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Pues seré islamófoba

Qué menos que solidarizarnos con las que desafían a una dictadura atroz que castiga a las mujeres libres. ¿Eso no es violencia de género?

Masih Alinejad es una chica iraní, de pelo alborotado y libre, que es la voz en el extranjero de la oposición al régimen de los ayatolás. En la entrevista de hace unos días con Bill Maher –de esos presentadores elegantes, rápidos, mordaces y divertidos que no existen en España–, éste le pregunta las razones por las que los progres más idiotas no condenan horrorizados la represión en Irán. Es entonces cuando ambos hablan sobre la palabra maldita que lleva a muchos a indignarse por los micromachismos occidentales y a no pronunciar ni una frase sobre la lucha feminista más épica. Ya saben, el miedo a que te llamen islamófoba. Mientras, chicas adolescentes se están jugando la vida gritando «Mujer, vida, libertad», quitándose el velo, llorando a Masha Amini, muerta en un calabozo o de Nika Sakarami, rapera de 17 años, reencontrada después de varios días en paradero desconocido en una morgue. Pero en Europa la batalla va de ser capaz de regatear ese hecho con tal de que nadie te señale como enemigo del Islam, porque somos inclusivos. Incluso con los más machistas, siempre que sigan la lectura extrema del Corán.

Ahora el argumentario progre apunta la supuesta paradoja de que las iraníes griten por sus derechos mientras en Europa, alegan, se ponen en peligro los de las mujeres al votar a la extrema derecha. Eligen no hablar de que precisamente hay un voto protesta por no querer afrontar este debate: si hay mujeres en Europa a las que se les casa, se les cortan las alas para dejar de estudiar o se les mira mal por ir vestidas con escote o minifalda están en barrios de dominación musulmana. Menos mal que en el Parlamento Europeo ha sido una sueca de ascendencia iraquí la que más alto ha condenado al régimen de los ayatolás.

Alinejad dice no tener ninguna esperanza en las feministas progresistas occidentales de postureo. Hace unos días, Ursula von der Leyen se subió a un escenario en Nueva York y habló del compromiso del #EquipoEuropa con el progreso de las mujeres en el mundo. En redes, no ha dicho ni una palabra sobre las bravas iraníes. Sí lo ha hecho un grupo notable de actrices francesas que se han cortado mechones de pelo en solidaridad con las mujeres que pretenden hacer tambalearse a uno de los regímenes más machistas del mundo, junto a Arabia Saudí y a Afganistán. En Occidente, poco más podemos hacer. Pero qué menos que solidarizarnos con las que desafían a una dictadura atroz que castiga a las mujeres libres. ¿Eso no es violencia de género?

En las protestas ante las embajadas se toman fotos de los que acuden, por si se atreve algún iraní en el exilio a aparecer. Mientras, Íñigo Errejón anda preocupado por otras fotos, las retocadas en Instagram que pueden hacer sentirse acomplejadas a las que se sienten más feas, gordas, bajas. Menudas batallas las de partidos feministas que pretenden hacer creer que les debemos nuestros logros cuando ya nuestras madres se manifestaron en los 70 al grito de «Jomeini, cabrito, ponte tú el velito». Sin éxito, claro está.

A ver si ahora.

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