¿Qué une a Vladimir Putin, Nicolás Maduro y Tayyip Erdogan?
Putin, Erdogan y Maduro, junto a las esposas de los dos últimos, ayer en el foro de Estambul – REUTERS
El Congreso Mundial de Energía inaugurado en Estambul, al que asistió ayer por primera vez el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha servido para avanzar en los proyectos de colaboración energética y económica entre Turquía, Rusia y Venezuela. Más allá de los intereses comunes en esas áreas, los líderes de los tres países asistentes al foro energético han puesto también los cimientos de un eje político anti-occidental, basado en su enfrentamiento con Estados Unidos y con la Unión Europea, y en las similitudes personales entre Putin, Erdogan y Maduro.
La piedra en el zapato de la alianza entre Moscú, Ankara y Caracas es la pertenencia de Turquía a la OTAN. Pero es mucho lo que une a los tres líderes que se han reunido en los márgenes del encuentro de Estambul:
1. Autoritarismo. Tanto Erdogan como Putin y Maduro aspiran a crear un sistema de partido único donde no quede espacio para la oposición política, pese a que se mantenga la formalidad del sistema parlamentario occidental. Así lo han demostrado las recientes elecciones parlamentarias rusas, el acoso a la oposición turca con el pretexto de la macropurga tras el intento de golpe de Estado, y las maniobras de distracción del referéndum revocatorio en Venezuela, así como la pena de cárcel del líder opositor, Leopoldo López.
2. Desafío a Estados Unidos. Los tres líderes pretenden contestar la hegemonía de la superpotencia en el plano diplomático y militar. El número de roces y desaveniencias con Washington tanto en el plano regional (cárteles de la droga en Iberoamérica), como internacional (crisis de Ucrania y Siria, en particular), ha llevado a Rusia, Turquía y Venezuela a la conclusión de que su unión puede hacer la fuerza.
3. Megalomanía. El culto a la personalidad hacia Putin, Erdogan y Maduro ha crecido notablemente en los medios de comunicación oficiales (los independientes son objeto de acoso permanente, según denuncian los organismos internacionales), y en la presencia habitual de su imagen en las calles, edificios públicos y medios de transporte.