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Ramón Guillermo Aveledo: Luis Herrera Campíns – Conmemoración de su Centenario en Acarigua

Dr. Ramón Guillermo Aveledo exaltó la vida y obra del expresidente Luis Herrera Campíns - Portuguesa Reporta

 

“Mi amor es como las cosas que nunca tienen respuesta”. Pido prestado el verso a Graterolacho, recordado amigo, cuando se me invita a hablar de un compatriota querido en la tierra de su querencia. 

El afecto a la memoria viva de Luis Herrera Campíns del que este homenaje Centenario es expresión, se corresponde con el amor suyo a esta tierra, a esta ciudad, a esta región y desde aquí a toda Venezuela y la humanidad entera. Decía La Pira y a esta altura de la vida he comprendido que tiene razón: “Para los hombres solo hay una ley y un fin: la ley del amor y la recompensa del amor. Todo lo demás es mentira y vanidad”. 

Los acuerdos de las cámaras municipales de Guanarito, Ospino, Sucre, y Unda expresan la significación de este Centenario. Es de reconocer a la Alcaldía y a la municipalidad de Páez por abrirse a su realización aquí en Acarigua. Cada gesto agradece, sinceramente. Esa es la Venezuela que queremos.  

Al agradecer esta invitación del Comité, el primero y pionero de los comités regionales de este Centenario de Luis Herrera Campíns, a Arnaldo, a Edgar, a Moisés, a todos los buenos amigos y buenas amigas que lo integran y que han trabajado tanto y tan bien en este equipo espontáneo, plural, democrático, comienzo por recordar a quien no sólo me planteó la iniciativa que gestaban, un Día de San Fernando Rey en Ospino, sino que puede considerársele pieza clave en su motor de arranque. No fue, como muchos de ustedes, mi compañero de ideas y bregas socialcristianas, pero sí nos hermanamos en la lucha unitaria por un cambio pacífico, democrático, constitucional y electoral para Venezuela. Hablo, desde luego, de nuestro inolvidable Iván Colmenares Betancourt.

En estos años he aprendido que lo que nos une, una Venezuela donde todos podamos vivir y progresar en paz y en libertad, es mucho más y mucho más importante que lo que nos separa.    

A Don Luis Bazán García quien ha “sembrado la sonrisa como una semilla buena” y en toda mirada ajena, algo suyo se desliza. Gracias por honrarnos al aceptar esta presidencia honoraria.  

Aquí en Acarigua, ciudad natal de nuestro homenajeado, donde mi paisano Amábilis Cordero filmó en 1932 escenas de su película Alma Llanera, titulada como ese “segundo himno nacional” de Pedro Elías Gutiérrez y Bolívar Coronado, aquel, por cierto, suegro de Don Pedro del Corral, llanero de Chaguaramas, es imposible no empezar por dedicar unas palabras al Llano venezolano. Porque su paisano Luis Herrera Campíns, hijo de sancarleño y ospinense, fue un llanero orgulloso de su llanería. 

Ese Llano de poderosa presencia en nuestra cultura y nuestra historia. Todos vamos Pasillaneando a la vera del guanareño José La Riva Contreras o junto al araureño Joel Hernández y su Viejo Soguero sintiendo a su caballo retozar en las sabanas del cielo o contemplando la escena sabanera en la sublimidad del Concierto en la Llanura de Juan Vicente Torrealba, caraqueño con crianza y alma guariqueñas. El llano de Doña Bárbara y de la Silva Criolla de Lazo Martí. El llano donde puso Arvelo Torrealba al catire Florentino a cantar con el mismo Diablo, “sabio y satánico” contrapunteo que en inspiradas líneas de Gehard Cartay Ramírez, mi hermano barinés 

…recoge y reconstruye el ancho y maravilloso mundo de lo mágico y lo real, lo sacro y lo profano, lo humano y lo telúrico, en definitiva, la compleja y a la vez sencilla filosofía del llanero, desde todos sus confines, abarcando también los amplios terrenos que ocupan en su mundo el bien y el mal. 1

“De ese pueblo venimos” dijo Luis Herrera, hace cincuenta y cinco años, en los trescientos cincuenta de la fundación española de Acarigua, invitado por el Concejo del entonces Distrito Páez 2. Recordó la ciudad de su infancia “cuando sus calles eran de tierra colorada o de granzón, y debíamos desyerbarlas todos los sábados y regarlas todas las tardes, a la hora en que el sol principiaba a retirar su luz y su fuego, unos con poncheras, totumas o con regaderas de lata y con mangueras de goma los pudientes, para que no se levantara el polvo…” al paso del paseo vespertino del carro del Presidente del estado. El discurso es un alarde de conocimiento del lar nativo, buena memoria, orgullo y cariño que ya le tocaría demostrar en obras, desde su Presidencia de 1979 a 1984. Es de aquella Acarigua, cuenta, cuya historia giraba en el alma popular entre dos polos: El espiritual, de la Virgen de la Corteza y el patriótico del General José Antonio Páez.

En esas palabras, recuerda al primer equipo Llaneros BBC, antecedente de su homónimo que jugaría en la LVBP la temporada 68-69 en Araure, muy anterior al Pastora de Los Llanos cuyos juegos disfruté junto a mi comisionado Dimas Salcedo Nadal. Mascota del Llaneros, recuerda Luis Herrera, era un “chiquito gordo y peleón”, el mismo que en sus Memorias 3 contará de la amistad familiar con los Herrera Campíns, de compartir techo y mesa con ellos en la pensión que tenía Doña Rosalía en Barquisimeto y de una pelea de muchachos en Acarigua, cuando jugando en el terreno que ahora ocupa la Notaría Pública, por pedido del tercera base Luis Herrera, lo sacaron como pitcher porque les estaban cayendo a palos y él se fue bravo con su bate y sus guantes, y su amigo el futuro Presidente detrás gritándole “¡Arbitario!  Hablo de nuestro querido Waldemar Cordero Vale, centenario el año que viene. 

Cuando en las postrimerías del exilio de ambos, Herrera razona al declinar la invitación de Rómulo Betancourt para que venga a Nueva York a conversar con él y con Villalba el futuro democrático venezolano. Recomienda esperar por Caldera, en ese momento refugiado en la Nunciatura en Caracas, e informa que ha consultado su decisión a la dirigencia del partido porque, cita a Gallegos, los llaneros somos “indisciplinados pero leales”.

Su admiración especial por Páez, cuyo bicentenario presidió, trasciende al paisanaje. Es el “ejemplo posible” por su proximidad con la gente común, su empeño de superación, de escalar alturas. Y en inevitable paralelo escribe, Bolívar era “la encarnación de la idea que andaba en busca de un pueblo” y Páez, “la encarnación del pueblo que andaba en busca de la idea”. 

En su discurso del 5 de Julio de 1973 en el Congreso, Luis Herrera destaca una coincidencia que es simbólica: el primer documento que formaliza la Independencia, el acta parlamentaria  de 1811 que ese día conmemoraba 162 años, va firmado por los diputados llaneros de Nutrias y de Obispos en la Provincia de Barinas Juan Antonio Rodríguez Domínguez y Luis Ignacio Mendoza, como Presidente y Vicepresidente del Congreso y la rendición de Puerto Cabello en 1823, colofón de aquella guerra dolorosa que resultó inevitable, fue victoria patriota bajo el mando del llanero portugueseño José Antonio Páez, “a quien se debe la incorporación del pueblo campesino de aquella Venezuela rural a los ejércitos nacionales, con lo que se definió la hasta entonces indecisa suerte de la República”. 

En aquel discurso del aniversario acarigüeño varias veces citado, Herrera Campíns pondera los progresos de la ciudad, la transformación que sus gentes, las nacidas aquí y las venidas de afuera, con sus ideas y su trabajo han logrado,

Vamos dejando cada vez más de ser un típico estado llanero para convertirnos en un estado agrícola moderno. Pero a las condiciones personales y morales del llanero tradicional debemos apegarnos con ahínco, para no perder jamás el orgullo de la llanería. Que este sea el trasfondo del nuevo espíritu de la nueva gente que va surgiendo, de este admirable crisol de sangres.

El Llanero Solidario, afortunado título a mi trabajo de 2012 sobre él, generosamente recibido, fue escogido a conciencia, pues resume dos características que lo definen: la identidad regional, con toda su carga histórica y cultural que lo enorgullece, y la solidaridad, expresión cristiana de la caridad que es amor, signo de su personalidad y de las políticas que defendió consistentemente. De eso hablaremos.  

Tras el encuentro inevitable con el fin de esta vida, que quienes creemos en la trascendencia sabemos que es el tránsito a otra, la verdadera, los seres humanos dejamos un recuerdo, más o menos perecedero según nuestras obras y omisiones. Aquellos más cercanos a nuestros afectos, cuando dejan de vivir entre nosotros, siguen viviendo en nosotros.

De los personajes que hacen historia queda una biografía. Hay biografías oficiales o autorizadas, que cuentan solo aquello que el biografiado, sus familiares o herederos querrían que se contara. Hay autobiografías o memorias, género común en otros países e infrecuente entre nosotros, porque somos poco aficionados a retirarnos. A fines del año pasado se publicaron en varios idiomas las Memorias Libertad de Angela Merkel, la estadista alemana y aquí hace días las de Oswaldo Álvarez Paz Páez Lo que debo contar, hasta donde recuerdo, el primer socialcristiano venezolano en hacerlo. Por cierto, Páez es venezolanamente un caso raro que sí escribió y publicó su Autobiografía, deliberadamente incompleta, la cual concluyó:

Termino, pues, la historia de mi vida donde debió haber acabado mi carrera pública. Las alteraciones de la política me llamaron después a la patria para luchar con nuevos inconvenientes, y recoger cosecha de desengaños.4

Herrera Campíns, buen escritor, sin embargo, no fue amigo de escribir memorias. Se lo pregunté, cuando Nancy Chalbaud, una de sus colaboradoras inmediatas, le entregaba la trascripción mecanografiada de las notas que solía hacer en las reuniones. Su respuesta fue una palabra y un gesto: “¿Memorias?” Y arrugó la cara. 

Hay otras biografías, también en el mundo literario o de la investigación histórica, que según el propósito de su autor, pueden ser desde apologéticas hasta difamatorias, pasando por grados diversos de simpatía o antipatía hacia el personaje. Las hay críticas, en el sentido de analíticas, esas son las mejores. Polanco, conocedor de la asignatura, recomienda no “enamorarse” del biografiado. Lo que nunca podrán ser las biografías es objetivas, porque siempre somos subjetivos. 

Cuando se trata de políticos, el recuerdo será inevitablemente diverso y contradictorio.  Para unos bueno hasta la canonización, para otros, malo hasta merecer el último círculo del infierno de Dante. Polémico, siempre. Me atreví a escribir de la vida de Luis Herrera Campíns, como también lo hizo Pablo José. Traté que la amistad no nublara el sentido de justicia. En estos días de celebración de su centenario, prefiero conversar con ustedes, aquí y en otras partes, de su legado.

En Derecho, legado es disposición testamentaria a título particular. En la historia y la cultura, el mismo vocablo significa mensaje, en hechos, en palabras o en ambos, cuya validez trasciende en el tiempo. Legar es ceder, dejar, encomendar, transferir, traspasar, donar. 

Si celebramos la vida de alguien que nació hace cien años y murió hace dieciocho, debe ser porque significó y significa para nosotros.

Más allá de su curriculum vitae: diputado, senador, Presidente. De su trayectoria: líder estudiantil, periodista, preso político, desterrado, dirigente político nacional e internacional. Datos todos que puede enumerar Wikipedia ¿Hay un legado de Luis Herrera Campíns?

Creo que sí y que puede sernos muy útil en este tiempo feroz de antipolíticas, impaciencias e intolerancias.

Es el legado de un hombre político de vida limpia; siempre inconforme, incansable en el empeño en conocer y comprender; responsable porque entiende que la política es servicio; demócrata que cree en una democracia en la que la libertad y la paz son vacías sin la solidaridad e inviables sin la justicia; estadista capaz de asumir el costo de las decisiones más difíciles, consciente de que se gobierna y se legisla para todos, para el presente y para el porvenir; humanista y humano; paciente y visionario. 

Coherencia. Está el magisterio de su vida personal: austeridad, sencillez, hombre de familia, consecuencia en la amistad, en las convicciones, en la militancia. A Miraflores fue desde su casa comprada a crédito y a ella volvió cuando dejó el poder. Consistencia entre la vida privada y la pública.  

Estudio. Luis Herrera fue un político estudioso. Ramón J. Velásquez dijo de él que “Era un hombre culto. Parecía que se había leído todo. ¿Cómo hacía? No sé, pero cuando hablaba sobre un tema, ahondaba hasta sus raíces, sabía mucho.”6 No perdió tiempo. Metido en la política y en su pasión periodística, nunca dejo de estudiar. Desterrado en 5° año de Derecho, concluyó la carrera en Santiago de Compostela, una de las universidades más antiguas del mundo, fundada en 1495. Atento siempre a los acontecimientos venezolanos, siguió viajando, leyendo, estudiando. Roma, Londres, Munich en cuya Universidad Ludwig-Maximilians asiste a los cursos de Cosmovisión Cristiana de Romano Guardini, teólogo y filósofo alemán. Aprendió, sin ufanarse jamás, italiano, inglés y alemán. Leía en francés. 

Práctica. Con Leonardo Da Vinci, cree Herrera que la práctica enseña la teoría. La cultura, los viajes, las relaciones personales y la actividad internacional, constante como político, parlamentario y gobernante, nunca estuvieron en él reñidas con una intensa venezolanidad. A base de cercanía, de contactos múltiples y permanentes con todos los sectores en todas las regiones, de saber escuchar, saber preguntar y saber observar, lo hicieron un baquiano del alma venezolana. Sabía mirarnos por dentro. Una íntima afinidad con Rómulo Betancourt, adversario y aliado, ya advertida por la agudeza de Manuel Caballero, se dejó ver en su discurso del 2 de octubre de 1981, en las honras fúnebres al gran Presidente. “Se ha recordado-dijo Herrera de Don Rómulo- su extraordinaria capacidad para acertar con la frase oportuna, ácida o risueña”. 7 En los refranes y dichos populares Herrera daba, en decir de Velásquez, “un toque simpático” a sus argumentos y observa Andrés Caldera Pietri que “innovó en la comunicación política”. 

Servicio. En Herrera, más que destreza, estrategia y táctica, habilidad para detectar las oportunidades y aprovecharlas, aunque todo eso haga falta, la política es primero y principal, servicio. Y reclamo de servir más a quienes más lo necesitan. La razón del servicio, más acá del deber constitucional de quien ejerce un mandato, de que el poder que se alcanza es por cuenta ajena, la razón radica en la solidaridad. “La política es ante todo servicio –dice el recién fallecido Papa Francisco- No es sierva de ambiciones individuales, ni prepotencia de facciones o centros de intereses”8. No se trata de contraponer, como excluyentes, al poder y el servicio. Nadie quiere un poder impotente, aclara el mismo Pontífice, “pero el poder tiene que estar ordenado al servicio para no degenerarse”. 

La política verdadera, máxime si se trata de una política cristiana, tiene una dimensión afectiva, solo un amor profundo puede nutrirla.  

La solidaridad nos recuerda que a la contienda política no se puede ir sin valores. Sin ideas y sin valores que la sustenten, la política es un juego de palo encebado. La política no es un mar cerrado, como el Mar Muerto, opera en espacios mucho más anchos y profundos, por lo mismo más riesgosos. En ese mar, las cartas de navegación ayudan a mantenerla en su ruta de orden humano al servicio del Bien Común. Ese es el papel de los valores.  

Sentido del Estado. Luis Herrera es un estadista, cuyo sentido del Estado ordena sus prioridades. Su Estado no es cualquier Estado, es uno democrático y social de Derecho. Nos lo dice el signo de sus prioridades de gobernante: educación, cultura, deporte, salud, vivienda, títulos de propiedad de la tierra, promoción de la paz y la libertad y de la participación que invita al pueblo “nada menos que a la empresa de ser autor y actor de su destino”9. Un signo del estadista es la responsabilidad. En su mensaje para el Año Nuevo 1984: “Estoy consciente de las fallas y deficiencias que hemos tenido (…) asumo ante la historia la plena responsabilidad de la orientación y conducción de mi gobierno…” y en su mensaje final al Congreso, al referirse a las “vicisitudes económicas, financieras y fiscales” globales y su impacto en el país:

No me escudo en ellas para justificar errores, fallas, deficiencias u omisiones. Mi trayectoria de ciudadano y mi condición de gobernante serio me llevan a asumir por entero las responsabilidades derivadas de la acción de gobierno y las asumo 10. 

El verdadero conductor político, en el papel de estadista debe mostrar siempre capacidad de diálogo. “Ni en la vida ni en la política se puede catalogar el diálogo como acción inútil, aun cuando los resultados obtenidos no correspondan exactamente a la medida de las aspiraciones 11 En el mismo ensayo juzga como el éxito principal de la transición de 1958 fue eliminar “la desconfianza entre los civiles y los militares”, atavismo de la historia venezolana, cuyas ancestrales raíces permiten que rebrote como el monte, maleza feraz abonada interesadamente por las antipolíticas. 

Humanismo. “Alma magnánima” dice de él Luis Beltrán Guerrero, Herrera Campíns es humanista integral en el pensamiento, con lecturas reflexivas de Maritain y Mounier que deja ver desde temprano en sus intervenciones, como el discurso de orden en el Centenario de la Federación el cincuenta y nueve o la conferencia en la Universidad de los Andes publicada en el sesenta y humanista integral en la conducta. Humanista y humano, al mayor y al detal, universal y misericordioso. Humano en sus aciertos, políticas públicas dirigidas a la promoción del desarrollo de la persona y humano en sus errores, nacidos en la tolerancia, la comprensión de las debilidades humanas, la lucha interminable contra nuestras imperfecciones, la reiterada necesidad del perdón, como en Mateo, “Hasta setenta veces siete”. Y un dato fundamental: fue hombre impermeable al rencor. 12 No hubo ofensa, agravio o injusticia que le amargara el espíritu. “Objetividad y serenidad” presiden el análisis de quien tras dos carcelazos, el último de varios meses y cinco años de exilio, afirma: “Si algo agradezco a Dios todos los días, además de la protección de su Providencia, es que haya podido vencer la batalla contra el rencor”. Así fue en la patria y en el destierro, las verdes y en las maduras, en la oposición y en el poder.

Paciencia. El político es paciente. “Es necesario no temerle al tiempo. 

Al tiempo –dice- solo le temen los inconstantes, los apresurados y los cobardes ante la vida” 13 Paciencia que no es inmovilidad, es saber esperar y darle contenido útil a la espera. Comprender que la historia se cuece a fuego lento. Y recuerda:

Porque en muchos aspectos nuestra vida de pueblo ha sido un andar a saltos, a impulsos de pértiga, sin cuidarnos de afirmar ni consolidar en tierra firme las conquistas. Nuestra ansiedad y nuestra impaciencia de hoy, acicateadas por la tragedia nacional de estos años, sueñan con un imposible logro abracadábrico del anhelo democrático. 14

Visión. La mirada del político verdadero tiene dos dimensiones, la del presente para entender qué pasa y la más larga, hacia el futuro, para darse cuenta de qué puede pasar, de cuáles serán las consecuencias. Ver más allá, para anticiparse. Ver más adentro, para darse cuenta de lo que otros no advierten. No es adivinación, ni magia. Necesita del instinto, se lo llama “olfato”, pero si lo relacionamos con los sentidos, tiene más de oído, vista y tacto. Hay que saber oír las voces de la realidad, ver atentamente sus señales y tocarla y dejarse tocar por la realidad. Conocer y comprender la historia y la geografía, la sociología y la antropología. En los libros sí, pero sobre todo en la vida. Los que viven en “el metro cuadrado” no salen de allí. 

La internacionalización de nuestra industria petrolera, la promoción de la paz en Centroamérica, las políticas educativas y de desarrollo de la inteligencia humana, son ejemplos que evidencian la visión de largo plazo en un estadista.

Luis Herrera Campíns fue un Visionario. Años lejos de Venezuela por imposición del poder, en 1957, con la experiencia de un fraude ganancioso para la dictadura, afirma “La participación electoral ha sido hasta ahora –no se olvide-el único medio con el cual se ha derrotado a la dictadura. Es todavía un camino vigente.”15

Y sigue 

La decisión de asistir a las elecciones es la única correcta en principio. La abstención sólo tendría validez, desde un punto de vista de objetividad política, como una consciente preparación para una insurrección popular revolucionaria, que mal puede desatarse en esta época de nuestra historia. 16

No espera “que el gobierno por un acto gracioso, devuelva a plenitud las garantías” y se pregunta “¿Por qué no se ha tratado de movilizar las masas para que el Estatuto Electoral tenga fisonomía democrática?” Y subraya “La misión política triunfa a través de la insistencia”.17

Porque, son sus palabras, “La imposición de la democracia total no es una carrera de velocidad, sino una prueba de resistencia. Largas jornadas piden voluntades fuertes. Contratiempos difíciles exigen ánimos decididos, pulso firme, corazón bien puesto.”18

Y al pasar revista, veinte años más tarde, a aquella transición, nos deja esta reflexión de validez permanente:  

Los pueblos son más pacientes de lo que comúnmente se cree y, por extraña paradoja, también son más impacientes de lo que generalmente se cree. Mariano Picón Salas, en admirable pincelada sociopsicológica, afirmó alguna vez que nuestro pueblo tenía una excepcional ‘capacidad de aguante’, grande pero no infinita, inmensa sin ser ilimitada. Nuestra historia así lo proclama con alta voz de recuerdo y advertencia. 19

Los tiempos cambian y con ellos las circunstancias y los desafíos. “Cada día tiene su afán”, ya lo dice San Mateo, el evangelista de la historia humana. No se trata de calcar, de repetir mecánicamente lo dicho y lo hecho antes. Pero la experiencia cuenta y mal haríamos en borrarla, incluso para reescribirla, como es el terco, tosco interés de los sistemas tiránicos. Siempre es oportuna la cita de Marco Tulio Cicerón, Cónsul de la República romana, político y filósofo: que al incorporarse a la Academia hizo mi querido paisano Manuel Caballero “Quienes ignoran lo que ha ocurrido en el mundo antes de que nacieran, son siempre como niños”.  

Tal vez ustedes sientan, y comprendo sus motivos, que hablo desde la nostalgia y también desde el afecto por el amigo y maestro que ya no está. No niego que ambos sentimientos están en mi ánimo, pero no son ellos el incentivo principal para estas palabras. Cierta nostalgia puede haber, y no me da pena reconocer el afecto, pero ni la una ni el otro son el tema.

Al pasado no se regresa y si fuera posible, ni siquiera sería deseable. Aquí y en todas partes, cualquier convocatoria a reponer la causa al estado en que se encontraba en tal o cual episodio de un pasado real o supuestamente “glorioso” ha terminado en rotundos, dolorosos, costosos fracasos. El tema siempre es el futuro, ese territorio incierto que no podemos adivinar, pero sí podemos construir. Para ese futuro necesitaremos el liderazgo de hombres y mujeres coherentes, estudiosos, prácticos, servidores, con sentido del Estado, humanos, pacientes y visionarios, cosecha para la que Venezuela no es suelo yermo. Esas condiciones no garantizan infalibilidad, no eximen del desacierto, sería inhumano esperarlo y mentiroso prometerlo, pero disminuyen sensiblemente el riesgo y dan las herramientas para admitir responsablemente los errores, corregirlos y seguir adelante.   

Creo, con Augusto Mijares que hay un “mandato moral de la Historia”, así que ese legado de Luis Herrera Campíns: coherencia, estudio, práctica, servicio, humanismo, paciencia y visión, hay que asumirlo como encomienda. Es, en palabras de su amigo Eduardo Frei Montalva: “Mandato de la historia y exigencia del porvenir”. 

 

NOTAS:

[1] Gehard Cartay Ramírez: Baquiano, volando rumbos. Vida y obra de Alberto Arvelo Torrealba. Fondo editorial de la Alcaldía del Municipio Barinas. Barinas, 2017

[2] Luis Herrera Campíns: De ese pueblo venimos. Discurso de Orden ante el Concejo Municipal del Distrito Páez. 29 de septiembre de 1970. Concejo Municipal del Distrito Páez-Gobernación del Estado Portuguesa. Acarigua, 1971.

[3] Waldemar Cordero Vale: Memorias y Testimonios del Afecto. Aytaima. Acarigua, 2016.

[4] Páez, José Antonio: Autobiografía. Bohemia. Caracas.

[5] Herrera Maldonado, Pablo José: Biografía de Luis Herrera Campíns y memoria de su época. José Agustín Catalá editor/El Centauro. Caracas, 2011.

[6] En Catalina Banko y Ramón González Escorihuela: Ramón J. Velásquez. Un país, una vida. Fondo Editorial Simón Rodríguez de la Lotería del Táchira-Gobierno Democrático del Táchira. San Cristóbal, 2010.

[7] Herrera Campíns, Luis: Despedida al Ex-Presidente Rómulo Betancourt. Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo. Caracas 2.10.81 en Aveledo, Ramón Guillermo: El Llanero Solidario. LibrosXMarcados. Caracas, 2012.

[8] Videomensaje del Santo Pare Francisco para el “Encuentro de Católicos con Responsabilidades Políticas al Servicio de los Pueblos Latinoamericanos”. Bogotá, 1-3 de diciembre de 2017. Dicastero per la Comunicazione- Libreria Editrice Vaticana.

[9] Herrera Campíns, Luis: Mensaje de Año Nuevo. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 1984.

[10] Citado en Aveledo: obra citada

[11] Herrera Campíns, Luis: Transición Política en Salcedo Bastardo J.L; Herrera Campíns, Luis y Losada, Benito Raúl: 1958. Tránsito de la dictadura a la democracia en Venezuela. Ariel. Barcelona-Caracas-México, 1978.

[12] Herrera Campíns, Luis: Frente a 1958 (Material de discusión política electoral venezolana). Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 1983.

[13] Ibidem

[14] Ibidem

[15] Ibidem

[16] Ibidem

[17] Ibidem

[18] Ibidem

[19] Herrera Campíns: obra citada

 

 

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