaparición, se unieron a la violencia en las calles.
En circunscripciones como La Coruña, Lugo, Tenerife o Cáceres ganaron las derechas. Sin embargo la alteración de documentos, las agresiones y la presión directa consiguieron que se proclamara la victoria del Frente Popular.
En las elecciones del 36, y si no hubiera habido fraude, “izquierdas y derechas habrían quedado equilibradas: entre 226 y 230 escaños los primeros, y entre 223 y 227 los segundos”, según el más reciente y exhaustivo estudio sobre aquellas elecciones: 1936, fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, obra de los historiadores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García.
El 23 F
¿Qué hacían altos dirigentes del PSOE reuniéndose con el golpista de mayor rango, el general Armada, en vísperas del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981?
Declaraciones del presidente del Gobierno en aquellos años, Leopoldo Calvo Sotelo:
Se ha olvidado que hubo gente importante del PSOE, uno de ellos nada menos que el hoy presidente del Parlamento catalán, que en una cena famosa en Lérida ofrecieron al entonces todavía general Armada -que iba a ser muy pronto uno de los golpistas más ilustres de la historia de España- la presidencia del Gobierno, en un golpe que se llamaba golpe blando o golpe constitucional. (Calvo Sotelo: «Hubo gente del PSOE, como Reventòs, que ofreció el Gobierno a Armada»)
El 22 de octubre de 1980 tres líderes del PSOE, el diputado Enrique Múgica Herzog, el primer secretario del PSC, Joan Reventós, y el alcalde de Lérida, Antoni Siurana, se reunieron con el general Armada en Lérida.
Durante aquella comida, los enviados del PSOE hablaron con el militar acerca del golpe de Estado. Felipe González pidió a Múgica un informe escrito del encuentro:
En la copia del informe que [Felipe] González pidió a Múgica sobre aquel almuerzo, fechada a 5 de noviembre, se detalla la propuesta de la ‘presidencia por un neutral’. (Jugar con fuego: la morbosa reunión del PSOE con Armada antes del 23-F)
¿Quién era “el neutral” que estaba destinado a presidir el Gobierno tras echar a Adolfo Suárez mediante un golpe de Estado, y en el que tan interesado estaba Felipe González?
En su conspiración para acabar con Adolfo Suárez, ¿de qué detalles de los sucesos que se producirían el 23F hablaron los enviados del PSOE con el general de los golpistas?
¿A qué acuerdos llegaron el PSOE y el general Armada para traicionar la democracia?
Múgica se reunió también con Jordi Pujol en verano de 1980. El expresidente regional catalán recoge el encuentro en sus memorias:
El PSOE tenía una auténtica obsesión por hacer caer a Suárez. Una prueba de ello es la visita que el destacado líder socialista Enrique Múgica me había hecho a finales del verano de 1980 a mi casa de Premià de Dalt para preguntarme cómo veríamos que se forzase la dimisión del presidente del Gobierno y su sustitución por un militar de mentalidad democrática. Manifesté mi total desacuerdo.
Francisco Laína, director de la Seguridad del Estado en aquellos años, declaró en 2009:
Me da la impresión, por la información que tenemos de aquella época, que en la última etapa de Suárez quizás el PSOE no solamente utilizó lo que era una legítima tarea de oposición, sino que además estaba presionando y creando un clima.
Tengo a Múgica de vecino y alguna vez le digo: «Tendremos que hablar algún día de los antecedentes del 23-F», y siempre me ha dicho: «Esas cosas, mejor es dejarlas». (Pedro Fernández Barbadillo: 23-F, ¿otro golpe del PSOE??
Felipe González
Tras el establecimiento de la democracia en España, el PSOE se propone hacerse con el Estado controlando todos sus recursos e instituciones. Y la primera ola de esa conquista del poder, el primer ataque a la democracia, es el control de la educación. Y su corolario: el adoctrinamiento.
Los socialistas, con Felipe González a la cabeza, saben que controlar la educación es controlar el país y aprueban hasta tres leyes al respecto (LODE, LOGSE y LOPEG), mientras se hacen con los resortes del sistema universitario controlando las vías de acceso a la docencia, oposiciones, etc.
La labor de degradación de la democracia en los años de Felipe González tuvo muchas otras facetas pero donde el PSOE se mostró más contundente fue en el control de la educación, deteriorando la democracia a base de socavar los derechos de los padres y la libertad de educación.
Con Felipe González, el PSOE se hizo con todo el sistema educativo. Y los posteriores gobiernos del PP no supieron horadarlo.
Zapatero
Con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la secretaría general del PSOE, los socialistas en la oposición avanzan hacia su reconquista del poder convirtiendo la traición en estrategia habitual.
En aquellos años el PSOE propone y logra del Partido Popular la firma del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo, mientras por la puerta de atrás mantiene negociaciones directas con ETA.
Y en Cataluña lanza una ofensiva para impedir el acceso del PP al Gobierno mediante la firma del Pacto del Tinell con comunistas y Esquerra Republicana de Catalunya, un acuerdo que supone convertir en apestados a los españoles que no votan socialista:
Los partidos firmantes del presente acuerdo se comprometen a no establecer ningún acuerdo de gobernabilidad -acuerdo de legislatura y acuerdo parlamentario estable- con el PP en el Gobierno de la Generalidad. Igualmente se comprometen a impedir la presencia del PP en el Gobierno del Estado y a renunciar a establecer pactos de gobierno y pactos parlamentarios estables en las cámaras estatales.
Sobre el horizonte del Pacto del Tinell, firmado en diciembre de 2003, se percibe la sombra del 11 de marzo de 2004 y una turbia operación política, mediática y tal vez algo más para perturbar el normal desarrollo de las elecciones del 14 de marzo.
El vuelco electoral vino determinado por la acción combinada del impacto emocional de la masacre junto a la campaña de desinformación política y mediática y la movilización callejera.
A las 72 horas de la mayor masacre terrorista de nuestra historia, los españoles acudimos a votar y, contra todos los pronósticos, el PSOE de Zapatero se hizo con el Gobierno.
A partir de aquel momento el Partido Socialista inició su carrera desenfrenada de vuelta a 1936: el oponente político se convirtió en el enemigo, se alientó el odio ideológico y entre partidos y se fomentó la división de la ciudadanía.
Todas las políticas del PSOE con Zapatero fueron dirigidas a alentar la ruptura de los vínculos sentimentales entre españoles y a estigmatizar al rival político e ideológico, al que desde el poder se trataba de deshumanizar y criminalizar.
El presidente Zapatero impulsó en 2004 y 2005 una auténtica ‘terapia de shock’ aprovechando los primeros compases de la VIII Legislatura para introducir modificaciones legislativas que transformarían la percepción de nuestra realidad social. (De ZP a Pedro Sánchez)
El PSOE inició la segunda ola en su conquista del poder absoluto: empezó a sumar a su estrategia a los partidos secesionistas, todavía agazapados durante la presidencia de Zapatero, y con ello sentó las bases de un futuro pacto de Gobierno, el que estamos viviendo estos días.
Pedro Sánchez
En 2018 Pedro Sánchez llega a la Moncloa a través de una moción de censura que recoge los frutos de las sucesivas oleadas de traiciones y ataques a la democracia de sus predecesores.
Pasados más de quince años de aquella pequeña gran revolución [de Zapatero], queda todavía mucho por hacer. (De ZP a Pedro Sánchez)
En estos 140 años la izquierda ha aprendido que el camino al asalto al poder y a los golpes de estado pasa hoy por mantener alguna apariencia democrática.
Ha aprendido que no conviene andar matando gente, como antaño, ni incendiando iglesias. Ha descubierto que son más eficaces los buenos modales y las palabritas suaves.
Con Sánchez el PSOE inicia nuevas estrategias que le permitan en el futuro una estancia por tiempo ilimitado en el poder.
La primera fase de esta nueva oleada contra el sistema es el asalto a los resortes clave de la Justicia. La segunda, el asalto a la unidad nacional.
Si alcanza sus objetivos con la primera, no necesitará reformar la Constitución para traicionarla, puesto que no habrá tribunal que cuestione sus decisiones.
Pero con la segunda llegará la hora de su derrota. Porque si avanza en su aventura de destrucción de España, los ciudadanos no se lo perdonarán y el PSOE desaparecerá de las urnas.
Y si no avanza para evitar su suicidio político, los secesionistas le retirarán su apoyo y el Gobierno de Sánchez naufragará.
El mal
Pero aunque se hunda en el abismo de la Historia, el PSOE ya ha hecho un mal que costará generaciones reparar:
Cuarenta y cinco años después de la Transición, el retorno fatídico de las dos España será una evidencia.
Ni siquiera hay una España con ocho naciones contadas por el socialista Iceta, sino dos Españas que han reactivado su antagonismo de ira mutua instalada en el desprecio más rencoroso.
España no es una nación plural, sino un sentimiento que ha vuelto a romperse en mil pedazos. España es la polarización de un odio creciente con base ideológica, sí, pero que va mucho más allá.
A España la recorre el espíritu del revanchismo, la fractura emocional, la ruptura de las ideas, el desprecio al consenso, la aversión intelectual al discrepante y la fragmentación cainita.
Es la eterna España a garrotazos en la que la moderación ha sido derrotada y se ensalza el extremismo para pervertir la dignidad de las instituciones. (Manuel Marín: Dos Españas que se odian)
PSOE, vergüenza y oprobio para quien durante 140 años no supo más que traicionar y dividir.