Ricardo Bada: La hinchada del idioma
Ofrecemos la reseña de un libro memorable que indaga en la relación del futbol con el idioma; una obra de espíritu quijotesco cuya lectura nos permitirá continuar con el gozoso espíritu que nos arrebata cada cuatro años.
Jesús Castañón,
Hinchas del idioma,
Pie de Página,
Madrid, 2018.
En los días previos al Mundial Corea Japón 2002, llegó a mis manos, inesperada y felizmente, un ejemplar del libro Tendencias actuales del idioma del deporte, de un español investigador ejemplar que se llama Jesús Castañón y que vive en Valladolid, donde edita una de las mejores revistas deportivas en la red. Ahora, en vísperas del Mundial de Rusia, me llegó asimismo puntual y felizmente su último libro, Hinchas del idioma.
Castañón es uno de esos seres de alma quijotesca a quien hace casi cincuenta años se le metió en la cabeza la idea de codificar la inmensa riqueza que el deporte ha aportado a la lengua de Castilla. Y lo consiguió, porque ya en el año 2000 nada menos que la sesuda Real Academia madrileña solicitó su colaboración para revisar los términos deportivos en la 22.ª edición de su mastodóntico Diccionario.
Son varios los libros que Castañón lleva publicados sobre el tema del idioma deportivo, y no es un mérito menor que haya sabido incorporar a su trabajo un amplio sector del vocabulario latinoamericano. O que también haya sabido investigar en áreas insólitas donde el deporte hace su aparición, por ejemplo en las letras de tango. Recordemos, del inmortal “Mano a mano”, aquellos hexadecasílabos que dicen: “Se dio juego de remanye cuando vos, pobre percanta, / gambeteabas la pobreza en las casas de pensión”, versos precisa y preciosamente futbolísticos para describir un contexto de huida de la miseria y el lumpenproletariat de los barrios más pobres de Buenos Aires.
En su libro del 2002 encontramos agavillados varios trabajos de Castañón en los que se ocupa, entre otros aspectos, del reflejo del deporte en la obra de humoristas gráficos geniales, como el español Mingote y los argentinos Fontanarrosa y Quino. Aparte de eso, una poco menos que exhaustiva relación de los grandes y no tan grandes escritores que han abordado temas deportivos en sus obras, y no se anda con chiquitas, comienza citando a cuatro Premios Nobel: Benavente, Aleixandre, Cela y García Márquez.
(En un texto del 2015 ha recogido luego Castañón, con motivo de los 25 años del Nobel a Octavio Paz, sus textos sobre fútbol, patinaje, tenis y olimpismo, entre 1931 y 1969).
Y volviendo a Tendencias actuales…, en su larga y asombrosa lista solo echo de menos a Juan Carlos Onetti, con una narración magistral, “Jacob y el otro”, y Ortega y Gasset, quien pergeñó un amplio ensayo titulado “El origen deportivo del Estado”, que de modo por completo congruente fue recogido en uno de los tomos de El Espectador. Pero quizá Castañón los ha mencionado en otras publicaciones, no creo que a su mirada cinegética se le hayan escapado tan fácilmente dos piezas de caza mayor como son estas.
Otras dos ausencias sí me parece que pudieran habérsele escapado. Una de ellas es la primera vez que la jugada de un gol se narró con música, lo cual sucede en la zarzuela Don Manolito, del maestro Sorozábal, en 1943 (¡No se pierdan este magnífico enlace sonoro!). Y la segunda cosa que me choca es que en el registro de germanismos futbolísticos que han hecho carrera en nuestro idioma figuren los términos “Borussia, Bundesliga, Eintracht y Panzer”, y en cambio no figure “Káiser”, palabra con la cual los mismos alemanes no se refieren más a sus emperadores sino al líbero Franz Beckenbauer, capitán del once que ganó el Mundial del 74 y seleccionador del que ganó en Roma el de 1990.
Empero estos no son sino apuntes de un lector apasionado y deseoso de aportar su granito de arena (o su brizna de césped, ya que hablamos de canchas de fútbol), a una obra que me parece digna del mayor elogio. Sería bueno que hubiese muchos más Castañones dedicados a tareas como esta, a registrar con paciencia benedictina e instinto de cazador nato la presencia de nuevas voces en nuestro idioma, procedentes de los más diversos campos de la actividad humana. A él, desde luego, le resultaron una victoria por goleada.
Una goleada que repite ahora con Hinchas del idioma, subtitulado El fútbol como fenómeno lingüístico. Cito de la contraportada, que es bien gráfica en su reseña: “Hinchas del idioma aborda el fenómeno del fútbol y lenguaje, dos universos paralelos que comparten un idioma común, aquel donde las palabras tiran paredes, viven en fuera de juego o son habilitadas como correctas, salen por la línea de fondo botando como conejos, anotan el gol de haber engrandecido el idioma español…”
Amén de ello, leyendo este libro se entera uno de cosas de las más curiosas, como por ejemplo que en la primera final de un Mundial, en 1930, en el Estadio Centenario de Montevideo, el primer tiempo se jugó con un balón argentino y el segundo con uno uruguayo; el cual, importado de Inglaterra, se conserva en el Museo de la Selección Española de Fútbol, y se le conoce con el enigmático apelativo de “La Gioconda”.
En la página 31 se hace alusión a cómo se popularizaron los nombres de jugadas individuales y cita “la cuauhteminha en 1998, el regate ejecutado por el jugador mexicano Cuauhtémoc Blanco”, consistente en sobrepasar a dos contrarios saltando por en medio de ellos con el balón atrapado entre los pies. Y en la 49 se menciona la huguina o huguiña, nombre con que se bautizó la cabriola que Hugo Sánchez ejecutaba para celebrar sus goles. Luego, en esa misma página, al referirse a otras palabras con las que se designa al fútbol, recoge “la mexicana pan–bol o pambol, denominación que Guillermo Torales relaciona con los exiliados españoles, cuyos equipos de fútbol solían estar vinculados a panaderías, y con la posibilidad de asociar la imagen del panadero al fin de la jornada con la del futbolista tras un partido en una cancha polvorienta”.
Párrafo enjundioso es el que Castañón dedica a cuando los hinchas muestran su enfado con el árbitro del partido utilizando su apellido como insulto, y cita uno de los casos más paradigmáticos, el de Galende, consecuencia léxica de una noche triste del Recreativo de Huelva, el equipo decano de la península; un episodio que si quieren conocer en detalle encontrarán bajo este enlace.
Y no falta el capítulo dedicado a la mujer en el fútbol, donde nos enteramos de algunos de los nombres inequívocos adoptados por las peñas de hinchas femeninas: El harén, del Extremadura, La Regenta, del Real Oviedo, y Sostenes Rojiblancos, del Pupas, es decir, del Atlético de Madrid.
Es un libro tan exhaustivo en su consideración de la relación del fútbol con el idioma, y viceversa, que solo echo de menos tres datos. El primero es que no se nombra para nada el filme ¡Campeones!, de 1943 (como Don Manolito), donde intervinieron tres mitos del fútbol español: el defensa Jacinto Quincoces, el puntero izquierdo Guillermo Gorostiza y el que se considera mejor arquero de la historia, el legendario Ricardo Zamora. El segundo dato que echo de menos, al hablar del pegapega o marcaje individual, es el nombre de Mangriñán, centrocampista del Valencia que en un partido contra el Real Madrid, en el estadio de Chamartín, se convirtió en la sombra limpia e inseparable del gran Alfredo di Stéfano, hasta anularlo por completo; durante años, en España, a ese tipo de marcaje hombre a hombre se le llamaba “marcaje Mangriñán”.
Y el tercer dato que falta se encuentra (mejor dicho: no se encuentra) en el párrafo dedicado al uso de términos religiosos en el fútbol: Catedral para designar un estadio (en España el de San Mamés, del Athletic de Bilbao); David y Goliat para el enfrentamiento entre equipos de desigual potencial; Llegar y besar el santo para referirse a que anota un gol un jugador recién ingresado al terreno de juego; etcétera. Pero juiciosamente, a mi juicio, Castañón ignora la mano de Dios, como símbolo de un acto antideportivo. Bien hecho.
Solo me queda resumir mi apasionada lectura del libro remitiéndome a una frase de lo más preñado (Unamuno dixit!) y que encontré en el prólogo: “Hablar de fútbol se ha convertido en un metadeporte”. Hinchas del idioma lo demuestra, como digo, por goleada. “Sete um”, diría un brasileño, recordando la semifinal Alemania–Brasil del Mundial del 14.
Ricardo Bada
Escritor y periodista, residente en Alemania desde 1963. Editor en ese país de la obra periodística de García Márquez y los libros de viaje de Cela, y autor de Don Enrique, la única antología integral en castellano de la obra de Heinrich Böll.