
Rehenes del algoritmo
A menudo nos referimos a los peligros en ciernes que el periodismo tendrá que afrontar con el desarrollo de la llamada –con detestable oxímoron– ‘inteligencia artificial’; y se nos olvida referirnos a los peligros ya asumidos, consumados y enquistados.
Los medios que satisfacen los ‘algoritmos’ están enterrando el oficio periodístico
Extrañamente, cuando se habla de ‘inteligencia artificial’ no advertimos que los llamados ‘algoritmos’ constituyen una de sus variantes, si se quiere rudimentaria mas no por ello menos insidiosa. Por ‘algoritmos’ nos referimos al conjunto de fórmulas de programación que emplean los grandes motores de búsqueda en interné, favoreciendo la visibilidad de algunas noticias o publicaciones y dificultando la de otras; o determinando quiénes serán las personas a las que dichas noticias o publicaciones se les mostrarán en sus artilugios electrónicos. Los ‘algoritmos’ rigen el funcionamiento de las redes sociales, imponen una selección ‘basada en los gustos del usuario’ y determinan nuestra navegación en interné (a veces incluso de forma intrusiva y capciosa). Inevitablemente, los ‘algoritmos’ han logrado influir en los contenidos que ofrecen los medios de comunicación, que ajustan y retocan sus contenidos para amoldarse a las ‘preferencias’ del omnímodo Google (que, por supuesto, no son inocentes ni aleatorias), en su afán por captar la veleidosa atención del lector, a veces etiquetándolos con términos resultones o sensacionalistas, o rotulando de formas equívocas y chillonas, o incluso fabricando ‘seudonoticias’ protagonizadas por la chusma de famosetes que nos infesta, o por los homínidos que participan en los concursos televisivos (siempre, por supuesto, haciendo énfasis en sus alegrías o bochornos de bragueta, en sus declaraciones más austrolopitecas, etcétera). Todo ello convierte las webs de muchas publicaciones en auténticas letrinas del chismorreo inane que sólo pueden complacer a gentes inmundas y gravemente cretinizadas, mientras provocan desapego y grima entre los lectores más exigentes.
Y a esta infestación de cochambre favorecida por los ‘algoritmos’ hay que sumar otro efecto demoledor sobre el periodismo digno de tal nombre. Una vez averiguadas las fórmulas del ‘algoritmo’ que favorecen el ‘posicionamiento’ e incrementan el ‘tráfico’, muchos medios se dedican a repetir hasta la náusea los mismos asuntos birriosos y tratamientos párvulos, con la esperanza de que los motores de búsqueda, los ‘agregadores’ de noticias, los ‘feeds’ personalizados y demás ingenios de la programación piquen el anzuelo y atraigan nuevos usuarios hasta sus aguas (que para entonces se han convertido más bien en una charca de vómitos regurgitados). De este modo, la información resulta suplantada por un zurriburri de inanidades y engañifas sin fuste, un reciclaje machacón de los mismos materiales de derribo y una agotadora explotación de fórmulas basurientas, hasta convertir los medios de comunicación en una suerte de rueda para hámsteres.
Esta inmolación del periodismo en los altares del ‘algoritmo’ se justifica alegando que de este modo se alcanzan los objetivos comerciales deseados; pues, de lo contrario, si se hiciese caso omiso de las querencias de los motores de búsqueda, se condenaría al medio a la invisibilidad. Así se sacrifican la calidad y diversidad de los contenidos, se reprimen la creatividad y la perspicacia del periodista y se renuncia al rigor que debe regir la selección de noticias. Y todo ello para incrementar el ‘tráfico’, para asegurarse ‘posiciones’ preferentes en la selección personalizada que los motores de búsqueda brindan a los ‘usuarios’, en cuanto encienden sus artilugios electrónicos. Acaso sin darse cuenta, los medios de comunicación que satisfacen los ‘algoritmos’ están enterrando el oficio periodístico, provocando desafección entre quienes anhelan que la verdad sea alumbrada (que es la misión del periodismo digno de tal nombre), a cambio de apacentar a unas masas cretinizadas que sólo requieren una ración de alfalfa que las mantenga entretenidas e hipnotizadas ante su pantallita táctil.
Si el periodismo en verdad desea sobrevivir tendrá necesariamente que desentenderse de los ‘algoritmos’ y fundar su fortaleza en el compromiso de sus lectores, dispuestos a pagar por acceder a unos contenidos rigurosos y esmerados, inspirados en la búsqueda de la verdad. De lo contrario, el triste destino del periodismo no será otro sino el de actuar de mamporrero de la llamada ‘inteligencia artificial’, cuya misión es la misma que la de aquel anillo de Sauron en la célebre novela de Tolkien: «Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas».
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