Gente y Sociedad

Ricardo Bada: Más acerca de la corrección política

Hace algún tiempo, un excelente amigo tico [=costarricense] a quien le envié un cuento que me había gustado mucho, y pensé que a él también le gustaría, me contestó lo siguiente:
«Dejando de lado una buena técnica narrativa, el relato es bastante degradante para la imagen de las secretarias. Me produce mucha repulsa porque mi esposa es secretaria, y a mi secretaria, en mi antiguo cargo ejecutivo, a pesar de tener una cara bonita, nunca se me ocurrió decirle ni pío, precisamente para no abusar del poder de mi cargo».

Mi respuesta no se demoró un instante:
«Me parece que por ese camino, el de la corrección política, no vamos a ninguna parte.
O el cuento es bueno, o no lo es. Imaginate que en su día las esposas de los médicos franceses hubiesen protestado porque Flaubert presentó a Emma Bovary como esposa de un médico, y al pobre Flaubert teniendo que cambiarle la profesión al marido de su Emma, con la protesta subsiguiente del siguiente colectivo femenino, y debiendo al final dejarlo todo en una bruma donde nadie sabría si el buen monsieur Bovary, además de cornudo, tenía una profesión remunerada. Si tu esposa es secretaria, será una buena secretaria, y te será fiel, y sabrá defenderse de su jefe si intentara propasarse con ella tantico así. Perfecto. Y si cuando eras ejecutivo, como vos mismo decís, no le tocaste a tu secretaria ese lugar delicioso donde la espalda pierde su aburrido nombre, sería para no abusar de tu cargo, pero no porque no te hubiese gustado hacerlo. O sea, que no es tan simple como lo presentás. El autor del cuento relata el caso de una secretaria específica y no del arquetipo de las secretarias».

Mi amigo no dio su brazo a torcer, como dizque hizo la Venus de Milo –con las consecuencias que todos conocemos–:
«Me gustan mucho tus argumentos, pero tengo peros. Lo que no tengo es tiempo para polemizar un poquito, así que te la debo, pero mi silencio no otorga».

La réplica fue del siguiente tenor:
«Conque te gustan mis argumentos pero tenés peros. OK, y yo tengo peras y manzanas.
Imaginá la historia de la literatura bajo el prisma de la corrección política. Para poner tan sólo un ejemplo muy conocido, Hamlet jamás se hubiera permitido decir que “algo huele a podrido en Dinamarca”, sino tan sólo que sería bueno mejorar el sistema de eliminación de basuras en el citado reino.
Como ves, hay tela cortada para la polémica, y más conmigo, que soy peleón como un gallo de pelea espoloneando en una preciosa xilografía de don Paco Amighetti que honra las paredes del salón de mi casa.
En tiempos de corrección política, mio caro amico,
Cervantes jamás hubiese podido regodearse con la a todas luces discriminatoria frase “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”;
Shakespeare habría tenido que titular una de sus más icónicas tragedias Otelo, el subsahariano de Venecia;
al capitán Ahab le hubieran amputado la otra pierna por cuenta de Greenpeace de haber querido armar de nuevo la Pecqod para darle caza y captura a Moby Dick;
el marqués de Bradomín no hubiese podido experimentar el sentimiento de la “vergüenza zoológica” cuando vio a los marineros ingleses haciendo en cubierta sus ridículos ejercicios gimnásticos durante el viaje con la Niña Chole a México;
y al coronel haría muchísimo tiempo que el departamento de pensiones del Alto Gobierno ya le habría escrito.
Y así ad nauseam atque ad infinitum”.

Hasta ahora, mi amigo no ha vuelto a contestarme. Les mantendría informados si lo hiciere, pero mucho me temo que nunca lo hará.

 

 

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