¿Qué no daríamos por un bistec de res?
Muy mal han terminado las aventuras ganaderas de la “revolución”
LA HABANA.- Cuando en la Cuba de nuestros días se habla de comer un bistec, casi todos piensan en la carne de cerdo, que es la que se oferta en la mayoría de los centros gastronómicos, tanto estatales como privados, y también la que venden los mercados agropecuarios.
Son muy pocas las personas que asocian el bistec con la carne de res, es decir, la proveniente del ganado vacuno. En realidad, para el cubano de a pie es un lujo poder comer un bistec de res. Un kilogramo de carne de res en cualquiera de las poquísimas “shoppings” que la ofertan cuesta el equivalente a nueve dólares. O sea, aproximadamente la mitad del salario mensual de buena parte de los ciudadanos. Y ni pensar en acudir a los restaurantes o paladares de primer nivel, pues son sitios inasequibles para el cubano promedio.
A la hora de analizar el porqué de la escasez de la carne de res es preciso considerar, en primer término, el bajo índice de vacas por habitantes que presenta la isla en la actualidad.
Según cifras acabadas de publicar por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), al cierre de septiembre de 2017 había 3 millones 955 mil cabezas de ganado vacuno en el país. Si cotejamos esa cifra con los aproximadamente 12 millones de habitantes que tiene Cuba, eso arroja que hay una vaca por cada tres cubanos.
Al inicio de la República, en 1903, y de acuerdo con datos ofrecidos por el historiador Julio Le Riverend, había en la isla 1 millón 224 mil cabezas de ganado vacuno. En aquel momento la cantidad de habitantes era de alrededor de un millón 811 personas, lo que equivalía casi a una vaca por cada cubano.
A lo anterior hay que agregar que una cifra nada despreciable del ganado vacuno que hoy puebla los campos cubanos se halla en estado de desnutrición debido a que sus propietarios no poseen reservas de alimentos para brindar a las vacas cuando la sequía aprieta.
Un reportaje aparecido en el periódico Granma con fecha 24 de marzo de 2017 da cuenta de las muertes del ganado vacuno por hambre acaecidas en la provincia de Pinar del Río. Una situación que podría ser extensiva al resto de los territorios del país.
Según el reportaje, en esa occidental provincia “el año 2016 cerró con mil 360 cabezas de ganado vacuno menos que en el 2015, cuando a su vez se había registrado una disminución de mil 993 con respecto al año anterior”.
Por supuesto que no podemos obviar los errores en el trabajo con la masa ganadera cometidos por las autoridades cubanas ―en especial el propio Fidel Castro― desde los años 60 de la pasada centuria. El “ganadero mayor” y su hermano Ramón, entre otros descalabros, experimentaron sin éxito en la búsqueda de nuevas razas que se adaptaran a nuestro clima.
Y como una especie de “daño colateral” ocasionado por esta debacle de la masa ganadera, apreciamos los problemas que afronta la producción de leche fresca. En la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular del pasado mes de diciembre, el ministro de Economía, Ricardo Cabrisas, informó que la producción de leche fresca en 2017 decreció con respecto al año anterior, aunque no ofreció cifras.
Ahora, con los datos ofrecidos por la ONEI hasta el 30 de septiembre de 2017, comprobamos que en esos nueve meses se produjeron 55 millones de litros de leche menos que en igual período de 2016.
Claro, el señor Cabrisas no relacionó esa merma productiva con la reducción que año tras año experimenta el ganado vacuno, sino con los estragos producidos por el huracán Irma.