Ricardo Bada: Dunquerque
Los cronistas suelen hablar de la guerra civil española diciendo que fue la última “romántica” de la Historia. Nada puede justificar el romanticismo de tamaña barbarie, pero hago uso del término para nombrar a la retirada inglesa de Dunquerque, del 26.5. al 4.6.1940; se cumplen ahora 80 años de ella.
El 10.5.1940 Hitler desencadenó la guerra de agresión en el frente occidental, haciendo que la Luftwaffe bombardease el puerto de Rotterdam y que la Wehrmacht violase la neutralidad del Benelux y avanzara de modo imparable hacia Francia. 10 días después había creado una bolsa en torno a Dunquerque, donde lograron cercar a 370.000 soldados británicos y franceses cuya única salida posible era el Canal de la Mancha.
El jefe de la tropa expedicionaria británica solicitó de Londres la repatriación de la misma, y la máquina del Almirantazgo en puso en marcha. Una Armada sin prosopeyas de ser invencible se hizo a la mar desde los puertos ingleses del Canal, con 887 unidades que incluían no sólo buques de guerra sino barcos cargueros, ferries, embarcaciones de recreo, yates privados y hasta heroicas lanchas de remos, dispuestos a rescatar a sus soldados, ¡y vaya si lo hicieron!
El costo material fue inmenso. Además de perder 29 aviones de combate de la RAF, pérdida compensada de sobra por los 179 abatidos de la Luftwaffe, se hundieron 226 embarcaciones de todo tipo, la mayoría a causa de ataques aéreos. Además, el cuerpo expedicionario inglés dejó en poder del enemigo 65.000 camiones y automóviles, unas 20.000 motocicletas, más de 2.400 cañones y 445 tanques que restaban tras la batalla de Arras. Amén de lo dicho, 380.000 toneladas de provisiones, 68.000 de munición y 147.000 de combustible. Pero a cambio de ello se salvó la vida de 338.226 soldados británicos, franceses y belgas.
El 4.6., en la Cámara de los Comunes, Churchill pronunció uno de sus célebres discursos de guerra, donde afirmó rotundo: “Jamás capitularemos”… si bien al volver a sentarse en el banco azul añadió en voz baja: “Y les plantaremos cara con los cuellos de botellas rotas, que son las malditas armas que nos quedan”.
En su magnífica Historia de la guerra, el futuro mariscal Montgomery, uno de los evacuados de Duinkerk [“la iglesia de las dunas” significa el nombre flamenco de Dunquerque], califica la llamada Operación Dynamo como una “notable prestación de la flota británica”. Esto es puro y simple understatement inglés. La retirada de Dunquerque sólo es parangonable con el Anábasis, la de los 10.000 mercenarios griegos desde Mesopotamia al Mar Negro unos 400 años a.C. Aunque, bien pensado, también puede verse como un Brexit impuesto por las circunstancias.