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Ricardo Bada: Día Internacional del Beso Robado (con tapaboca)

Según estadísticas fehacientes, el ser humano besa un promedio de dos a tres veces por día, lo que significa que una persona de setenta años invierte en besar 76 días de su vida. Otras estadísticas cuantifican las cantidades que intervienen en el coctel de hormonas resultante de un beso, entre ellas la oxitocina, la serotonina y la dopamina, la dizque hormona de la felicidad. No en último término, siguen las estadísticas, con el beso se activan hasta 34 músculos faciales y emigran millones de bacterias de una boca a la otra. Por ello no puede extrañarnos que haya dos Días Internacionales del Beso: el del Beso a secas, el 13 de abril, y el 6 de julio, cuando se rinde homenaje al Beso Robado.

Lo cierto es que los científicos especializados en temas de salud pública tienen muy buena opinión acerca del beso, porque (argumentan ellos) reduce tanto la presión arterial como el colesterol, quema calorías, alivia el estrés, combate el dolor y dispara la endorfina en nuestros organismos. En suma, que lo mejor que haríamos es pasarnos la vida besándonos.

Ahora bien, ¿qué es un beso? El diccionario nos dice fría y escuetamente que es “la acción y el efecto de besar”. ¿Y qué es besar? En la acepción que aquí nos interesa es “tocar u oprimir con un movimiento de labios a alguien o algo como expresión de amor, deseo o reverencia, o como saludo”.

Una vez más se pone de manifiesto que es necesario recurrir a los poetas. Y debo decir que la mejor definición del beso que conozco la encontré en la escena X del acto III del drama Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand: “Un point rose qu’on met sur l’i du verbe aimer”, verso harto intraducible.

Intraducible en efecto, porque “un punto rosa que se pone sobre la i del verbo amar”, sería la traducción literal, pero el verbo amar, que en francés es aimer, en castellano no incluye la letra i. Tampoco la incluyen love en inglés ni amare en italiano; pero sí la incluyen lieben en alemán y liefhebben en neerlandés.

Y asimismo en catalán, donde amar es estimar (lo que verdaderamente debiera ser). Le pregunté a un buen poeta de ese idioma, Valentí Gómez i Oliver, quien me ofreció dos variantes: la normal: “Un punt rosa que es posa sobre la i del verb estimar”; y la más culta: “Un punt rosa que hom col·loca damunt la i del verb estimar”. Y esta es la que prefiero porque a su vez incluye una ele geminada (l·l), la letra más emblemática del idioma de Àngel Guimerà, y en la que asimismo interviene un punto.

Lo que no he leído en ninguna parte, en estos tiempos de pandemia, es que con todas esas propiedades positivas, paradójicamente tal vez sea el beso, desde el punto de vista de la salud, el mejor tapaboca imaginable.

 

 

 

 

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