Raúl Ochoa Cuenca: La Cleptomanía en Venezuela
Revisando en la mañana de hoy un libro de significados de palabras que tienen como origen la antigua Grecia, me topé con un sustantivo que me pareció de gran contemporaneidad con la realidad de Venezuela: la Cleptomanía.
Veamos: La cleptomanía (del griego κλέπτειν, «quitar», μανία, «manía») es un trastorno del control de los impulsos que lleva al hurto compulsivo de cosas. “La persona que padece dicho trastorno recibe el nombre de cleptómano o ladrón compulsivo, y muy desgraciadamente no hay una cura definitiva y precisa para esta enfermedad “.
Esto es verdad, desgraciadamente los venezolanos lo hemos vivido en carne propia ya que es absolutamente así, los cleptómanos del socialismo del siglo XXI no tienen cura y nunca se sienten satisfechos sin importar la cantidad de lo robado.
Porque lo que ha ocurrido y continúa ocurriendo en Venezuela no es otra cosa que un asalto que comenzó con el ataque con tanques de guerra a nuestras instituciones democráticas por una banda de cleptómanos criollos In Pectore, ese desgraciado 4 de febrero del 1992.
Este grupo está compuesto principalmente por los criollos traidores de la patria venezolana, por cubanos chulos y vividores y como una de sus últimas muy brillantes ideas, el muerto de Sabaneta se trajo unos importados para reforzar el poder de fuego de los asaltantes; los Hezbollah de Siria y del Líbano, los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica Iraníes, y a los rusos que con sus cuerpos de fuerzas especiales conocidas como los Spetsnaz se ejercitan en el Arco Minero.
Como la llamaba el muerto de Sabaneta, “la Revolución Bonita” no era solo venezolana, era mundial, por eso además de las bandas antes mencionadas invitó al festín a cientos de pillos, todos cleptómanos como él, originarios de otros muchos países, que podríamos llamarlos el “International Kleptoman Group”.
Este asalto a nuestras riquezas que se lleva a cabo desde hace ya más de veinte años por parte de estos desequilibrados, me permito contradecir, por favor, en forma coloquial, a la ciencia médica cuando afirma que para los cleptómanos no hay cura, pues creo que sí la hay. Es una cura, por lo menos para los venezolanos y sus cómplices, y es la cárcel, institución esta que data de 1166, en que Enrique II de Inglaterra mandó construir una en Claredon, y debo confesar que si no fuese por mi doble condición de cristiano y jurista, hasta pensaría que lo justo sería la pena de muerte para esa banda de despreciables personas, quienes también en Venezuela se conocen como bolichicos, enchufados o simplemente amigos de Nicolasito, y en forma más genérica amigos de los capos de la banda, léase Cilia y familia.
Pero es que han sido de tal magnitud los delitos cometidos y que siguen cometiendo esta banda de cleptómanos-criminales, que hoy ante nada se detienen, ya que no les basta el saqueo de nuestros dineros y recursos. Ahora son también activos protagonistas de esa miserable práctica como es la tortura en todas sus manifestaciones que aplican consuetudinariamente a una población inerme e indefensa.
Bueno y ya para terminar debo confesar algo que me ocurrió cuando escribía este comentario sobre este sustantivo que los griegos definieron como la cleptomanía.
Como un rayo en mi mente surgieron los nombres de Chávez, Maduro, Diosdado, Ramírez, El Aissami, los hermanitos Rodríguez y la imagen del hijo del contralor Amoroso en su avión privado con un Macallan 18 Years Old en su mano izquierda.
Pero mi mente continuó recibiendo imágenes y pude ver en esas fracciones de segundos -que gracias a Dios fueron muy fugaces- los rostros de las hijas mayores del galáctico paseándose por la quinta avenida de Nueva York, faltándole manos para las bolsas que con orgullo mostraban los nombres de Givenchy, Carolina Herrera y con ojitos llenos de picardía las que decían Dolce e Gabbana, sin que otros destellos me evitaran ver a la zurrapa, a la bebita, a la hija con María Isabel, en París, tomándose un Gin Tonic en el bar de los artistas en la Place du Tertre, en el corazón de Montmartre. Ahora ya podrán entender, amigos lectores, por qué cuando leí la palabra Cleptomanía, estos apellidos se vinieron a mi mente en forma tan violenta que pensé que lo que tenía era un ACV.