Ramón Peña / En pocas palabras: Se busca un rumbo
En las normas universales de la navegación marítima se aplica la expresión “buque sin gobierno” a una nave que por cualquier circunstancia excepcional es incapaz de maniobrar para desplazarse de un punto a otro con rumbo determinado. Un barco que ha perdido el timón en alta mar es una buena ilustración. Sin ninguna complacencia nos viene a la mente esta imagen ante la parcelación que exhibe la oposición democrática. Haciendo el símil, su timón no se ha perdido, pero se ha multiplicado en varios que apuntan en direcciones diferentes.
Es difícil entender cómo, en comparación con el descalabro social, económico y moral de la nación, los intereses tribales o personales del liderazgo opositor impiden la coherencia necesaria para trazar y emprender unitariamente una ruta para el rescate del país. Se desaprovechan dos circunstancias históricas propicias para el cambio. Primero, el apoyo de las democracias fundamentales del mundo a la recuperación de la democracia venezolana, un respaldo fortalecido por las acciones coordinadas entre el nuevo gobierno de EE.UU. y la Unión Europea.
En segundo término, el Estado venezolano está depauperado, sin capacidad para agenciar recursos que reviertan la contracción del tamaño de la economía acumulada desde hace seis años y sin acceso al mercado financiero mundial. Es un régimen que apela al contrabando de oro y otros commodities para sobrevivir, políticamente en el ocaso de su promesa revolucionaria y rechazado por el 80% de los venezolanos.
Salvo una ilusoria intervención armada externa, soñada todavía por algunos, lograr el cambio político habrá de atravesar las complejidades de una elección presidencial o de una negociación definitoria, que solo con fortaleza unitaria podrán afrontarse. En cuanto a la diatriba de hoy, en torno a participar o abstenerse en unas próximas elecciones regionales, oportuna es una frase del Zorro del Desierto, el Mariscal Erwin Rommel: “Nunca libres una batalla si no obtienes nada ganándola…”.