Recuerdos del exilio #3: “¿Amor de lejos, ¿amor de viejos?” por Gonzalo Palacios Galindo
Dentro de un mes cumpliré ochenta y siete años. Han pasado veinticinco más de cuando pensaba que difícilmente yo llegaría al fin del siglo que me vio nacer. Desde entonces hasta hoy, todas las medidas con las cuales me familiaricé en mi infancia, que rigieron mi adolescencia, y que fueron confirmadas con mis estudios de arquitectura en la Universidad Central, esas medidas adquirieron nombres y dimensiones diferentes; todas relativas y ninguna absoluta.
Cuando entramos a la juventud, hombres y mujeres nos encontramos en el mundo “feliz” de Aldous Huxley (1894-1963) en su Brave New World, publicado en 1932. El bravo mundo de Huxley es el mismo que pocos años más tarde, llevaría al Papa Benedicto XVI a predecir que en el Siglo XXI la dictadura del relativismo dominaría el nuevo mundo en que vivimos.
Me complace informar a mis queridos lectores, que si bien es cierto que Benedicto XVI estaba en lo cierto y que todavía estamos bajo la dictadura del relativismo, no estamos obligados a abandonar “toda esperanza al que entra” en este infernal mundo. Como dijo el poeta Dante Alighieri (1265-1321),
“A la mitad el camino de nuestra vida, me encontré en una selva oscura, porque había perdido la buena senda.”
La Divina Comedia: El Infierno, Canto 1, línea 1.
No es necesario mucho tiempo para darnos cuenta de que no hay por qué abandonar la esperanza de salir de ese y otros infiernos en los que nos encontramos de vez en cuando. Ni nos molestemos en leer lo que nos dicen los hijos de Changó: los chávez, los maduros, los gómez, los pérez jiménez, y hasta Mandinga, al entrar a sus infiernos:
“Abandonen toda esperanza quienes aquí entren,” Infierno, Canto iii, línea 9. Gustave Doré.
Les ofrezco la única salida de todos los infiernillos con los que nuestro Dios Invisible comprueba ser nuestro Amigo. Casi cinco mil años antes que Dante, el gran pensador Platón señala la salida definitiva de todos los infiernos hacia el Paraíso:
“Más esto, aunque sorprendente, no lo es tanto, pues he tropezado ya con cierto libro de un sabio, en que la sal recibía un admirable elogio…»
y cosas de este tipo las puedes ver elogiadas a montones […] ¡y que no se haya atrevido, en cambio, ningún hombre hasta este día, a alabar al Amor de una manera digna! A tal extremo llega el descuido en que se tiene a tan gran dios.” Platón, El Banquete o Del Amor, 177a – 178c.
Amor de lejos…
De lejos o de cerca, el Amor es siempre el mismo. “Aquí y ahora, la Palabra del Amor es irrevocable.” Ya fuese proclamada por Platón en sus diálogos, San Juan en su evangelio, Dante en su poesía, Shakespeare en Anthony and Cleopatra, Oscar Wilde en su De Profundis, Ortega y Gasset en sus Estudios Sobre el Amor, y por Rómulo Gallegos en boca de Marcos Vargas y Aracelis la Bordona, en Canaima.
Palabras de Amor y de amoríos sólo imitan las parábolas con las cuales el Verbo del Dios Amor hecho carne, Jesucristo, se comunica con la humanidad. El Amor Divino es la Musa que inspira a todo ser humano a proclamar su presencia en su Creación. O a negarla, si así lo decide el ciego, el sordo, y el sinsentido común que niega la evidencia que nos ofrece el Creador. Evidencia que percibimos “Aquí y ahora,” mientras escribo, cuando se publique, y cuando lo leas tú, mi querido lector. Porque la Palabra del Amor es irrevocable, el Amor es siempre el mismo, omnipresente y omnipotente. El Amor es y está aquí y ahora. Nunca está lejos ni cerca; todos nosotros siempre lo encontramos aquí y ahora. Sobra recalcar: hablamos, aquí y ahora, de Amor Verdadero, Auténtico, Eterno; nada de pajitas mentales temporales.
¿amor de viejos?”
Lector: no recuerdo parábola alguna de Jesucristo, ni de autor alguno que ayude a entender ni por qué ni cómo crea el Amor todo lo creado. En la Eternidad no existe ni tiempo ni espacio: para nada los necesitamos. Todo está y todo es aquí y ahora, y ni uno ni otro puede dimensionarse. Queridos lectores, les ofrezco la única salida de todos nuestros infiernos: entregarnos, aquí y ahora mismo al inconmensurable y omnipresente Dios Amor. Es el Amor de recién concebidos; de fetos por nacer y nacidos. El Amor se encuentra en todos y cada uno de nosotros, y en cada “aqui y ahora” del tiempo y del espacio en que existimos. Estaremos y seremos quienes somos en la Eternidad, el aquí y ahora que nunca deja de ser ni de estar presente en la Creación. El Amor es el único sendero Eterno, que está siempre presente en nosotros. El Amor nunca envejece, siempre es presente, en todas partes, y en todo ser.
El verbo del Amor, amar, es la esencia del ser humano. Quien no ama no llega a su destino; ser como Dios. Quien no se entrega al Amor, se deshumaniza; en lugar de ser libre, se esclaviza. Los viejos que nunca se entregan al Amor son pendejos y estúpidos. Quienes tuvimos la suerte y bendición de dejarnos de pendejadas y permitimos al Amor permanecer en nosotros, a pesar de los años, no somos ni viejos ni pendejos.
Finalizaré mi Recuerdo # 3 con tres mujeres que me endiosaron enamorándome de ellas.